Por Sebastián Sánchez y José Orellana Yáñez.-Como es evidente, el mundo se encuentra en franca tensión pandémica y política, sin embargo, esta situación no implica un estancamiento, pausa o inacción en el ámbito de la geopolítica global representada por las grandes potencias y las de alcance medio, que buscan consolidar sus influencias en la escala que les corresponda.
Desde ahí, no es poca la tinta que se ha ocupado para analizar cómo los poderes globales, nacionales y empresariales se proyectan para avanzar en la misma competencia en la que han estado en el tiempo histórico, específicamente desde la modernidad o postmodernidad, en cuanto a la búsqueda de posicionamiento, en lo posible hegemónico, elemento siempre estratégico de las políticas exteriores de estos estados de escala global. Esta búsqueda de poder hegemónico cobró relevancia en el escenario transicional inaugurado tras la caída del Muro de Berlín, la desintegración de la URSS y en consecuencia fin de la Guerra Fría, lo que permitió el realineamiento de las potencias globales, las que ahora, se siguen enfrentando en el contexto pandémico.
Mientras EEUU supera su proceso electoral en reñida y polémica disputa entre Donald Trump y Joe Biden, China continua en una regular y paciente proyección, haciendo de la vacuna SINOVAC, no sólo su herramienta de manejo de la pandemia y su ayuda internacional, sino que su tridente de apertura global, no sólo en la venta y cooperación, sino que también comprometiéndose con toda su voluntad en la búsqueda de soluciones globales para contribuir a resolver la pandemia. Un claro ejemplo, fue el referido a su apoyo irrestricto a la Organización Mundial de la Salud (OMS), ante el vacío que posibilitó la administración Trump, cuando, no sólo la criticó por su desempeño en la gestión de la pandemia, sino que le restó recursos económicos para su funcionamiento. Paralelamente, China avanza en consolidar acuerdos de integración en su anillo de influencia directa, como son los países vecinos de Asia Oriental, con ojo siempre pendiente de lo que ocurre en su mar meridional, el cual se encuentra regularmente observado desde occidente respecto de posiciones militares y comerciales (rutas).
Hong Kong y Taiwán representarán un desafío de seguridad e identidad nacional, que lo contrapone con el resto de los países de occidente, producto de los intereses tácticos y estratégicos, sea por presupuestos geopolíticos asociados a los equilibrios de poder, o bien, como producto de acciones territoriales concretas asociadas. Así, la milenaria ruta de la seda, continua paso a paso su concreción, no sólo en su tradicional cartografía, sino que en la diversificación de la misma, según lo permite, además, el proceso de globalización.
Mientras, la administración Biden, pronta a cumplir sus primeros 100 días, con discurso al Congreso Nacional incluido, indicando una serie de medidas que suponen el realineamiento de gestión interna (mayor gasto social) y externa, ad hoc a la tradición de potencia hegemónica. Biden se abre paso en un EEUU tensionado por una mezcla de dificultades internas que van desde el conflicto racial, siendo George Floyd, el ícono en esta oportunidad de tal situación (supremacistas incluidos), pasando por la fractura política ideológica-económica al interior del territorio, creando una geografía política de conflictividad (trumpistas v/s el resto), pero también social dadas las anteriores evidencias de aumento de pobreza, profundizadas ahora por la pandemia, agregándose la gestión migratoria fronteriza que ofrece su vecindad con Latinoamérica (prioritariamente), la que quedó muy cuestionada por su nivel de deshumanización exacerbada en la era Trump, la que nunca –hay que reconocer– ha sido del todo comprensiva con el fenómeno migrante latino. A su vez, Estados Unidos busca reintegrarse a cuanto foro internacional (acuerdo de París, por ejemplo), al que se restó gracias a Trump.
