Por Hugo Cox.- Releyendo Bauman y su texto “En busca de la política”, el autor plantea que la urgencia hoy en día está dada por lograr que la lucha por lo privado se traduzca una lucha por lo público. Bauman ve este cambio posible “en la medida de que se pueda guiar un cambio a un modelo totalmente republicano y basado en una democracia que sea trasparente y participativa, en lo económico social establecer un ingreso universal básico, y la ampliación de las instituciones de una sociedad autónoma para devolverles capacidad de acción e igualarlas con poderes que en la actualidad son extraterritoriales”.
Desde aquí surge la revalorización de la política como medio para llevar adelante los urgentes y, a su vez, necesarios cambios a los que aspira la sociedad actual y cuyos instrumento son los partidos políticos que obligatoriamente deberán corregir su accionar en función de esta nuevas realidades y cuyo primer paso es reformar la concepción de partido político más anclado en sociedades en permanente cambio, como es el caso de nuestra sociedad.
Lo que se ha vivido desde el 18 de octubre del año pasado y sus sucesivas manifestaciones de diversa intensidad, es producto de que el sistema político y socioeconómico se ha construido sobre una falla geológica estructural profunda. Al evaluar el sistema económico y político, era evidente que en algún momento entraría en colisión. Ya con las primeras manifestaciones estudiantiles que parten con los estudiantes secundarios (Movimiento de los “pingüinos”) y posteriormente las de los estudiantes universitarios y sus demandas, nos mostraban las grietas que en el segundo gobierno de la Presidenta Bachelet se intentaron resolver. Pero la oposición dirigida y digitada por el comando en las sombras del actual Presidente de la República (baste revisar la prensa de la época, como las cuñas de los noticiarios), se opuso tenazmente a las reformas planteadas. Y cuyas consecuencias explotaron en octubre de 2019.
Es factible que la explosión no haya sido antes porque en alguna medida la economía anestesiaba las pulsiones subterráneas del estallido y disimulaba los conflictos en la estructura política. A su vez, con una clase política gobernante con un absoluto desconocimiento de la realidad, lo que se ejemplifica recordando la frase del ex ministro de Salud, cuando confiesa que él no sabia de la desigualdad existente en el país, o cuando manifestó que las personas que concurrían a recintos de salud iban por hacer vida social.
Estas frases dan cuenta del absoluto desconocimiento de lo que ocurría bajo la superficie que ellos miraban.
Los signos de malestar social, expresados en una mayor polarización política, desconfianza en las instituciones y la democracia, este escenario acrecienta los riegos para la cohesión social, en un contexto de insatisfacción de necesidades básicas y de profundización de las desigualdades y todo lo explicitado se asienta en un profundo sentimiento de vulnerabilidad.
Lo que debe venir (y aquí la política tiene mucho que decir) es la construcción de una nueva constitución que sea el espejo de un nuevo pacto social, que ponga en el centro políticas universales, redistributivas y solidarias para un estado de bienestar. Para lograr lo anterior son necesarias alianzas sólidas y de largo plazo y que demanden mayor cohesión social en torno a proyectos de sociedad compartidos.
Para lograr lo anterior es necesario que la política, a través de los partidos políticos, dote a la democracia de mayor eficacia y eficiencia, y que los mecanismos de participación sean reales y expeditos, no burocráticos y que las personas sientan que son parte activa de la construcción de este pacto social.
La asamblea constitucional en primer término debe dotarse de mecanismos de consulta expeditos y reales, de confrontación de las ideas con la realidad concreta.
Lo anterior encontrará una férrea resistencia en los sectores conservadores de la sociedad que, por ejemplo, cuestionan el reconocimiento a las minorías y niegan la participación de los pueblos originarios y que intentan mantener a como dé lugar el statu quo.