ElPensador.io.- Antes fue el Chavismo. Una manifestación ideológica y populista que dominó América Latina al alero de personalidades fuertes y autoritarias, como el mismo Hugo Chávez, el ecuatoriano Rafael Correa, y la argentina Cristina Fernández. Se les sumó en el eje Lula da Silva en Brasil y Evo Morales, en Bolivia, que actualmente es el único sobreviviente.
Pero la ola de autoritarismo y corrupción, además del desastre de heredero en Venezuela, Nicolás Maduro, terminó por generar una contraofensiva hacia el otro lado del péndulo, hacia un fanatismo nacionalista en lo político y neoliberal en lo económico.
La irrupción de Jair Bolsonaro en Brasil y los “noviazgos” de este nuevo presidente con mandatarios de derecha, como Mauricio Macri en Argentina y Sebastián Piñera en Chile, empiezan a conformar un eje preocupante, dado que todo fanatismo debe llamar a la preocupación.
Es cierto que ni Macri ni Pïñera pueden ser catalogados como “fascistas”. Pero, para ellos, Bolsonaro contiene elementos fundamentales de coincidencia: una postura económica de absoluto libremercado, con un Estado funcional y disminuido; un discurso “ciudadano” basado en la limpieza de la política (semejante a Carlos Ibáñez del Campo en su segundo período y a la retórica de Pinochet); y una estructura de generación de miedo en la población vinculada a impedir la migración y fomentar la seguridad ciudadana.
La coincidencia de esta postura con las dictaduras que dominaron América Latina en los 70 y 80 es evidente, salvo por el tema migratorio, cuyo eje antes lo ocupaba el marxismo. Esto, pues los fanatismos necesitan encarecidamente de un enemigo.
En Chile, la irrupción del fanatismo nacionalista ha ido de la mano también con Bolsonaro. El movimiento del ex candidato presidencial José Antonio Kast empieza a fortalecerse con la inclusión de personalidades denostadas por su ignorancia y pedantería, como el diputado Ignacio Urrutia, a la par que con los encuentros con el bolsonarismo.
Pero esta tendencia también se alimenta de los continuos errores de la izquierda, que no entiende que los tres ejes del fanatismo nacionalista apuntan a aspectos de sentido común que empiezan a arraigarse fuerte en la ciudadanía: situación económica, probidad en la función pública, seguridad ciudadana y migraciones. En vez de eso, el discurso de izquierda se queda en la llamada “agenda moral” con temáticas como el aborto libre o el matrimonio homosexual.
Visto esto último, es posible que el fanatismo nacionalista se quede en América Latina por un buen tiempo, más aún si va de la mano de líderes de la misma talla en el hemisferio norte, como Donald Trump, Theresa May o el mismo Vladimir Putin.
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