En 1894, el astrónomo norteamericano doctor William Wallace Campbell, Director del Observatorio Lick de la Universidad de California, propuso a sus colegas realizar una expedición astronómica al hemisferio sur, cuyo cielo era totalmente desconocido, para estudiar las velocidades radiales de las estrellas.
En septiembre de 1900, el doctor Campbell logró que el doctor Darius Ogden Mills financiara la iniciativa que contemplaba la construcción de un telescopio de 36” de diámetro, 6”de espesor y 230 kilos de peso, el espectrógrafo y la cúpula. Entre los costos se consideraron, además, los gastos del flete de todo el equipo al lugar elegido para la estación, la construcción de las dependencias necesarias y la cancelación de los sueldos a los astrónomos involucrados.
El 28 de Febrero de 1903 zarpó desde San Francisco la expedición con rumbo a Valparaíso. A cargo del equipo científico viajó el astrónomo, doctor William Wright, secundado por el doctor Harold K. Palmer. Luego de cincuenta días de navegación llegaron a nuestro principal puerto el 18 de abril.
Una huelga de los trabajadores portuarios impidió desembarcar los equipos, debiendo esperar algunos días para trasladarlos a Santiago. Los doctores Wright y Palmer fueron recibidos en nuestra Capital por Henry R. Wilson, Ministro de Estados Unidos en Chile, y Manuel Foster Recabarren, Subsecretario de Relaciones Exteriores, quien en nombre del Gobierno de nuestro país, les ofreció toda clase de facilidades para desarrollar su tarea científica.
La elección del terreno, no deja de sorprendernos por cuanto hoy, los cielos de nuestra Capital están lejos de servir a los propósitos astronómicos que requieren los actuales programas científicos.
La construcción del observatorio, gemelo austral del gran telescopio Lick de California, se inició el 27 de mayo de 1903 . La tarea finalizó el 11 de septiembre de ese mismo año con la toma del primer espectrograma de una estrella.
En un principio el profesor Wright y su equipo se quedaron a vivir en el cerro. Los habitantes de Santiago miraban extrañados la construcción del observatorio ignorantes de su objetivo científico.
Cuando en 1928 finalizó el programa norteamericano de investigaciones astronómicas en Chile, Manuel Foster compró el observatorio y lo obsequió a la Universidad Católica de Chile, cuando era rector monseñor Carlos Casanueva Opazo. El director de este nuevo periodo de observaciones fue Rubén Toro Valenzuela, cuya labor tuvo importantes resultados reconocidos internacionalmente.
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