Todo lo anterior, además, administrando la pandemia, siendo uno de los países menos eficientes y más erráticos para gestionar soluciones y cuidados para con su población (no implica que no existiese acción farmacéutica orientada a la población nacional y global). Cabe indicar, que una de las positivas valoraciones que realizó Biden, en su discurso al congreso, tuvo que ver con este punto, a propósito de su plan de vacunación, más asertivo y veloz. Su política exterior, por otra parte, debilitada aún, entrega algunas señales de continuidad respecto de la salida de Afganistán, cuestión que ciertamente será un “puntos suspensivos”, respecto de cómo operarán Rusia, Turquía y la Unión Europea respecto de esta situación de vacío de poder (ya habían salido fuerzas previamente), que provoca la salida de este hegemón de ese país. También, será un desafío, el cómo se desplegarán los diferentes actores internos de este estado nación. Los anuncios explicados en su discurso al Congreso, simbólicamente flanqueado por dos mujeres (la vicepresidenta y la presidenta de la cámara de representantes), marcan un derrotero que algunos analistas indican es el principio del fin del neoliberalismo estadounidense, y principio de un nuevo enfoque de desarrollo (agresivo y no consensuado con los republicanos), todo centrado en reposicionamiento en el sistema internacional y contención del trupismo. Habrá que ver que ocurre, como siempre.
Por otro lado, en la Federación Rusa, con Wladimir Putin, se observa un despliegue geopolítico hacia la frontera ucraniana (también retroceso táctico), a propósito de la tradicional búsqueda de influencia que no fue tema en la era soviética (era parte de la URSS), pero que durante la Rusia zarista y antes, siempre estuvo dentro de su anillo de interés territorial. La cuestión de Crimea, que es la conflictividad en la cual se organiza parte de la política exterior rusa y la ucraniana, por la anexión de la primera de la península de Crimea, será una constante, ya que existen otros intereses preocupados por tal situación (Unión Europea, EE UU, China), cuestión similar ocurre con los territorios pro-rusos de la región del Donbás (provincias de Donestsk y Luhansk), objeto de la escalada del conflicto reciente.
En otro tópico geopolítico, Rusia capitaliza regularmente su hegemonía sobre el Ártico, en lo que se ha venido a denominar la “guerra silenciosa por el Ártico” (China, EE UU, y la UE), a propósito de las rutas marítimas que se facilitan dada la acción de calentamiento global y el derivado derretimiento del hielo, sumándose las situaciones pendientes en la delimitación y demarcación marítima sobre el mismo. Por otra parte, Putin, busca consolidar su poder personal, cual autócrata, avanzando en el año 2020 en una reforma constitucional que le permite estar en el poder, vía elecciones democráticas por 12 años más, reforma que ganó inapelablemente en referéndum convocado para tales efectos. Mientras, tiene que administrar una oposición que pareciera ser, se consolida en tiempo y espacio, tras la acción y gestión de su opositor Alexei Navalny, el que hoy se encuentra encarcelado por el régimen (antes disputó elecciones y sufrió de envenenamiento comprobado, responsabilizando el Kremlin), a causa de aparentes vulneraciones a la ley rusa.
Con todo, la Federación Rusa se ha colocado a la vanguardia en cuanto posibilidad de solución de la pandemia por medio de la creación de la vacuna Sputnik V, rememorando (por el nombre) su éxito de política exterior, respecto de la carrera espacial-armamentista durante la Guerra Fría, cuando envió a orbitar con éxito el primer satélite artificial el año 1957. Esta acción, claramente, se asemeja a la acción China, como la estadounidense (menos estridente, por su debacle sanitaria), en cuanto herramienta de proyección geopolítica sobre sus áreas de influencia directa e indirecta. Además, la misma vacuna ha sido catalogada como efectiva asegurándole prestigio técnico y científico a la Federación Rusa. Así, Rusia, continúa avanzando, teniendo incluso como socio a China en materias diversas.
Mientras, Europa, sea en su condición de estados independientes autónomos, o bien agrupada en la Unión Europea (27 estados), en el proceso de pandemia, se ha visto sistemáticamente tensionada producto del comportamiento pandémico (contagios y muertes excesivas, redes asistenciales medicas colapsadas), pero más complejo aún, respecto de cómo la población asumió las diferentes medidas sanitarias, que con el tiempo han sido resistidas de forma evidente por medio de manifestaciones ciudadanas. Un caso emblemático ha sido Alemania, donde, después de ser entendida como la nación más avanzada en el tratamiento político sanitario de la pandemia y legitimada socialmente, ha observado las incipientes resistencias políticas y populares. Por otra parte, el Reino Unido, en específico Inglaterra, ha debido lidiar con el Brexit en contexto de pandemia, observándose dificultades cruzadas respecto de la concreción de éste y las tensiones que ofrece el Brexit. Cuestión que desde el código geopolítico inglés también se relacionaría con la voluntad de reinaugurar un rearme nuclear, dimensión no necesariamente muy comentada, pero que explicaría en parte el brexit (autonomía), agregando otra tensión a Europa y el club atómico en el futuro, mientras está vigente la pandemia. Asegurar su defensa disuasiva general y su giro hacia el Indico–Pacífico, complementarían este código geopolítico inglés en el gobierno de Boris Johnson.
