Por Andrea Durán.- El club de la pelea es como algunos medios de comunicación han llamado a los encuentros que han organizado estudiantes secundarios -de colegios emblemáticos y no tanto- de Santiago, para realizar esta actividad en espacios públicos. Han utilizado la intersección de las calles Bandera con Alameda como un ring de pelea. Han llevado guantes, así como una caracterización para protegerse, pues saben ni cuentan con autorización para hacerlo. ¿Quién les daría autorización, aunque la pidieran, para pelear?
Cuando apareció esta noticia en la prensa las primeras voces fueron de crítica para lo que los estudiantes hacen: se golpean; se caracterizan para proteger su identidad, pero llevan público, se graban y lo comparten; promueven la violencia, dicen. La primera impresión es que es una conducta negativa, por lo que hay que cuestionarla y buscar la sanción y el control poniendo el foco solo en “la violencia”; pero aquí es justamente donde caben pregunta como: ¿qué espacios tienen los jóvenes para participar socialmente?, ¿qué les ofrecemos para su desarrollo como futuros adultos y ciudadanos?
El informe de 2021 del Instituto Nacional de la Juventud (Injuv) sobre “Problemáticas y desafíos las juventudes en Chile” señala -en primera instancia- que los indicadores de participación juvenil muestran que las y los jóvenes sí participan, especialmente en organizaciones vinculadas a lo social, en clubes deportivos (23,6%), en comunidades o grupos virtuales (19,8%), en iglesias u organizaciones religiosas (2,9%), y en agrupaciones culturales o artísticas (11,5%). No lo hacen en aquellas acciones pensadas desde las visiones adultas, como por ejemplo el voto o la adscripción a partidos políticos. En el informe se refiere falta de confianza por parte de los jóvenes en torno a canales reales de articulación y escucha de sus propuestas.
Se me dificulta criticar la actividad de boxeo. Por el contrario, valoro lo que han hecho. Se han organizado, han creado una comunidad, han sumado a pares y están utilizando el espacio público. Quizá no lo están haciendo de la mejor manera, pero dudo que algún adulto les esté ayudando u orientando.
¿Qué podemos hacer? Son menores de edad y sería interesante conocer por qué lo hacen. Quizás sienten miedo por su seguridad y por ello desean saber cómo defenderse, por ejemplo. Tal vez más que buscar la sanción y el control sea necesario partir por entender sus motivaciones. Es una oportunidad para brindarles acompañamiento, darles visibilidad y brindarles espacios donde puedan socializar con otros, hacer deporte y si quieren boxear, quizás sea posible enseñarles a hacerlo de buena manera, con las normas y códigos que tiene la disciplina. Para algunos puede ser considerado un deporte y para otros no; pero es una actividad que a los jóvenes les gusta y les permite canalizar su energía juvenil. Es importante darles visibilidad como grupo social, y brindar espacios donde puedan practicar esta actividad u otras que les sirvan, que los unan y que no los separen, como a los y las adultas por estos días.
Andrea Durán Z. es académica de la carrera de Trabajo Social en la Universidad Central de Chile