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Lectura: Escuela Japón de Antofagasta: educación de calidad
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Opinión

Escuela Japón de Antofagasta: educación de calidad

Última actualización: 7 de octubre de 2025 8:54 pm
4 minutos de lectura
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antofagasta
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Mientras el sistema educativo chileno se enreda en burocracia y postergaciones, experiencias como la Escuela Japón en Antofagasta demuestran que educar con vocación, ética e innovación sigue siendo posible. Solo falta que el liderazgo político esté a la altura.

Por Carlos Cantero.- En tiempos de profundo cuestionamiento a la calidad de la educación en el sistema educativo chileno, el Ministerio de Educación ha decidido postergar el traspaso de la educación municipal al Servicio Local de Educación Pública (SLEP) de Antofagasta hasta el año 2027, argumentando que aún existen puntos críticos, principalmente en materia financiera y de dotación de equipos. Llama la atención que el nuevo sistema parta desfinanciado. Frente a este escenario, vengo a expresar la convicción de que la educación se desgarra por ideologismos absurdos.

Como dice el refrán popular: “se rasca donde no pica”. Los problemas de calidad en la educación son profundos y estructurales. Derivan de una mala concepción, de excesivos procesos normativos y burocráticos, y de la multiplicidad de servicios involucrados. En este negativo cuadro, estamos lejos de superar la crisis educativa, que refleja decisiones altamente politizadas.

He examinado diversos entornos educativos, algunos de ellos muy bien orientados e implementados, especialmente en países desarrollados. Por eso quiero destacar, en medio de la pobreza cualitativa que afecta a Chile, algunos casos que constituyen verdaderos referentes. A modo de ejemplo, hace unos días visité la Escuela Japón (D58), en Antofagasta, cuya directora, Silvia Vega, lidera un equipo profesional de excelencia. Me encontré con una comunidad educativa impresionante por su compromiso y sentido vocacional, al asumir que educar es amar.

Nada tiene que envidiar a las mejores experiencias internacionales: observé estudiantes formados en valores éticos, con identidad nacional, hábitos culturales destacados, y habilidades tanto duras como blandas altamente desarrolladas. El proceso pedagógico está bien planificado, con equipamiento óptimo para nuestro medio: central de apuntes, policlínico, infraestructura bien mantenida, y jardines que denotan el cariño de quienes los cuidan como parte del proceso educativo. Destaco especialmente su sala de recursos educativos, que equilibra lo analógico tradicional con lo digital, logrando gran impacto en sus destinatarios: niñas y niños del sistema.

Pensando en visibilizar esta experiencia de excelencia, consulté: ¿cuáles son las claves gestionales de la Escuela Japón de Antofagasta? Se me respondió que están comprometidos con un liderazgo pedagógico de vocación ética y humanizadora; resiliencia profesional de docentes y directivos; liderazgo docente basado en reflexión y colaboración; formación continua y situada; e innovación con propósito. Además, buscan la mejor asesoría externa: aquella con compromiso, excelencia y alta calificación probada, que ayuda a ordenar los recursos materiales y humanos en beneficio del proceso educativo.

Motivado por esta experiencia, reflexionaba: ¡aún tenemos esperanza! Hay muchas educadoras y educadores de excelencia que irradian compromiso por las nuevas generaciones. Solo falta el liderazgo adecuado para una educación con amor vocacional. ¡Felicitaciones a estos referentes icónicos! Ojalá que en Chile los decisores valoren estos ejemplos y los consideren al momento de tomar decisiones trascendentes para el futuro de la educación.

Carlos Cantero es geógrafo y doctor en Sociología.

ETIQUETADO:Antofagastaeducaciónescuela
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