Por Gonzalo Martner.- Si este cuarto retiro se aprueba, debe incluir lo dicho adecuadamente por Gabriel Boric y que hemos sostenido desde el primer retiro: “hablar de impuestos en Chile y hablar en particular de impuestos progresivos, no puede ser considerado letra chica”. Los impuestos progresivos son indispensables para “financiar derechos sociales universales”. Por eso hemos abogado desde el inicio de esta crisis por un sistema de transferencias directas a las familias suficiente y avanzar a los financiamientos progresivos que los hagan posibles en condiciones de justicia tributaria.
Las personas de altos ingresos deben tributar: si no ¿quién? El argumento de que siempre hay alguien más rico que debiera tributar pero yo no, aunque mis ingresos sean muy respetables, lleva a que se termine por no cobrar impuestos a la renta a los que más tienen y que el gasto público sea bajo y se financie con IVA, pagado por todos, empezando por los más pobres. Además, cabe recordar que el 75% de los perceptores de ingresos está exento del impuesto a la renta hoy en Chile, entre otras cosas porque el 50% de los que reciben un ingreso suma menos de 450 mil pesos al mes, según la encuesta suplementaria de ingresos del INE de 2020.
Y el argumento de que «no deben tributar los altos patrimonios porque eso afecta la inversión y es muy difícil de poner en práctica» -ambas cosas son falsas- lleva a que los super ricos tampoco paguen muchos impuestos, por decirlo de manera suave. No establecer el impuesto a la renta a los altos ingresos, como ya ocurrió en el primer y tercer retiro, implica, además, que esos cotizantes proceden a sacar el tope del 10% desde sus fondos y los ponen en APV, con beneficios tributarios adicionales. Es decir un nuevo regalo desde el Estado a quienes menos lo necesitan. Robin Hood al revés, una vez más.
Por otro lado, se alude en la coyuntura chilena el impacto de los retiros en la inflación. Esta es hoy menor en Chile que en Estados Unidos, país en el que la Reserva Federal (el banco central norteamericano) no se le ha ocurrido aumentar las tasas de interés – a pesar del Wall Street Journal- porque considera que es de carácter temporal y que su prioridad es sostener la actividad y la creación de empleos.
El impacto de un nuevo retiro en la inflación en Chile ha sido ampliamente exagerado por los que son reacios al pleno empleo. ¿Por qué alguien se opondría al pleno empleo, dirán ustedes? Porque algunos temen, empezando por los economistas del sistema que cuentan con gran difusión mediática, su impacto en los salarios. Lo hacen desde la visión de defensa de los intereses de un empresariado que solo mira sus costos del día a día, sin considerar el estímulo a la demanda de consumo como uno de los motores de la economía. Y si hay sectores en los que escasea la oferta de fuerza de trabajo, entonces la solución es subir los salarios, no deprimir la economía. Esta visión conservadora es la que mantiene en Chile una remuneración del trabajo versus una remuneración del capital en el flujo de ingresos que es sustancialmente inferior a la de Estados Unidos, un país que no es exactamente bolchevique.
Por nuestra parte, consideramos que es un objetivo esencial de la política económica lograr el pleno empleo y sostener una demanda basada en un crecimiento razonable pero persistente de los salarios de la mayoría. Además, postulamos que el dinamismo persistente de esa demanda, junto a la demanda externa para los sectores exportadores (que no controlamos), es el incentivo principal a la inversión y a los incrementos de productividad. Ese es el círculo virtuoso de orden macroeconómico que cabe generar, y no la mera reducción de costos empresariales por sobre cualquier otra consideración.
Los que hoy exageran el peligro inflacionario -que debe ser siempre tomado en cuenta porque afecta mucho a la población si es persistente y alta- no hacen un diagnóstico adecuado al no considerar un dato fundamental: existe en los aumentos recientes de algunos precios un importante componente importado y de incrementos temporales por disminuciones circunstanciales de oferta. En efecto, si la inflación en doce meses fue de 4,8% en agosto, sin alimentos y combustibles fue de 3,8%. La de los bienes y servicios no sujetos al comercio internacional fue de 3,5% anual y la de los que incluyen importaciones y exportaciones fue de 5,9% anual.
Desde fines de 2020 existe un incremento de la demanda de consumo de las familias, lo que no es en absoluto una mala cosa para los hogares más modestos, pero por factores que no perdurarán en el tiempo, como los retiros de fondos de ahorro previsional. Y si se trata de contener el consumo de los sectores de ingresos más altos que cotizan en AFP para disminuir presiones inflacionarias, entonces el cobro de impuesto a la renta cumplirá un rol, así como poner un tope al monto del retiro que no perjudique a los hogares más modestos.
La política adecuada es aceptar una inflación temporal acotada en un contexto de aún alto desempleo. Y mantener la inflación en rangos de 2-4% en un horizonte de 24 meses, y no dejarse llevar por las presiones del momento que provienen de la opinión usualmente equivocada de los economistas conservadores. ¡Qué sería de nuestra economía y del empleo si se le hiciera caso a sus sistemáticas políticas pro-cíclicas y pro-gran empresariado! Ya lo vimos en las crisis de 1982-1983, de 1999 y de 2008-2009.