Haití: Un sistema sociopolítico y económico que devora a sus propios hijos

Por Jean Benord Desameau.- A veces, furiosos y tristes por  lo que está pasando en Haití estos últimos días, ciertos ciudadanos haitianos han dicho: “si fuera posible, sería favorable volver a vivir en el pasado para revalorizar el orgullo que hace de este país la primera república negra independiente. Era un orgullo hablar de Haití como la tierra de la abolición de la esclavitud”, pero Toussaint Louverture (1743-1803), iniciador de la revolución haitiana, ya había marcado a su generación. Joseph Antenor Firmin (1850 – 1911), antropólogo, periodista y politólogo haitiano que publicó De l̓ ̓ Egalite des races humaines (Sobre la Igualdad de las Razas Humanas) para refutar al libro De l̓ inegalite des Rases Humaines (Sobre la desigualdad de las Razas Humanas) del filósofo racista francés, Joseph Arthur de Gobineau, también hizo historia en su generación. Cada hito generacional tiene la responsabilidad de escribir su propia historia a su manera.

En pleno siglo XXI, mientras que otros países hacen progresos en la democracia participativa, la buena gobernabilidad, la aplicación de las nuevas tecnologías para mejorar las condiciones de vida de sus ciudadanos, Haití está enfrentado una crisis sociopolítica profunda que provoca una inestabilidad económica y una pobreza extrema.

La división es uno de los factores de las desventuras de este país. Jean Jacques Dessalines (1758- 1806), padre de la nación haitiana, traicionado por Alexandre Petion y Henri Christophe, fue asesinado el 17 de octubre de 1806. Desde esos tiempos, el país está dividido en diferentes clases sociales. Los mulatos quieren captar todos los privilegios y bienes de la nación. Recientemente liberado de la esclavitud, el país empezó a conocer de graves problemas donde la gran mayoría de las naciones americanas y europeas se negaron a aceptar una república de esclavos liberados. Haití era considerado como un peligro por las naciones  imperialistas que le impusieron un embargo al comercio  internacional.

La población mulata, educada y rica ha aprovechado estas ventajas para establecer su supremacía a la raza negra. Crearon conceptos de estereotipos, desigualdad y exclusión social entre francófonos y creolófonos. El «moun anwo ak moun anba» (gente de arriba y gente de abajo), el “moun andeyo ak moun lavil» (campesinos y gente de la cuidad)… Siempre el país conoció unas rivalidades políticas y sociales feroces. Una serie de asesinatos políticos y exilios forzados  que llevaron, a veces, a una serie de golpes de Estado y revueltas. Durante la guerra civil en 1867, el líder de la burguesía, Nissage Saget, llevó a la muerte al presidente Sylvain Salnave el 15 de enero de 1870. Todas esas dislocaciones hacen pensar a la comunidad internacional que «Haití no puede autodirigirse». El imperialista americano aprovechó, también, el asesinato del presidente Vilbrun Guillaume Sam ocurrido el 28 de julio de 1915, para imponer una ocupación a Haití que duró hasta agosto de 1934.

En Haití, la historia no hace más que repetirse. No es la primera vez que asesinan a un presidente en función. Cuando se habla de una realidad sistemática, ¿de qué sistema quieren hablar? ¿Es algo que pueda tomarse a la ligera? ¿Cómo poder arriesgarse a luchar contra un sistema sociopolítico y económico de siglos? El  presidente Jovenel Moïse fue asesinado impunemente el pasado 7 de julio en su propia casa. Qué horrible crimen fechado en pleno siglo XXI!. Pareciera que asistimos a la debacle de un sistema sociopolítico y económico que devora a sus propios hijos.

Este sistema se puede comprender como un árbol, que es Haití, y que tiene 4 ramas: el capitalismo, Occidente, los mulatos, o clase burguesa; la clase media, compuesta por intelectuales, funcionarios del Estado, la iglesia católica, la prensa y los artistas y, en cuarto lugar de este árbol, la gran masa del pueblo compuesta por la juventud, los pobres y los paisanos. Ningún elemento de este sistema puede funcionar sin otros, pero siempre suelen estar en pugna por el control del poder. El imperialismo controla el sistema por medio de sus misiones militares y organizaciones (ONU,OEA, FMI y Banco Mundial), que pueden decidir quién debe ser presidente en las elecciones. La burguesía, por su parte, financia las campañas electorales de sus candidatos para mantener el poder que le permite controlar la clase media, la educación y la economía. En tanto, la corrupción reina en la administración pública, donde siempre la oposición política y los gobiernos de turno son un instrumento en sus manos. Esta clase, formada por alrededor del 5% de la población, capta el 70% de la riqueza del país. Así, al llegar al poder, un presidente que quiere trabajar de lado a lado con la gran masa popular o que promete luchar contra el sistema y su corrupción,  rebelarse contra sus jefes, conoce desde ya su destino: el golpe de Estado, el exilio o la muerte. El sistema sigue así devorando a sus propios hijos.

Lamentablemente, en este juego sistémico las verdaderas víctimas sigue siendo un pueblo que sigue sumido en la miseria, los paisanos que se ven en la obligación  de vender su tierra para animar a sus hijos a emigrar del país y la juventud desesperada que deja, poco a poco, de ser la fuerza viva de la nación. Desempleados, arrinconados en guetos y forzados a dedicarse a la delincuencia, muchos ven la migración como única salida.

Los ancianos ya han legado la libertad como una herencia al pueblo de  Haití. De cualquier forma, no es la idea regresar a la esclavitud en un país que es un Estado soberano, pero la colonización mental siembra la división. Esta generación puede escribir también una página de orgullo si, destruyendo a este sistema con unidad y un levantamiento social que dé nacimiento a líderes patriotas y conscientes de las brechas sociales y la miseria atroz de la gran masa del pueblo, termine con la democracia ficticia establecida por el neocolonialismo. Solo así se podrá instituir un Estado  Nación con la verdadera democracia como lecho. 

Jean Benord Desameau es Licenciado en Administración pública en la Universidad del Estado de Haití (UEH) /INAGHEI. Profesor de creole y Magíster en Gerencia Pública, Universidad Academia de Humanismo Cristiano.

Alvaro Medina

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