Por lo pronto, la Unión Europea, en cuanto unión, avanzó en generar condiciones sociales, sanitarias, económicas y políticas para proyectar la región al mejor manejo de la pandemia, pero también para encontrar las mejores medidas para la recuperación económica de la región. Claramente, hoy, la Unión Europea debe capear, como lo viene haciendo desde siempre, con los distintos nacionalismos internos de los países miembros, pero, además, debe mejorar la administración de la pandemia, en función de la vida de los ciudadanos/as europeos–nacionales v/s los presupuestos políticos que deben administrar los gobiernos, respecto de sus nacionales. Sin embargo, las medidas hasta ahora tomadas parecieran ir en la dirección correcta (Fondo de recuperación de la UE), sirviendo inclusive como guía para las definiciones estadounidense, las cuales se comentan, superan a la de la UE en el último discurso de Biden.
Pudiendo ser básica la pregunta siguiente ¿cómo las periferias en general y la latinoamericana en particular enfrentan este escenario geopolítico en orden a asegurar reinserciones internacionales lo más beneficiosa posible durante y después de la pandemia? Se transforma en un imperativo ético responderla, ya que no hacerlo adecuadamente, junto con consolidar de forma inercial otra vez la asimetría de poder de cada uno de los poderes globales sobre sus ámbitos de influencias tradicionales y nuevas para algunos, profundizará otra vez las desigualdades multisistémicas endémicas de las mismas (económicas, sociales, políticas, entre otras). Aquí importa el buen uso de los lentes analíticos provenientes de las relaciones internacionales, ciencia política, geopolítica, geografía, economía, historia y otros saberes, que más allá de la reflexión teórica que se pueda realizar convencionales o críticos, deben tener, como siempre se ha buscado que tengan, un aterrizaje propio de lo que son las periferias en general y la Latinoamérica en específico, es decir, que tengan conexión con esas realidades. Ello, pudiera asegurar, en la complejidad absoluta en las que encuentran las mismas por la pandemia, otro posicionamiento internacional.
Hasta el momento las periferias han sido nuevamente objetos de interés por parte de las grandes potencias, el mejor ejemplo en la pandemia es, ahora, las vacunas, las que han demostrado el poder duro del desarrollo científico de estos países, mientras que las periferias solo podían aportar con ensayos clínicos u otras ayudas menores. La lucha de las vacunas ha revelado las tensiones entre las potencias, Sinovac y Sputnik V no han sido reconocidas por la Unión Europea, pero si se han probado con bastante eficacia en las áreas de influencia que estas potencias buscan consolidar como América Latina o África. Estados Unidos por otra parte, señaló que donaría 60 millones de dosis de la vacuna AstraZeneca a otros países, no especificando cuales.
Por otra parte, la ciencia latinoamericana ha quedado supeditada nuevamente al son de las grandes potencias, exepto en el caso exepcional de Cuba, que pudo generar su vacuna “Soberana” que sigue avanzando en sus ensayos clínicos, demostrando que América Latina no está condenada a un rol pasivo frente a las grandes potencias, encontrándose otros casos como el mexicano, brasileño y hasta argentino sin el avance cubano.
Pero la tensión centro-periferia no quedará solo en el ámbito sanitario de la pandemia. El contexto pandémico puede que acelere ciertos cambios en las relaciones de poder internacional y en las búsquedas de poder hegemónico, ¿hacia donde irán los esfuerzos latinoamericanos? ¿Buscarán alienearse entre los dos candidatos más fuertes como Estados Unidos y China o buscarán una tercera vía como se intentó en contextos históricos pretéritos? Deberemos seguir analizando el devenir de nuestra región.
Sebastián Sánchez es historiador y Dr. (c) en Estudios Americanos con Especialidad en Estudios Internacionales USACH. Máster en Historia Contemporánea por la Universidad Autónoma de Madrid y
José Orellana Yáñez, Dr. en Estudios Americanos Instituto IDEA-USACH, Magister en Ciencia Política de la Universidad de Chile, Geógrafo y Licenciado en Geografía UC.
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