Por Roberto Fernández.- El gobierno anunció esta semana un total superior a los 220 mil contagios. Esa cifra es mucho más alta que la de Alemania (184.000), que tiene 4 veces la población de Chile y Francia (194.000), que nos triplica en número de habitantes.
Los fallecidos comunicados llegan a 3.615, dentro de los cuales no se consideran más de 2 mil informados oficialmente a la OMS, lo que eleva las cifras a cerca de 6.000.
Ante esta brutal evidencia, cuesta entender que haya personas que felicitan efusivamente la gestión del ex ministro Mañalich. Tal vez lo que la explica es que su carácter autoritario las seduce.
También son difícilmente comprensibles las declaraciones del nuevo ministro Enrique Paris, al asumir su cargo, en torno a que iba a desarrollar una política de continuidad respecto a su predecesor.
A partir de la información oficial no es descabellado pensar que la epidemia, en la Región Metropolitana y otras ciudades, está descontrolada. Lo más probable es que el sistema de salud, incluyendo al sector privado, colapse en las próximas semanas. Las lluvias y el frío agudizarán las enfermedades respiratorias y, por tanto, la demanda hospitalaria aumentará.
Las razones que explican todo esto son diversas, pero la principal responsabilidad corresponde al gobierno. Son el Presidente y sus ministros quienes han tomado las decisiones que nos han llevado a lo que estamos viviendo. El fracaso de estas decisiones fue reconocida explícitamente por Mañalich.
Pandemia ¿inédita?
El argumento de que esta pandemia es inédita y que en todas partes se ha operado en base a ensayo y error, es solo parcialmente válida. Chile tuvo una ventaja importante respecto a los países del hemisferio norte. Se podían evaluar los efectos negativos de las decisiones que se tomaban, para no repetir las equivocaciones.
Ahora bien, en Francia e Italia ya hay personas e instituciones que han recurrido a los tribunales solicitando se investigue la responsabilidad de las autoridades políticas en todo esto. El primer ministro italiano tuvo que declarar frente al fiscal encargado del procedimiento la semana pasada.
Más allá de las posiciones extremas -que plantean que solo hay dos alternativas, apoyar y aplaudir al gobierno o quedarse callados, que las críticas tienen un sesgo político, como si el apoyo no lo tuviera- el otro argumento recurrente entre los partidarios de la gestión del gobierno, es que los que critican no ofrecen soluciones.
La verdad objetiva es que, desde el inicio de la epidemia, innumerables personas e instituciones han hecho propuestas, las que no fueron escuchadas.
El resultado que estamos viendo es la consecuencia de la política de “inmunidad de rebaño”, con sus cuarentenas dinámicas, que anunció Mañalich al comienzo de la epidemia.
Según el ministro Paris, aunque reconoció la veracidad de la declaración, señaló que, en la práctica, se habría aplicado una estrategia diferente. Estas contradicciones parecen demostrar una gestión de la epidemia al menos caótica.
Contención o eliminación
Frente a la pandemia del corona virus, en el mundo se han desarrollado dos estrategias para combatirlo.
La primera ha sido la de la Eliminación, aplicada con éxito por Nueva Zelandia, país que aparece como un paradigma mundial en la lucha contra el virus. La segunda es la de la Contención o Mitigación, que fue implementada de manera más extrema en Suecia.
En Nueva Zelandia se aplicó una política de confinamiento extremo. El resultado fue alrededor de 25 fallecidos. En Suecia las medidas restrictivas fueron menores y han significado alrededor de 4 mil muertos.
La mitigación se basa en la idea de la llamada “inmunidad de rebaño”, es decir que la mayor parte de las personas se contagien hasta lograr una inmunidad general. Una de las expresiones concretas de esta opción, ha sido la de cuarentenas parciales y restricciones menos severas. “Al final todos nos vamos a contagiar”.
El problema mayor de la alternativa de la inmunidad total, es que, para que funcione, se requiere que entre el 60 y el 70% de la población se contagie. En Chile, eso sería alrededor de 13 millones de personas.
En la realidad ningún país ha llegado ni siquiera al 10%. Además los países en que se ha aplicado, han tenido un gran número de muertos.
También hay que considerar que en las regiones menos desarrolladas, con grandes diferencias sociales, los sectores más desprotegidos son los que concentran la mayor cantidad de víctimas.
Si, en un comienzo de la epidemia las autoridades de gobierno se manifestaron partidarias de la estrategia de la “inmunidad de rebaño”, hoy es válido preguntarse si la siguen implementando o si la cambiaron.
Si la respuesta es lo último, se debe responder con claridad: por qué la cambiaron, cuándo se produjo ese cambio y cómo lo hicieron.