ElPensador.io.- A los 95 años de edad, en su domicilio de Grignam, a los pies de un castillo de roca blanca y rodeado de una aplastante naturaleza viva, partió el poeta Philippe Jaccottet (1925-2021). Considerado el poeta vivo más importante de la lengua francesa, Jaccottet -nacido suizo- deja una obra extensa de crítica, ensayo, poesía y la traducción de las obras de Rainer María Rilke, Thomas Mann, Friedrich Hölderlin, su amigo Giuseppe Ungaretti y una versión legendaria de La Odisea de Homero.
El tono reflexivo y melancólico de su poesía influida por el simbolismo francés fue compilado en vida por la colección de La Pléiade, reservada por Gallimard solo para los más grandes clásicos de su lengua. Uno de sus traductores al español, Fernando Romera Galán, doctor en Teoría de la Literatura y director del Máster en Formación del Profesorado de la Facultad Ciencias Sociales y Jurídicas de la Universidad Católica de Ávila, España, recuerda a Jaccottet tanto como lector infatigable de su obra, como objeto de estudio y bisagra relevante de su tiempo. “Su poesía, como me comentó en alguna ocasión Alex Susanna, es pura «porcelana», señala.
“He tenido la suerte de ser el traductor de algunas obras, pero también de seleccionar los poemas que se publicaron y de escribir las oportunas introducciones. Mi primer contacto con la traducción de sus poemas fue una antología de poesía francesa en la que figuraban, además, Jacques Reda, Ives Bonnefoy y Bernard Noël. La segunda de las obras fue una selección de 24 poemas de varios de sus libros. Philippe Jaccottet no era aún muy conocido en España, salvo en los circuitos habituales de grandes lectores de poesía y a pesar de que ya había alguna otra traducción de sus poemas, sobre todo las de Rafael José Díaz. Hay un poema muy especial de Jaccottet de cuya traducción guardo un recuerdo muy preciso: Derrière la fenêtre dont on a blanchi le cadre.
[Tras la ventana de marco enjalbegado
(contra las moscas, contra los fantasmas)
se inclina sobre una carta o sobre las noticias
del lugar, la cabeza canosa de un anciano.
La yedra oscura crece sobre el muro.
Cuidadlo, yedra y cal, del viento del amanecer,
de las noches muy largas y de la otra, eterna]
Ese poema fue el primero que traduje de toda su obra y creo que en ese momento pude entrar a comprender la profundidad de su poesía”, recuerda Romera sobre su entrada a este estado de la poesía. Si bien ya conocía sus libros desde antiguo, el académico ya había leído parte de su obra cuando estudiaba Filología en la Universidad y lo consideró desde entonces como uno de sus favoritos. “Y lo ha seguido siendo. Sin embargo, nunca me había decidido a traducir ninguno de sus poemas. Había publicado algunos libros de poesía propios y no creía tener la experiencia suficiente, no ya como traductor, sino como poeta”, cuenta.
Aclara que para traducir los poemas de Jaccottet, cree imprescindible tener una experiencia propia con la poesía. En tal sentido, la experiencia poética de Jaccottet no es la de un poeta al uso: está en la línea de la poesía tradicional europea, tanto la francesa, como la alemana, la española o la italiana, sostiene Romera. “De hecho, él mismo había traducido poetas de estas lenguas. Por otro lado, es un poeta, en cierta manera, retirado del mundo, muy próximo a experiencias personales más cercanas a las de Montaigne, que a los treinta y ocho años se retiró a vivir una «vie de chàteau«. Es una actitud que impregna toda su obra. Yo estaba trabajando en mi tesis doctoral y traducir poesía suponía un ejercicio poético en un momento en el que era incapaz de escribir poesía. Así que creo que sí hay algo de mi propia voz en las traducciones. Eso a pesar de que siempre he procurado conservar en su mayor parte la pureza original de su obra, algo que, hoy por hoy, creo absolutamente imposible”.
-Como intérprete se destaca la exquisitez de una presencia imperceptible en su versión de La Odisea, por ejemplo. Personalmente, noto algo similar en su poesía que es casi un recurso documental y ajeno a grandes recursos del discurso poético. Muy discreto podría decirse. ¿Cuál es tu percepción al respecto?
Todo poeta que traduce pone su voz al servicio de otro. Es la lógica lingüística. Nuestro ideolecto nos delata, también en la traducción. Las traducciones de Jaccottet son también poesía de Jaccottet. Pero creo que pocos poetas han sido tan respetuosos con los ritmos y la gramática original como él. Sus traducciones de Góngora (¡Góngora nada menos! ¡Quizás el más difícil de nuestros barrocos!) procuran respetar incluso el orden de los hipérbatos, las cesuras, los epítetos, una cierta equivalencia fonológica… Y sin embargo le otorga una sutilidad semántica que, sin duda es propia. Algo que es obvio en la selección de los textos que se traducen. Del caudal de literaturas que se leen, Jaccottet selecciona, creo, aquellos más cercanos a su propia visión del mundo y a su propio conocimiento lingüístico. Traducir no es traicionar; muy al contrario, es revelar.
