Contrariamente a lo que afirman sus promotores, la religión del wokismo ha llevado a la marginación del trabajo esencial requerido para mantener y mejorar la democracia.
Por Joseph Ernst.- La tan apreciada creencia en una paz y una seguridad duraderas ha tenido que enfrentarse a dos profundos shocks de la realidad en los últimos tiempos.
Primero vino la criminal invasión rusa de Ucrania. Luego estuvo el horrendo ataque contra Israel por parte de la organización terrorista Hamás.
¿Podría este shock de doble realidad señalar el fin de una era de autoengaño que ha sido fomentada en las últimas décadas en todo el mundo occidental por una élite política distante e hipócrita y por activistas de centro izquierda?
Tontos en la colina
La búsqueda altamente idealista y unilateral de la paz y la prosperidad ha llevado a la marginación del trabajo esencial requerido para mantener y mejorar la democracia.
Esto ha dado paso a un enfoque más tecnocrático, centrado principalmente en la gestión del bienestar social. Como consecuencia, ha surgido una nueva generación de políticos menos hábiles para navegar las complejidades de las relaciones internacionales, incapaces de discernir entre amigos y enemigos.
Culturalismo Über Alles
En cambio, han priorizado agendas sociales y culturales, atendiendo a menudo a las necesidades de los grupos minoritarios más pequeños.
De hecho, el “wokismo” ha generado una construcción social que permite que todos se sientan discriminados y, por lo tanto, tengan derecho a beneficios pagados con cargo a las arcas públicas (es decir, dinero de otras personas) sin estar dispuestos a hacer ninguna contribución propia.
Como cualquier enfoque desequilibrado de las políticas públicas tiende a acelerarse antes de colapsar, esta ideología fuertemente colectivista ahora ha evolucionado hasta convertirse en el concepto de “wokismo”.
Preferirían estar ciegos
La base del presunto derecho ya no es una necesidad comprobada, sino más bien el sentimiento de merecer un trato especial basado en supuestas diferencias entre ellos y los demás, sin importar cuán oscuras sean las razones.
El principal problema con los colectivos es que tienden a priorizar la identidad colectiva sobre los derechos de los individuos, lo que puede fomentar dinámicas políticas divisivas.
¡El New York Times señaló el problema en 1962!
El New York Times había identificado el problema en un contexto estadounidense ya en 1962, hace seis décadas:
“La cuestión no debe ser si un grupo reconocible por sus rasgos de color o su cultura tiene sus derechos como grupo. No, la pregunta es si algún individuo estadounidense, independientemente de su color, rasgos o cultura, se ve privado de sus derechos como ciudadano estadounidense. Si el individuo tiene todos los derechos y privilegios que le corresponden según las leyes y la Constitución, no debemos preocuparnos por los grupos y las masas; de hecho, esos no existen, excepto como figuras retóricas”.
Lo woke es el evangelio de la envidia
La verdad fundamental con la que tenemos que contar hoy es que las formas cada vez más imaginarias de colectivismo, que ahora han encontrado su punto culminante absurdo en la religión del wokismo, es ésta: el wokismo es esencialmente el evangelio de la envidia que las principales democracias occidentales han permitido fomentar en sus sociedades en ausencia de una amenaza externa clara.
El largo proceso de fragmentación de las sociedades occidentales en numerosas facciones minicolectivistas también ha socavado el gobierno popular.
Este proceso ha vaciado nuestras democracias y, en cambio, ha fomentado una visión del mundo invertida, anticapitalista, antimodernista y esencialmente antidemocrática.
¿Disuasión a alguien?
Mientras que todas estas gimnasias mentales cada vez más complicadas de “Woke” (también conocido como Puff, el Dragón Mágico) se han salido de control. Las comunicaciones digitales los han acercado a sólo un click, perpetuando una mayor disparidad colectivista.
Mientras tanto, las democracias occidentales han luchado por mantener sus defensas y una postura inflexible de disuasión.
Sin amenaza, sin pensamiento
Inicialmente, esto se debió a la ausencia de una amenaza inmediata. Y luego, después de que se materializó, hubo una notable falta de voluntad en la mayor parte de la sociedad, no sólo en todos esos sectores minicolectivistas despertados, para reconocer el cambio en el panorama de seguridad.
Algunos, especialmente los socialdemócratas alemanes, se negaron a ver la realidad al aparentemente ingerir alguna sustancia ilegal que les permitió insistir en que el “oso ruso” fuera más bien tierno y adorable.
En términos más generales, a pesar de todo el antiamericanismo latente en la izquierda y la derecha europeas, había una disposición general a depender del firmamento de arsenales nucleares proporcionados por Estados Unidos. Esto transformó a los soñadores políticos en Europa en durmientes profundos.
Ser realistas
La amenaza recientemente reiterada de Donald Trump de socavar la supuesta coherencia de la OTAN ya ha provocado una reevaluación generalizada. Sus reflexiones, sumadas a la amenaza muy real de la Rusia de Putin, dejan poco lugar a la desunión.
El dicho “juntos resistimos, divididos caemos” define acertadamente el momento actual.
Hamás y su colectivismo deshumanizador y altamente explotador
La defensa de Israel de su libertad está desafiando aún más la vaga aceptación de formas brutales de colectivismo deshumanizador y altamente explotador, como lo que Hamás tiene reservado para el pueblo palestino, a quien mantiene como rehén.
Si bien Hamás ha eludido durante mucho tiempo la responsabilidad de ejercer un juicio racional o moral, muchos líderes árabes parecen aliviados de que Israel esté persiguiendo a estos terroristas de una manera muy dura para crear las bases para un mejor Oriente Medio.
Ahumado
La mayoría de los partidarios de Hamás y de la causa palestina no han tenido la agilidad mental –o la honestidad– para llegar a una conclusión similar llena de realismo. Prefieren a Puff el Dragón Mágico.
Conclusión
La situación actual pone fin a la ideología colectivista del wokismo. Lo que se necesita es un debate sobre la responsabilidad individual dentro del terreno común de la democracia.
Josef Ernst es periodista y experto en comunicación corporativa. Este artículo se publicó originalmente en TheGlobalist.com. Su título se modificó para mejor comprensión de los lectores en español.