Rodrigo Paz Pereira asume la presidencia de Bolivia tras vencer al MAS, abriendo un nuevo ciclo político con implicancias económicas y diplomáticas clave para la región.
Por Edgardo Riveros.- El triunfo de Rodrigo Paz Pereira como presidente de Bolivia posee una trascendencia especial: marca el fin de dos décadas de hegemonía del Movimiento al Socialismo (MAS), y abre paso a una nueva etapa liderada por el Partido Demócrata Cristiano. En la segunda vuelta, ambos candidatos eran opositores al oficialismo, lo que refuerza el giro político del país.
La elección contó con una participación del 87 % y se desarrolló de forma impecable. El resultado fue claro: Paz obtuvo un 54,6 % frente al 45,4 % de Jorge Quiroga. Esta diferencia es significativa considerando los desafíos que el nuevo mandatario deberá enfrentar: una crisis económica marcada por la escasez de combustibles, una inflación interanual del 23 % y una baja ostensible de las reservas en dólares.
Para enfrentar esta situación, el presidente electo necesita fortalecer la gobernabilidad. Sin mayoría parlamentaria, deberá negociar acuerdos con otras fuerzas políticas. En el horizonte aparece la posibilidad de alianza con la tercera fuerza electoral, Alianza Unidad, y también con Alianza Libre, base de apoyo de Quiroga.
La elección boliviana tiene implicancias relevantes para las relaciones bilaterales con Chile, que han estado sujetas a condiciones especiales, incluidos juicios ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ). La ruptura diplomática fue una decisión unilateral del gobierno boliviano, y desde entonces no existen relaciones normales entre ambos países.
En este contexto, cobra especial importancia la posición expresada por Rodrigo Paz durante la campaña: su disposición a reanudar las relaciones diplomáticas con Chile. Esta apertura podría permitir avanzar hacia una cooperación más efectiva, aprovechando las condiciones complementarias de ambos países.
Edgardo Riveros Marín es director del Centro de Estudios de Política Internacional, U. Central