-Sus pares reconocen a Jaccottet como un autor que vivía sin comodidades en Grignan. Ese rigor del hombre austero, piadoso y protestante, del gran caminante. ¿Qué nos dice esto sobre sus versos?
Grignan es un precioso pueblecito relativamente cercano a Avignon, de casas antiguas con contraventanas blancas y azuladas y a los pies de un hermoso castillo. Desde luego no son las comodidades de la gran ciudad, pero sí las de la vida en el campo: hermosos lugares por donde pasear, paisajes ya casi mediterráneos y preciosas colinas… No sé muy bien si su poesía es austera en ese sentido. La naturaleza, el paisaje en sí no es algo austero. Es un prodigio de significado producido a lo largo de los siglos que se ha ido ocultando en el lenguaje y que se borró, en cierta medida, con la percepción egocéntrica de la naturaleza que trajo el romanticismo (algo que él, como buen traductor de poesía romántica, conocía bien). Desde ese punto de vista, no creo que la poesía de Jaccottet sea austera o sobria. Creo que tiene los recursos de la poesía más clásica, en cierta manera esencial, pero dotada de un poder lírico como pocos poetas han conseguido recientemente. Eso es lo que está en sus paseos, en Pensées sous les nouages, por ejemplo. Por otro lado, tendemos a ver siempre la poesía como un género autobiográfico, algo que creo un error de principio. Ver siempre la vida del autor en los versos no siempre es correcto a no ser que se entienda la vida como otras cosas más: las lecturas habidas, la herencia cultural en que vivimos… Si la vida es todo ello, entonces hemos de considerar que en los versos de Jaccottet hay una buena parte de autobiografía. De lo contrario, creo que haríamos una lectura muy parcial
-Traducir es sacrificar algo, es perder restos del grano en el camino entre el molino y la casa. En el caso de Jaccottet, él operaba desde ambos lados como poeta y traductor. A favor o en contra, ¿qué dirías que se pierde en la traducción de Jaccottet al español?
Depende del traductor; depende de lo que queramos dejar del origen. El traductor elige esa línea delgada en la que ejerce su influjo. Siguiendo con tu metáfora, depende de cómo llevemos el saco de grano. A mí me preocupaba mucho la musicalidad original, el ritmo. No existe poesía sin musicalidad; será otra cosa, quizás interesante, pero no poesía. Creo que esa es la mayor dificultad y en ella se pierde buena parte del significado del poema, porque el ritmo también significa aunque no tenga un referente. Es la significación sentimental y personal del poema. Eso suele ser intraducible y necesita de una versión en tu propia lengua, en el ritmo y la musicalidad propia de tu lengua. La musicalidad del francés comparte muchas cosas con otras lenguas romances. Pero el español, al menos el castellano en el que yo vivo y al que, quiera o no, traduzco, tiene un acento de intensidad algo diferente. Además, nuestra lengua acentúa en la penúltima sílaba y el francés tiende a hacerlo en la última. Su ritmo es diferente. El gran Rubén Darío nos facilitó el camino al sonido del francés en la poesía española. Pero me cuesta reconocer que Jaccottet representa sólo al gran poeta francés. Creo que en él hay mucho de otras muchas lenguas, de todas las que ha traducido, del español también, de Góngora, de los poetas del 27, de un buen número de poetas hispanoamericanos…
-Y en virtud de lo anterior y en un sentido del patrimonio literario, ¿Te atreves a reflexionar sobre lo que la humanidad pierde con la partida de Jaccottet? , ¿Qué nuevas puertas se abren a partir de su trabajo?
Del poeta importa su obra. Uno no sabe cuándo la obra propia está ya hecha o si escribe sobre lo ya escrito. No sabe qué puertas quedan aún por abrir. Sin embargo Jaccottet fue un gran poeta hasta el final. No sé si hay una cierta escuela basada en sus poemas. Reconozco influencias poderosas suyas en no pocos poetas españoles. Pero siento que era un poeta demasiado personal, muy reconocible en sus versos y cuya voz es delicada en extremo. De esto te das cuenta cuando traduces a un poeta. Mal está que yo lo diga, pero Jaccottet es, en cierta manera, intraducible porque su propia poesía se basa en una búsqueda permanente del silencio, de la palabra sin imagen que buscaba una denotación pura.
Y, además, un poeta de una cultura muy sólida y muy amplia, que basó su propia poesía en la tradición poética europea. Y, con todo, logró lo que quisiera cualquier poeta: una voz propia con la que ordenar el mundo. Eso es la poesía, ordenar lo complejo de la vida mediante una lengua. No hay muchos poetas que lo hayan conseguido. Jaccottet fue, seguramente, el mejor poeta del último siglo en su lengua, con el permiso de dos o tres más… Tendrá que pasar este tiempo para encontrar otro poeta que lo sea de su propio tiempo. Recuerdo una conversación que tuve con el también poeta, traductor y escritor Alex Susanna. Me dio su opinión personal sobre Jaccottet: «su poesía es porcelana», dijo. Creo que esa metáfora lo resume todo.
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