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El post de Gonzalo Martner: Malos tiempos en la DC y el PS

Por Gonzalo Martner.- Parece que los muy ricos terminarán pagando menos impuestos en un país inaceptablemente desigual, aunque el gobierno actual de los grandes empresarios no tiene mayoría parlamentaria. Por el momento la regresión tributaria avanzó gracias al apoyo de la DC en la Cámara. El presidente DC Fuad Chahín aduce que, a cambio, las pymes pagarían menos impuestos, pero más bien la nueva norma amplía beneficios tributarios a las empresas subiendo los límites mínimos de ventas. Se disminuyen los impuestos de ese modo a empresas que difícilmente pueden considerarse pymes. ¿Cómo puede explicarse esta conducta, dado que la DC fue, sin ir más lejos, la que estableció con Frei Montalva el único impuesto al patrimonio que ha existido en Chile, posteriormente derogado por la dictadura? Desgraciadamente pareciera estar operando lo que dramáticamente viene corroyendo la democracia imperfecta construida a duras penas desde 1990: la penetración persistente y sistemática del poder empresarial en la política. No es poca cosa. Esperemos que el Senado revierta, con los senadores progresistas y gente DC consecuente como Huenchumilla y Provoste, la contrarreforma tributaria regresiva del gobierno.

El PS, por su parte, fue atacado irresponsablemente en estos días por la vocera de gobierno. Afirmar que el PS tiene que aclarar sus vínculos con el narcotráfico es una ofensa a una institución respetable con una larga historia y una trayectoria muy digna y honesta. Esto habla, una vez más, muy mal del gobierno.

Pero hay un problema: la actual dirección, que tiene todo atado y bien atado internamente y cree que con eso se hace política, se niega a dar cuenta a cabalidad de lo grave que fue constatar la presencia reciente de narcos en sus filas en una comuna. En 2017 un ex vicepresidente fue expulsado por contratar a condenados por narcotráfico en el municipio que dirige y hacerlos parte de las elecciones internas. Pero el grupo del alcalde sigue siendo parte de la alianza de grupos (cuyas posturas políticas apenas se conocen) que gobierna al PS.

Incluso en la más reciente elección interna una persona logró un cargo en el Comité Central aunque tenía antecedentes delictivos. Una denuncia le impidió acceder al cargo, pero es increíble que estas situaciones se produzcan. El problema que no se quiere abordar es que persistirá la presencia de este tipo de indeseables en el PS si no se renuncia a mantener un padrón clientelar, en el que apenas quedan militantes antiguos que conocen de la larga trayectoria de lucha y sacrificio del PS. A los recientemente reclutados no se les entrega siquiera alguna formación mínima sobre el programa y propósitos del PS (que a estas alturas, aparte de acceder a espacios de poder burocrático, en la práctica ya no tiene) y sobre su historia. Un partido cuya oferta esencial es «venga conmigo que aquí tendrá una escalera para ocupar cargos públicos porque aunque no propongamos nada distinto a los demás partidos igual hay gente que nos vota por nuestra historia y prestigio pasado» evidentemente termina con personas poco deseables en sus filas, o que en todo caso no están dispuestas a luchar por hacer avanzar su proyecto democrático e igualitario. La historia de los partidos clientelares en América Latina está plagada de ejemplos de este tipo (una mirada de la trayectoria del PRI y del APRA puede ser edificante).

Entonces existe un problema serio: la actual dirección -comisiones más, comisiones menos- no quiere reconstruir un padrón de militantes con obligaciones y con algún grado mínimo de compromiso y militancia para alcanzar objetivos políticos comunes. Teme perder el poder que ha conquistado con la manipulación de personas que son afiliadas con la promesa de obtener prebendas, en el mejor de los casos, o cobertura para delitos, en el peor. No es poca cosa semejante irresponsabilidad en un partido con la historia y peso del Partido Socialista de Chile.