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El ocaso de los ídolos en el Chile actual

Por Sergio Salinas Cañas.- Götzen-Dämmerung oder: Wie man mit dem Hammer philosophiert es un libro en alemán escrito en 1887 por Friedrich Nietzsche (1844-1900), y publicado en 1889. Esta obra fue escrita por el filósofo en el último periodo de su vida lúcida.  En ella resume su lucha contra las falsas concepciones que conforman la tradición de la filosofía, la moral y la religión de Occidente. En este libro, Nietzsche decide analizar todos los ídolos que han aparecido a lo largo de toda esa tradición como los valores supremos que guían y regulan un tipo de comportamiento que se corresponde con un tipo de vida. Esos ídolos, cuando se les toca con el martillo, suenan a hueco, no son nada más que espectros sin valor que el propio hombre ha introducido en la realidad.

En el Chile de hoy, hay millones de personas que han tomado ese martillo y que comienzan a auscultar lo que suena hueco. Primero, el modelo de desarrollo tiene un eco grande. Es altamente concentrador de la riqueza, distribuye pobreza e indignidad. También suena hueco la representatividad y legitimidad política, sólo una minoría de chilenos elige autoridades, es decir, la ciudadanía participa cada vez menos en las elecciones. Por otro lado, los partidos políticos más se asemejan a caballeros feudales en el medioevo que a los servidores públicos, honrados y luchando por el bien común, de antaño. Respuesta: la gente ya no está dispuesta a tolerar los abusos y la impunidad. Esto cuestiona la institucionalidad de los últimos 100 años, las instituciones fundamentales de la República y el modelo de desarrollo están en crisis.

El Diccionario de la Real Academia Española nos dice, en su acepción siete, que “Política” es: “Arte, doctrina u opinión referente al gobierno de los Estados”. Esta definición no encierra, en modo alguno, el complejo concepto y contenido de la Política con mayúsculas. De la misma manera señala que Partido “es un conjunto o agregado de personas que siguen y defienden una misma opinión o causa”. Desde la Ciencia Política, Giovanni Sartori define a los partidos políticos como “cualquier grupo político identificado por una etiqueta oficial que se presenta a unas elecciones (libres o no) capaz de obtener candidatos a cargos públicos”[1]. Por otro lado, la RAE señala que “Independientes” son “un conjunto o agregado de personas que siguen y defienden una misma opinión o causa”.

Es decir desde el punto de vista del lenguaje, partidos políticos e independientes son casi sinónimos y ambos pueden participar en Política. Lo cual es bueno ya que de la crisis que estalló el 18 de octubre no saldremos ni con esta forma de hacer política ni sólo con los partidos políticos que existen. Además, aún no se vislumbran cuerpos sociales o una organización nacional que pueda responder a este desafío ético. En México, antes el descrédito de los políticos se realizó una reforma política de 2012 que buscaba fortalecer la participación de los ciudadanos en los asuntos públicos del país. Eliminó disposiciones que dotaban a los partidos políticos del derecho exclusivo a postular candidatos, además de reformar, adicionar y derogar diversas disposiciones de la Constitución con lo que se fomentó las candidaturas de independientes.[2].

En el Chile actual se requiere que los ciudadanos se reinventen con valores políticos como el humanismo y la ética y con un componente no dogmático laico y profundamente republicano. Además, es urgente generar canales de participación ciudadana en política diferentes a los utilizados hasta ahora que en muchos casos era sólo ir a votar siendo pocos los que lo hacían. Y es que nos encontramos inmersos en una crisis de legitimidad institucional sistémica (CLIS) que ha generado un nuevo escenario en el país. Debemos levantar un nuevo ethos que demande instituciones más flexibles y fundidas en un crisol de ética, estética y emocionalidad.

Debemos tomar el mejor ejemplo de hombres y mujeres que, pese a sus posiciones políticas divergentes, fundaron y ayudaron a consolidar nuestra República, la “res pública”, entre los más desconocidos Camilo Henríquez, Pedro Aguirre Cerda, y Clotario Blest. Es momento de refundar lo público, para proyectar la nueva República, que Chile demanda. Como señaló Gabriel Amunátegui[3] debemos contribuir a “estimular en las nuevas generaciones un sincero interés por una política honesta, por una formación política que deberá permitir que la democracia, en su sentido humano, o sea, el libre desarrollo de la personalidad, la lucha por una mejor justicia, por un a mejor vida, por un a mejor existencia cultural, económica y social, para el mayor número posible de individuos”.

El nuevo político que se necesita

Pero para eso necesitamos otros políticos más digitales que analógicos e impregnados del ideal republicano. En ese sentido, Eduardo Benes sostuvo, en el umbral de la Segunda Guerra Mundial (1934), que “el político democrático ideal no debe ser un oportunista, vacío y superficial, un cínico servidor de su tiempo; no debe ser un profesional del maquiavelismo corriente, ni un arriesgado aventurero. Debe tener convicciones exactas, constantes y firmes, basadas en la moralidad universal y esforzarse para realizarlas bajo todas las condiciones. Un gran político, un gran estadista democrático, lo será tan sólo un hombre cuya mentalidad posea en correcta armonía y en equilibrio, el elemento racional, analítico y el elemento sensitivo, imaginativo y artístico”[4].

Un primer paso para fundar la nueva República, ese escenario futuro que comenzamos a cimentar desde hoy, es lograr un sistema electoral en el que los ciudadanos independientes tengan igualdad de condiciones con los candidatos de los partidos políticos. Es decir, si los partidos políticos pueden presentar listas que sumen sus votos, los independientes deberán gozar de las mismas condiciones, lo que alcanzará tanto a lo electoral como a los beneficios asociados tal como aconteció en México. No es aceptable ningún tipo de privilegio o asimetría entre los candidatos miembros de partidos políticos y los candidatos independientes. Lo anterior permitirá que los principios y valores como el humanismo estén representados por políticos y ciudadanos independientes en la Nueva Carta Fundamental.

De esta manera volveremos a entregarle legitimidad y representatividad a la política y fortaleceremos el Estado con más ética, solidaridad y fraternidad. Debemos recordar, lo dicho por el jurista y politólogo alemán, Hermann Heller respecto a que el Estado es: “un hecho humano, cuyo objeto y sujeto somos nosotros mismos, apunta más allá de sí mismo al futuro. Este aspecto evolutivo se construye con un contenido de valores políticos que no hay que buscar en algún lugar, en alguna esfera separada de la realidad estatal, sino en la voluntad de los propios hombres que actúan políticamente” [5]. A esto debemos agregar sean de partidos políticos o independientes. Sobre todo que como dijo Nietzsche: “En el mundo hay más ídolos que realidades”.

[1] Giovanni Sartori. (2002). Partidos y sistemas de partidos. Madrid, España: Alianza.

[2] Luis Corona Nakamura y Genaro Hernández Velazco. (2015). Las candidaturas independientes en México, Revista de Investigações Constitucionais, vol. 2, N° 2, Universidade Federal do Paraná.

[3] Gabriel Amunátegui. (1952). Partidos políticos, Editorial Jurídica de Chile, Santiago.

[4] Eduardo Benes. (1941). Democracia de hoy y de mañana, Ediciones Minerva, México.

[5] Hermann Heller. (1955). Teoría del Estado, –Fondo de Cultura Económica, México