Por Hugo Cox.- “La esperanza es paradójica. Tener esperanza significa estar listo en todo momento, para lo que todavía no nace, pero sin llegar a desesperarse si el nacimiento no ocurre en el lapso de nuestra vida” (Erich Fromm).
La cita anterior permite entrar a entregar un boceto de lo que ocurre hoy en occidente y por tanto en nuestro país.
El poder en una época de cambios, que supone una transformación real en la estructura real del país. Pero, sobre todo, este cambio es una experiencia compartida en lo que es el núcleo básico que hasta antes del quiebre nos permitía organizar los distintos significados que nos rodeaban, hoy resulta cada vez más difícil explicar los fenómenos y mucho menos predecirlos. Si quisiéramos hacer una analogía, es como si una partitura de música se hubiese desordenado y el director de la orquesta no logra una coordinación armónica.
En este cambio de época, los patrones asumidos durante la modernidad como inmutables se disipan con una fuerza inusitada en el aire.
Hoy en día existe una creciente dificultad de construir unas narrativas que permitan entender y entendernos.
Un ejemplo de lo anterior es cómo las líneas divisorias del electorado chileno se han ido disipando y por eso es el constante fracaso de las encuestas, y en este cambio surge una mezcla confusa de sensaciones y opiniones que modifican los cuadros constantemente.
A lo menos existirían tres formas de enfrentar dicho quiebre.
Tucídides descubre e identifica dos motores de la historia en la guerra del Peloponeso: por una parte, el poder emergente y su creciente sensación de que se le debe algo de su propia importancia, y su demanda de más voz y voto; y por parte del poder establecido, el miedo, la inseguridad y la determinación de defender el statu quo que se ve amenazado. En síntesis, Tucídides dice “auge y miedo tienen el mismo peso en la ecuación”.
Lo anterior debe servir como un marco para entender los cambios que se avecinan en este país, cambios complejos en una sociedad cada vez más compleja, que no acepta soluciones lineales y que exige participación democrática con instrumentos que hagan realidad esos deseos.
Chile enfrentará un año exigente y con un calendario electoral amplio que tendrá como telón de fondo la convención constituyente, organismo que discutirá y dará origen a una constitución que será el marco normativo de los próximos años, ya que se espera que de ahí emerja un nuevo relato para Chile y que fijará las normas mínimas de convivencia democrática y amistad cívica. Por lo tanto, será un año de una amplia discusión ideológica y las elecciones parlamentarias y presidenciales estarán cruzadas por este debate que posiblemente dé origen a un nuevo mapa social y político con una fuerte reconfiguración de los partidos políticos, generándose una derecha conservadora muy apegada al viejo modelo y otra derecha mirando a las derechas Europeas; y, por otro lado, una socialdemocracia amplia, frente a una izquierda con distintas miradas de la realidad.
Todo lo anterior se escribirá sobre un sistema en que la actual crisis en todas sus aristas desnudó la desigualdad y, por tanto, un sistema que se ha vuelto incapaz de garantizar un crecimiento estable o detener la caída de los ingresos en los hogares.
En síntesis nos encontramos en plena parte baja de la montaña rusa y con anhelos de llegar a la parte alta… en un trayecto que deja la impresión de un caos permanente. Pese a ello, el país encontrara su ruta final y la promesa democrática podrá encontrar su camino.
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