Por Juan Medina Torres.- Probablemente, Martin Cooper nunca imaginó que su proyecto de teléfono celular se convertiría en uno de los inventos tecnológicos más importantes de la historia. Fue el 17 de octubre de 1973, cuando Cooper logró hacer la primera llamada de la historia a través de un teléfono móvil, con el celular DynaTAC 8000X. Esta primera comunicación se originó en una calle de Nueva York, e iba dirigida a Joel Engel, su mayor contrincante tecnológico, ingeniero electrónico de la compañía AT&T.
Pero lo que Cooper tampoco imagino es que 51 años después, un celular se iba a convertir en el aparato tecnológico más importante en nuestro país. Su diseño y dimensiones físicas lo suficientemente acotadas permitieron que uno de sus dueños, Luis Hermosilla, un distinguido abogado de la plaza, lo pudiera llevar sin estorbo en el bolsillo de su pantalón o chaqueta, o en un bolso. Su cómodo manejo y peso contribuyo a que lo considerara uno de los objetos imprescindibles durante las 24 horas del día.
Así, este dispositivo electrónico le posibilitó al jurista el comunicarse mediante diversas herramientas: vía telefónica, a través de aplicaciones, de correos electrónicos, entre otros, e ir generando redes de tráfico de influencias que le permitieron crear perfiles personales, empresariales, políticos, judiciales, religiosos, con información útil a sus propósitos, lo que con el tiempo representó una relación con el poder cuyo resultado es el protagonismo que hoy tiene.
La revelación de una mínima parte de los 776 mil chats de WhatsApp que contenía ese celular, informa de la influencia de Hermosilla en los diferentes poderes del Estado. Cabe preguntarse entonces: ¿Cuántos ministros, fiscales, jueces, políticos, empresarios, policías, funcionarios públicos le pidieron favores?
Lo revelado hasta ahora da cuenta de responsabilidades en delitos de lavado de activos, soborno y fraude tributario, cometidos por Luis Hermosilla.
Indudablemente, lo conocido daña la democracia y ahonda la crisis de confianza que afecta a nuestro país. ¿Quién cree ahora en la clase política? ¿En la justicia? Muchos se preguntan si el castigo a este tipo de delitos que se están investigando será similar, por ejemplo, a las condenas recibidas por los dueños de Penta -Carlos Alberto Délano y Carlos Eugenio Lavín-, quienes fueron condenados a un curso de ética de diez meses de duración.
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