Por Hugo Cox.- La semana recién pasada asistimos a una marcha de mujeres que superó todo tipo de expectativas, más allá del número de personas que concurrieron, vimos la presencia de un mundo muy diverso y, a su vez, madres con sus hijas, tanto adolecentes como niñas, simbolizando el “estamos aquí porque no deseo que tú vivas lo yo he vivido”.
Pero en las siguientes líneas intentaré darle un marco más explicativo a un fenómeno que nace en el centro del poder cultural hegemónico que es Estados Unidos y Canadá, luego se traslada a España y que en América Latina sus mayores expresiones están en Chile, Argentina y Brasil, y a baja escala aún en los otros países latinoamericanos,
Es, por lo tanto, un moviento que llegó para quedarse, y cuya demanda es por derechos políticos, a diferencia de otros movimientos sociales que son reivindicativos (como por ejemplo el movimiento estudiantil o el No Más AFP).
Este movimiento es parte de un cambio profundo en términos culturales, políticos y económicos, dando paso a un proceso de transición hacia nuevos paradigmas, que aún no se perciben con claridad meridiana (Cambio Epocal).
Alain Touraine sociólogo francés y con fuertes vínculos con Chile expresaba lo siguiente: “Concluida la experiencia ultra liberal, necesitamos un Estado capaz de aplicar políticas y soluciones a largo plazo, así como la vuelta a una sociedad de la producción, retornando las posibilidades que toda sociedad tiene de actuar sobre sí misma y planificar su futuro”.
En síntesis, Touraine da cuenta del fin de una época y el inicio de otra. Desde fines del siglo XX se viene hablando de que se asiste a un cambio epocal, frente al cual se buscan explicaciones, se asignan categorías, se revisan una y otra vez conceptos.
Los signos fundamentales que confirmarían un cambio de época a lo menos son tres:
- La irrupción de nuevas tecnologías (y su constitución como red).
- Cambios profundos en los ecosistemas, y en las relaciones institucionales.
- Cambio en los valores y en la visión de mundo.
Pero, a su vez, existen otros fenómenos claros que son manifestación de los tres antes mencionados y que son significativos y que también dan cuenta de este cambio: la auto organización, mayor diversidad, dominio de lo público, deseos de mayor participación, sociedades cada vez más complejas, luchas por mayores derechos políticos, etc.
El cambio epocal implica necesariamente un modelo que se anticipe a desarrollar estrategias en el marco de un nuevo tipo de sociedad civil que es cada vez más heterogénea y demandante. Surge la necesidad de un relato sobre una nueva concepción del poder y de la política vinculada al respeto de los derechos humanos y a la inclusión social, al desarrollo, y la ampliación de la democracia, en un marco de altas expectativas sociales.
El movimiento de la las mujeres se inscribe en este cuadro y no otro: es la manifestación de cómo las “placas tectónicas” de la sociedad se manifiestan frente al poder.
En síntesis, asistimos a un proceso de transformación profunda de carácter global y nacional, a un cambio de época, y a la emergencia paulatina de nuevos paradigmas, que es necesario considerar en todas sus dimensiones y, a su vez, con perspectiva y visión estratégica sobre las tendencias prevalecientes en los años siguientes, ya que este cambio no sabemos en qué concluirá ni qué caminos tomará.