Por Diego Silva.- Cuando hablamos de contaminación ambiental se nos viene rápidamente la idea de agua contaminada, contaminación del aire (smog) o de los suelos (basura), pero rara vez pensamos en la contaminación acústica.
Y es que resulta extraño que el sonido o el ruido, siendo algo pasajero, algo que se lleva el aire, nos pueda hacer daño permanente o irreversible.
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El sonido es la región audible del espectro de frecuencias de una onda mecánica y se mide en decibeles. El ruido, por otra parte, se pude definir como cualquier sonido molesto para nuestros oídos y según la RAE es un sonido inarticulado que, por lo general, es desagradable.
La Organización Mundial de la Salud plantea que 55 decibeles al aire libre es bueno, mientras que sobre 75 es riesgoso para la salud al pasar de ambiente “poco ruidoso” a “ambiente ruidoso”.
El último miércoles de abril, se conmemoró a nivel internacional el Día Internacional de Conciencia sobre el Ruido, y su principal objetivo es la promoción y comprensión del ruido como un problema del medio ambiente.
Esto, con el fin de reconocer los distintos impactos que tiene sobre la salud de las personas y su calidad de vida, tomar conciencia de ello y se desarrollen distintas acciones en afán de prevenir el ruido en los distintos lugares, como la escuela, el trabajo o el hogar.
Este día fue instaurado el 24 de abril de 1996 por The Center for Hearing and Communication en Nueva York, mientras que en Chile se celebra desde el año 2006 a través del Ministerio del Medio Ambiente.
Los niveles más altos de ruidos están asociados a vías de altos flujos vehiculares, a los cuales estamos expuestos en nuestro día a día mientras caminamos por las calles de la ciudad.
Sin embargo, esta situación aislada presenta el riesgo de convertirse en una inequidad en salud en el momento en que el ruido está en la ventana de nuestra vivienda o lugar de trabajo.
Visto desde la salud pública, las circunstancias materiales en la que vivimos son parte de la calidad de la vivienda y del vecindario, donde el ruido se puede convertir en una determinante social de la salud intermedia.
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