Por Juan Medina Torres.- En su tercera encíclica, “Fratelli Tutti”, el Papa Francisco expresa su preocupación por la falta de fraternidad y amistad social que vivimos en el mundo de hoy y aboga por una cultura del encuentro.
Francisco nos dice que entrega esta “encíclica social como un humilde aporte a la reflexión para que, frente a diversas y actuales formas de eliminar o de ignorar a otros, seamos capaces de reaccionar con un nuevo sueño de fraternidad y de amistad social que no se quede en las palabras”.
Siendo la encíclica un documento de carácter universal, tiene la capacidad de hacernos sentir que está dirigida a cada uno de los chilenos, porque encontramos en ella un análisis de todos los problemas que aquejan a nuestro país: la pérdida de conciencia histórica, la desconfianza, la pérdida de algunos valores, la polarización política, la imposición de un modelo cultural único, la cultura del descarte que afecta principalmente a los no nacidos y a los ancianos, la inequidad que favorece el crecimiento de la pobreza y otros.
El bien, dice el Papa, como también el amor, la justicia y la solidaridad, no se alcanzan de una vez para siempre; han de ser conquistados cada día. Es una tarea permanente. Advierte la atomización del ser humano en un mundo masificado que hace prevalecer lo intereses individuales y debilita la dimensión comunitaria de la existencia. Enfatiza la penetración cultural de una especie de “deconstruccionismo”, donde la libertad humana pretende construirlo todo desde cero. Deja en pie únicamente la necesidad de consumir sin límites y la acentuación de muchas formas de individualismo sin contenidos.
El Papa critica el actual modelo económico cuyo norte son solamente las ganancias. Mientras una parte de la humanidad vive en opulencia, otra parte ve su propia dignidad desconocida, despreciada o pisoteada y sus derechos fundamentales ignorados o violados.
Francisco nos llama a cuidar el medio ambiente, pero para ello, dice, necesitamos constituirnos en un “nosotros” que habita la casa común. Ello significa que debemos dejar de lado el individualismo que caracteriza nuestra sociedad.
En “Fratelli Tutti”, el Papa nos invita a acercarnos, tratar de comprendernos, buscar puntos de contacto, como una forma de construir un futuro común, y eso se logra mediante el DIALOGO. Dialogar para encontrarnos y ayudarnos mutuamente. Pero ese diálogo tiene que construirse respetando el punto de vista del otro, teniendo presente que el otro tiene algo que aportar con argumentos racionales.
Para alcanzar la fraternidad como un valor, el Papa propone una cultura del encuentro, que visualiza como un poliedro que tiene muchas facetas, muchísimos lados, pero todos formando una unidad cargada de matices, ya que “el todo es superior a la parte”. “Porque de todos se puede aprender algo, nadie es inservible, nadie es prescindible. Esto implica incluir a las periferias… Quien está en ellas tiene otro punto de vista, ve aspectos de la realidad que no se reconocen desde los centros de poder donde se toman las decisiones más definitorias”.
Es interesante su mirada sobre los pueblos originarios: “No están en contra del progreso. Si bien tienen una idea de progreso diferente, muchas veces más humanista que la de la cultura moderna de los desarrollados”, y agrega que la “intolerancia y el desprecio ante las culturas populares indígenas es una verdadera forma de violencia, propia de los ‘eticistas’ sin bondad que viven juzgando a los demás.
Finalmente, Francisco nos propone caminos de reencuentro. Hacen falta, dice, caminos de paz que lleven a cicatrizar las heridas. Entendiendo por reencuentro un “trabajo paciente que busca la verdad y la justicia, que honra la memoria de las víctimas y se abre, paso a paso, a una esperanza común, más fuerte que la venganza”.
En los tiempos que vive nuestro país es necesario aceptar la invitación de Francisco y reflexionar para hacer posible una comunidad más comprometida con la fraternidad y la amistad social.