Por Juan Medina Torres.- Es indudable que muchos de nuestros políticos poseen características narcisistas: se muestran satisfechos de sí mismos y tienen una necesidad básica de sentirse superiores, de ser admirados. Varios consideran la agresividad como signo de poder, lo cual les impide negociar.
Ante los resultados del plebiscito empiezan a aparecer algunos personajes que postulan a ser elegidos constituyentes, con claras características narcisistas, que muestran sus desconexiones con la realidad nacional y quieren ser parte de los 155 que tendrán como misión redactar la nueva constitución.
Peter K. Hatemi, politólogo norteamericano y profesor de ciencia política en la Universidad Estatal de Pensilvania , donde también es profesor de microbiología y bioquímica dice: “Si las personas que están más interesadas en su propio beneficio y estatus personal toman una mayor parte en las elecciones, entonces podemos esperar que surjan candidatos que reflejen sus deseos: el narcisismo genera narcisismo«.
Por cierto que los medios de comunicación y las redes sociales son la herramienta perfecta a través de los cuales los individuos narcisistas, que se creen mejores que los demás, muestran sus virtudes de líderes, haciéndonos creer que están verdaderamente involucrados en el proceso político. Tienen dominio verbal pero son muy intolerantes a la crítica.
En este aspecto, la televisión, en especial los matinales, ayudan a esta sobrerrepresentación del narcisismo, mostrando repetidamente a personajes con ansias de poder.
Es posible que en los próximos meses suframos una verdadera avalancha de personas que nos hablen de diversos valores, que nos propongan diversos modelos de sociedad, de país, etc. En definitiva observaremos cómo el político narcisista nos considera cliente de sus intereses sin invitarnos a participar, porque él no cree en las virtudes cívicas.
Es difícil, pero no imposible, que los ciudadanos aprendamos a trascender nuestro interés privado y nos transformemos en lo que Aristóteles llamó animales políticos, para contrarrestar a los megalómanos sin identificarnos con su narcisismo circense.
Para ello, es necesario que cada uno de nosotros se interese por la cosa pública, base fundamental de nuestra democracia. Participemos más, dejando a un lado nuestro sentido consumidor del Estado y nos transformemos en sus accionistas.
Creo que la participación en el plebiscito fue una muestra cívica de cómo los chilenos estamos dejando de lado los relatos políticos de los últimos años y comenzamos a crear un espíritu público el cual debe reflejarse en la nueva constitución.
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