“Vemos violencia política en la incapacidad de argumentar ideas entre partidos y candidatos: todo es ataque y descalificación”, dice el académico Ignacio Paz.
Por Ignacio Paz Palma. – Por todos lados hay violencia. Estamos expuestos de manera permanente a ella: violencia verbal, física y mediática. La política nos violenta, dentro y fuera de las fronteras. De pronto, el mundo se convirtió en violencia. También violentamos al medio ambiente.
Fue un estallido de agresiones que no supimos leer. ¿Efecto pospandemia, quizá? Pareciera que hubo un click, donde la lógica moral y cognitiva de la humanidad sufrió una involución. Hay muchas interrogantes, y las respuestas son múltiples.
¿Por qué la humanidad ejerce la violencia? Los actos coercitivos pueden generarse por frustración, ansias de poder y control, desigualdad social, por la misma exposición mediática y digital, o por la carencia de recursos argumentativos para resolver problemas.
Lo vemos en la guerra entre Rusia y Ucrania, donde la reacción del resto de Europa ha sido el armamentismo, en vez del parlamento y la mediación. Observamos con espanto al gobierno de Israel eliminando a los palestinos de forma brutal. Miramos hacia América del Norte y encontramos a un dictador elegido democráticamente que desordena la baraja con decisiones desquiciadas.
¿Y si miramos nuestra región? Vemos a Venezuela, donde sus ciudadanos migran para buscar mejores opciones negadas por su Estado; una Colombia donde resurge la violencia narcopolítica, como en las décadas de los 80 y 90; y una Argentina que se sostiene gracias a un pueblo fuerte que intenta hacer frente a un gobernante cuya razón es, al menos, cuestionable.
¿Y cómo estamos en casa? Chile no se escapa. Vemos cómo, todos los días, la violencia delictual cobra la vida de algún ciudadano. Las noticias sobre asesinatos se han vuelto una información más. Ya no asombran, pero preocupan. Y dan miedo. La gente no quiere, o no puede, salir de sus casas.
Vemos violencia política en la incapacidad de argumentar ideas entre partidos y candidatos: todo es ataque y descalificación. También lo son los actos de corrupción, y una salud y educación pública que se estancan en calidad. También vemos discriminación. Violencia en el fútbol, en conciertos o manifestaciones.
¿Y si levantamos la mirada para reflexionar un poco sobre las cosas? En un artículo de Noah Gordon, titulado La violencia humana ante los límites del planeta, se plantea que cuando se sobrepasan los bordes ambientales, aumenta la posibilidad de que los seres humanos se relacionen a través de la fuerza y la violencia.
Explica que el cambio climático exige nuevas formas de enfrentarlo, lo que inevitablemente modifica la geopolítica y la seguridad mundial. Esto hace emerger nuevas maneras de ejercer el poder, lo que incluso podría afectar la gobernabilidad, deslegitimar a los Estados y, sobre todo, intensificar la competencia por controlar los recursos.
Quizá ese podría ser un eje para comenzar a entender las razones de por qué estamos como estamos. Porque esa involución no es gratuita. Lo que sí está claro —al menos eso espero— es que, si bien hay un historial de violencia en el desarrollo universal, esta no es innata al ser humano. Es una opción. Es decir, podemos elegir entre ser violentos o vivir en armonía.
Y claro que se puede, porque las buenas intenciones —y, por ende, las acciones— surgen desde la fuerza del espíritu ante las dificultades que se presentan en la vida. Apostar, aunque suene utópico, por una sociedad que nos permita vivir en igualdad, libertad y solidaridad.
Ignacio Paz Palma es periodista y académico de la Universidad Central.