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El envejecimiento, la culpa y el futuro

Por Roberto Fernández.- La única certeza que tenemos los seres humanos es que vamos a morir.

Puede ser por una enfermedad inesperada, un accidente, víctimas de una catástrofe natural, una guerra o una agresión, pero para la mayoría será más bien a una edad avanzada o, dicho de otro modo, de viejo. Esto no impide que el temor natural a la muerte lo llevemos integrado en nuestras células.

A nosotros nos tocó vivir en una sociedad donde la influencia del cristianismo y, sobre todo, de la Iglesia Católica ha sido y es muy importante.

Según esta doctrina, nacimos en pecado original, o sea, culpables y estigmatizados desde el comienzo de nuestras vidas. Tremenda mochila que, de alguna manera, con mayor o menor fuerza, todos llevamos desde que llegamos a este planeta.

¿Existen formas de mitigar o superar estos dos obstáculos, la culpa y el miedo a la muerte, para así disfrutar más intensamente de la vida?

Evidentemente la respuesta depende de cada individuo y las ideas que se haga al respecto. Alguien, muy sabiamente, dijo que cada persona vive en el universo que es capaz de imaginar, o sea, construye su propia realidad a partir de los conceptos que se hace de las cosas y las decisiones que toma al respecto.

Ni la culpa ni el miedo a la muerte son leyes del funcionamiento de la naturaleza, ni nada parecido. Se pueden superar.

Muchos nos hemos sentido culpables por todos los abusos e injusticias que viven los seres humanos en el mundo, una suerte de culpabilidad global. Sin embargo, en un momento de lucidez, pensé: ¿qué pasaría si muriera en ese instante? Y me di cuenta de que todo seguiría igual. En ese momento me liberé de ese sentimiento, sin dejar por eso de seguir trabajando por cambiar las cosas, con el fin de mejorar la calidad de vida de los más necesitados.

Ahora bien, respecto al sentimiento de culpa por acciones que realizamos y que hirieron o dañaron a otros, una suerte de culpabilidad individual, solo hay una posibilidad para superarlo, pedir perdón. Si al hacerlo el afectado no lo acepta, ya no hay nada más que hacer.

En relación al temor a la muerte, el creer en la trascendencia de la vida aporta tranquilidad y paz.

Otro dato de la realidad es que el envejecimiento es inevitable. Esto parece obvio, pero para muchas personas pareciera no ser así. Se deprimen y luchan, infructuosamente, contra una ley de la naturaleza.

El punto de reflexión frente a esto es cómo envejecer en las mejores condiciones posibles, tanto físicas como psicológicas. La investigación científica respecto al envejecimiento es reciente, pero ya se empiezan a descubrir sus mecanismos. Se sabe que es posible ralentizarlo e, incluso, revertirlo. Experimentos realizados en ratones han tenido resultados asombrosos, e investigaciones para reemplazar órganos deteriorados por otros artificiales o de organismos vivos (cerdos) se desarrollan vertiginosamente en estos momentos.

Se sabe también que la mayoría de las enfermedades que aquejan a los adultos mayores son consecuencia del proceso de envejecimiento. Hoy se pueden realizar exámenes de sangre que determinan de manera precisa la edad biológica de las personas, la que no coincide necesariamente con la cronológica. Esto permitirá tratar con mayor precisión las enfermedades.

La contraparte de todo esto será los efectos sociales, económicos y culturales que significará la prolongación de la vida, aún en buenas condiciones y esto deberá ser estudiado con responsabilidad. Pero dado que la mayoría de los seres humanos desean vivir lo más posible y el inmenso negocio que esto representa, las decisiones al respecto me parecen inevitables.