Por Juan Medina Torres.- Tres veces exigió respeto el Presidente de la República, en un encuentro organizado por la Confederación de la micro, pequeña y mediana empresa, liderada por Rafael Cumsille, donde el Mandatario fue increpado por un asistente.
La situación es preocupante porque deja en evidencia una sociedad intolerante, con múltiples problemas de polarización.
El respeto es un valor humano y, como tal, nos define pautas de comportamiento tanto en nuestra vida privada como en nuestras relaciones sociales.
La palabra respeto viene del latín respectus que significa “atención” o “consideración”. Significa preocuparse por el impacto de nuestras acciones en los demás, ser inclusivos y aceptar a los demás por lo que son, incluso cuando son diferentes.
No es utópico pensar que el respeto, como valor humano, nos exige aprender a auto respetarnos para ser capaces de respetar a los demás. En definitiva, es un proceso educacional donde el acto de aprender a escuchar juega un rol muy importante.
Rafael Echeverría en su obra Ontología del Lenguaje, postula que “el acto de escuchar está basado en la misma ética que nos constituye como seres lingüísticos. Esto es, en el respeto mutuo, en aceptar que los otros son diferentes de nosotros, que en tal diferencia son legítimos y en la aceptación de su capacidad de tomar acciones en forma autónoma de nosotros. El respeto mutuo es esencial para poder escuchar. Sin la aceptación del otro como diferente, legítimo y autónomo, el escuchar no puede ocurrir. Si ello no está presente, solo podemos proyectar en los otros nuestra propia manera de ser. En vez de hacer eso, cuando escuchamos nos colocamos en la disposición de aceptar la posibilidad de que existan otras formas de ser, diferentes de la nuestra”.
Humberto Maturana expresa este mismo punto de vista cuando sostiene que “la aceptación del otro como un legítimo otro” es un requisito esencial del lenguaje. Si no aceptamos al otro como un legítimo otro, el escuchar estará siempre limitado y se obstruirá la comunicación entre los seres humanos. Cada vez que rechazamos a otro, restringimos nuestra capacidad de escuchar. Producimos la fantasía de escuchar al otro mientras nos estamos, básicamente, escuchando a nosotros mismos.
Ante esto podemos señalar que la democracia se funda en el principio de la diferencia, la legitimidad y la autonomía del otro y el éxito político se logra cuando somos capaces de escuchar de manera efectiva.
Nuestra tarea como sociedad es educar en el respeto, teniendo presente que es la base de una sociedad civilizada y solidaria, donde se respetan los derechos humanos.
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