Por Hugo Cox.- Mucho se ha escrito y analizado con respecto al movimiento social y su manifestación concreta, que se expresa en múltiples actividades en las calles.
En la dictadura, durante los años 80, existían partidos políticos organizados y creíbles, pero no contaban con el apoyo de la gente. Había mucho miedo a expresarse. En cambio, hoy las personas se autoorganizan y autoconvocan en todas las calles y avenidas del país, transformándose en protagonistas de su propio destino. El teléfono móvil es el instrumento básico para informarse, y reúne al mismo tiempo que organiza, no solo es para jugar u otros fines: es el ícono de la auto convocatoria y del acto de informarse.
Hoy el movimiento en la calle no tiene interlocutores validados por ellos, lo que hace más difícil su conducción: solo espera respuesta a sus demandas, respuestas que a ellos les hagan sentido.
Hoy se protesta contra lo laboral, por la situación de las pensiones, contra el modelo neoliberal y sus consecuencias, por la defensa de los animales, en repudio a la violencia y el machismo y contra la corrupción. Frente a lo anterior se movilizan los sectores organizados que tradicionalmente se expresan (estudiantes universitarios y secundarios, profesores, salud primaria, etc.), pero también se movilizan los ciudadanos de a pie.
La errática respuesta del gobierno ha estigmatizado y, a su vez, ha subestimado al movimiento social que se expresa a partir del 18 de Octubre, y además ha subestimado las tensiones que surgen de viejos problemas de violencia y trato indigno, que nunca han sido superados y, por el contrario, se agravan con el tiempo.
Siempre en Chile han existido movimientos sociales y sindicales que protestan, pero estas protestas en principio se acotaban a los sectores interesados. Paulatinamente fueron traspasando a la sociedad, cuando los demás grupos se dan cuenta de que los problemas de otros también son suyos.
Cuando el Presidente en cadena nacional anuncia que está en guerra contra un poderoso enemigo interno, y al otro día el comandante de la plaza de Santiago, públicamente informa que él no está en guerra, provocó que mucha gente se sumara a las protestas, de paso denunciando la lectura equivocada que ha hecho el gobierno.
Hoy existe un gobierno débil, incapaz de dar sustento a su accionar, sin dar gobernabilidad al país, incapaz de entregar una respuesta tanto de corto como de mediano plazo que dé cuenta de las demandas del movimiento social, y solo ha criminalizado al movimiento, y la represión surge como el único repertorio que conoce.
En síntesis lo que para el gobierno era una más de las protestas, el 18 de Octubre se transformó en una masiva movilización, ya que el hecho de criminalizar la protesta, reprimirla, el haber desestimado sus motivos, ha devenido en un gobierno cada día que pasa más débil, enfrentando una mezcla de movilizaciones pacíficas y violencia focalizada, en las que se conjuga una variedad de descontentos que han desbordado las instituciones y, a su vez, cohesionado el movimiento.
La receta por parte del gobierno es apostar al desgaste natural de la movilización, acompañado con más represión, que no tiene un límite (violación de los derechos humanos en forma sistemática por parte de Carabineros, dos informes de organismos internacionales ya lo demuestran). No son los estados de excepción y tampoco los militares en la calle, la solución pasa por el dialogo real y una negociación que dé respuesta a lo que el movimiento solicita, más dignidad como valor y que esta mayor dignidad tenga expresión concreta en otro trato, además de sueldo mínimo que sea ético, al igual que las pensiones, que exista una salud digna, una educación de calidad etc. Pregunto ¿Es mucho pedir?