Por Hugo Cox.- Desde la aprobación del retiro del 10% de los Fondos desde las AFP (que significó una derrota política para el gobierno), pasando por el cambio de gabinete (bautizado por la oposición como el gabinete del rechazo), hemos llegado a un conflicto en la Araucanía que no parece tener una salida política en el corto plazo: tomas de municipios y servicios públicos, incendios de maquinaria y camiones, enfrentamientos con fuerzas especiales de Carabineros, y la participación de agricultores con enérgicas manifestaciones de racismo que contado, a lo menos, con la tolerancia de la policía uniformada (circulan muchos videos que dan cuenta de esta realidad).
Por otra parte, han surgido manifestaciones rechazando el actuar de los Tribunales de Justicia. Casos como el de Temuco (Pradenas) y, últimamente, lo de Villa Alemana (Caso Ámbar) junto a otros que no han llegado a los titulares, los llamados velados a hacer justicia por mano propia ante lo que denominan falta de Estado de Derecho son constantes.
La justicia por mano propia es una anomalía institucional en que las personas, en lugar de legitimar y acudir a las instancias que han sido creadas con el propósito de resolver conflictos, deciden resolverlos por sí mismo. Este fenómeno es muy peligroso ya que la violencia se legitima y, finalmente, quienes “ganan” son los extremos, de derecha o de izquierda (Infantilismo Revolucionario). Entre otras variables, su causa es la falta de credibilidad del gobierno, en un ambiente que lo percibe mayoritariamente como debilitado y cuestionado.
En los momentos actuales, el Ejecutivo demuestra escasas posibilidades de respuesta política ante los conflictos que atraviesa Chile, que es un país diverso y extremo donde las crisis pusieron al desnudo la violencia del mercado y de la desigualdad.
La credibilidad es básica en las relaciones humanas, es el resultado de la honestidad, de la congruencia y la rectitud, virtudes que todos desean ver en quienes nos rodean y en nosotros mismos. Ahora, quien aspira a influir en los demás, a convencer a la ciudadanía para que siga un rumbo, a alcanzar una meta común, debe ser confiable y, por lo tanto, creíble.
En síntesis, para fortalecer la credibilidad, el Presidente y el gobierno tienen que alinear sus palabras a sus actos de manera consistente, para ser y parecer creíble. Pero esta posibilidad está lejos de ser realidad, ya que la capacidad de enmendar rumbos depende de la capacidad de reconocer en términos reales la complejidad y la solución de los fenómenos. El gobierno, en la práctica, actúa de manera diferente.
La realización del plebiscito será el mecanismo a través del cual Chile podrá salir del estado actual y encontrar un camino político con la participación de las mayorías, que permita ir dejando atrás la crisis y buscar un nuevo destino.
Pero la consulta ciudadana enfrenta el riesgo de no realizarse, ya sea por la crisis sanitaria o por la instalación de la violencia en forma de provocación, pese a que el gobierno ha reiterado el compromiso de garantizar la realización del plebiscito, las autoridades del servicio electoral avanzan en visar todos los protocolos sanitarios y el Congreso ha ido aprobando los cambios legales que son necesarios.
El primer obstáculo es el sanitario, pero con los protocolos necesarios pueden permitir la realización de este evento.
El segundo obstáculo está dado por el tenso y complejo escenario político, económico y social que hoy está presente en el país. Con un gobierno debilitado y que no escucha los problemas reales y las demandas de la ciudadanía, cruzado por fuertes contradicciones respecto a la conveniencia del proceso constituyente, con un gabinete del rechazo compuesto por ministros que han declarado abiertamente su oposición al plebiscito (sobre todo el ministro del Interior y el Canciller), la derrota en el plebiscito sería muy complejo de asumir para el oficialismo. Por eso la mayoría de la derecha y del gobierno no quieren plebiscito.
El tercer obstáculo que puede impedir la realización del plebiscito, es un posible octubre violento y convulsionado en un Chile con una profunda crisis social y económica en que más de dos millones de personas han perdido su empleo y las ayudas que reciben están llenas de letra chica y han sido insuficientes, apareciendo en el horizonte el fantasma del hambre y la necesidad extrema
El malestar que se expresó en octubre se ha visto agravado con efectos demasiado adversos, y lo más probable es un nuevo estallido más complejo.
En verdad, aunque la violencia no es avalada por ningún sector político, esta encuentra un sustento en la ciudadanía cuando ve que todos los caminos se cierran. Según algunas encuestas, más de un tercio de la ciudadanía justifica la violencia como la forma de abrir espacios ante sus demandas.
Estos tres obstáculos descritos podrían empujar a una suspensión del plebiscito, mientras una ciudadanía que ya no cree en las instituciones y un conflicto en la Araucanía que tiende a agravarse, ponen al país al borde de un precipicio.
Ante ello, urge la unidad de la oposición en torno a ideas claras para enfrentar los conflictos por lo que atraviesa el país. Es momento de dejar la política con minúscula. La actual cartografía política exige la unidad en la diversidad y, en ese contexto, recuperar cierta armonía.
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