El arquitecto y ex diputado Patricio Hales conversa con ElPensador.io, explicando la importancia del Congreso Ciudades y la articulación de académicos, políticos y organizaciones en torno a los temas de ciudad.
Por Alvaro Medina J.- Patricio Hales Dib vibra cuando habla de ciudad. Se nota en la vehemencia de su planteamiento en torno a la necesidad de que se discuta sobre la vida urbana, porque entiende que “la ciudad es la invención más compleja de los seres humanos”.
Hales ve a la ciudad casi como si fuera un organismo vivo, con las mismas funciones biológicas que cualquiera de nosotros. Y eso hace que se preocupe genuinamente por su futuro, razón por la cual es uno de los impulsores, a través de la Fundación Polística, de un proyecto denominado “Congreso Ciudades”, que se inauguró formalmente el pasado 8 de junio en el Congreso Nacional.
La idea, según explica el mismo Hales, es generar un espacio donde debatan y se articulen el poder político, las organizaciones sociales y empresariales, y los académicos e instituciones de estudio en torno a los temas de ciudad.
Patricio Hales no solo se interesó en impulsar este proyecto por cuestiones profesionales (es arquitecto y empresario de la construcción), sino también por una larga carrera política ligada a los temas de ciudad, como miembro de la Comisión Asesora Presidencial que redactó la Política Nacional de Desarrollo Urbano en 2012 y 2013; encabezando el equipo de Programa Ciudad Vivienda y Territorio para la candidatura de Michelle Bachelet en 2013; miembro del Grupo Prourbana de la Universidad Católica para políticas urbanas; académico; y presidente de las Comisiones de Obras Públicas, Transportes y Telecomunicaciones, Defensa Nacional y Vivienda y Urbanismo en la Cámara de Diputados, entre otros roles.
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En conversación con ElPensador.io, Patricio Hales relata el sentido del Congreso Ciudades y sus expectativas.
¿Cómo se fue gestando el Congreso Ciudades?
Tiene un origen empírico. Formamos una fundación con un socio con quien nos diferenciamos en varias cosas. En primer lugar, en la edad, él es muy joven y yo soy muy viejo. En segundo lugar, que él es un empresario joven, arquitecto, sociólogo de la universidad de Londres, además arquitecto de la católica y trabaja en cuestiones empresariales, profesionales, inmobiliarias y no participa ni ha participado nunca en la actividad política. Nos hemos encontrado muchas veces en distintas materias de ciudad y en materias de urbanismo, porque los dos tenemos ese entusiasmo, ese es nuestro nexo mayor. Y el otro que tenemos es que ninguno de los dos lucra con esto. Y tenemos nuestras propias maneras de administrar nuestros días, en términos financieros. Los dos tenemos un interés muy común y por eso formamos una fundación que se llama Polística, la polis y la política, por que a menudo sucede que el ciudadano común, ya no tanto hoy día, pero hasta hace unos 10 o 15 años, todavía el ciudadano sentía que las ciudades mejoraban o no se empeoraban, pero en función de una maldición del destino o de un bienestar divino o de algo misterioso. Entonces si se echaron a perder, se echó a perder la ciudad: Concepción ya no es lo que era; a Valdivia le ha pasado esto… como si no hubiera un cerebro y una mano conductora. Y con lo cual los políticos podíamos dormir tranquilos porque no nos pasaban la cuenta a nosotros, se la pasaban al destino. Pero el ciudadano ha tomado cada vez más conciencia que hoy día hay una potestad administrativa y legislativa de parte de los gobiernos, de parte del del parlamento, para las tomas de decisiones de ciudad e incluso de otros poderes del Estado, como cuando interviene en los tribunales en relación a temas urbanos.
¿Cuándo empieza a cambiar eso en el ciudadano?
Alrededor de mediados del 2000. Yo escribí un libro de educación popular de urbanismo para enseñar a los pobladores el año 96, y mi libro comenzaba diciendo cómo la ciudadanía no tiene conciencia urbana, lo que permite que los políticos podamos dormir tranquilos. Hoy día no es posible escribir eso porque ya el ciudadano tiene más conciencia de los problemas urbanos y tiene más exigencia a la autoridad. El ciudadano no se limita a decir “no hay vías para bicicleta, me cuesta andar en bicicleta”… el ciudadano dice ahora: “Nadie hace nada, ninguna autoridad hace nada para resolver el problema de la bicicleta”. E incluso ya no dice: “Yo soy ciclista”. Dice: “Pertenezco a la ONG ciclistas furiosos”. Se llaman “Ciclistas furiosos”, no se llama “Amor a la bicicleta”. Entonces quiere decir que tiene una exigencia.
Entonces hicimos una fundación y desde esa fundación creamos un proyecto para vincular mejor la relación entre la academia, los organismos sociales y la política, y ese proyecto fue el Congreso Ciudades. Lo elaboramos durante 2021 y lo presentamos en 2022 al Senado y el Senado lo aprobó y firmó un convenio con nosotros, con cero pesos de pago. Nosotros no recibimos ni un peso del Estado de Chile. Tenemos un financiamiento del Banco de Desarrollo Latinoamericano para hacerlo durante el curso de 2023. Es decir Congreso Ciudades es un proyecto creado con nosotros por Polística fundación de la que yo soy presidente, Juan Sebastián Lama es el director ejecutivo de este proyecto y también socio fundador de Polística. Nosotros creamos este proyecto, tenemos el contrato hecho, y lo inauguramos en una sesión solemne en el salón de honor del Congreso pleno el 8 de junio en un discurso oficial del presidente del senado Juan Antonio Coloma. Además estuvo, por supuesto, el ministro de la Vivienda, la senadora Ximena Rincón, el representante del banco, y alrededor de 12 decanos de facultades universitarias, pobladores, vinieron delegaciones de comités sin vivienda, asistieron organizaciones ambientales, organizaciones de búsqueda de armonía urbana… en fin.
Cuando se arma el proyecto se arma con un diagnóstico, imagino que más o menos priorizado, respecto de cuáles son los principales problemas que viven hoy día en las ciudades, no solo su crecimiento sino también en la convivencia, en lo que significa el urbanismo para para el desarrollo de las personas… ¿cuál es ese diagnóstico y cuáles son las prioridades?
No es así el proyecto, esa es la diferencia y lo que lo singulariza. La gracia de este proyecto es que no es un evento más sobre sobre la crisis urbana y sobre los distintos problemas urbanos para abordar los retos de políticas sectoriales o de cualquier otro enfoque, con los mismos destacados profesionales y actores de siempre. De eso hay muchos eventos y muchos proyectos en curso y en estudio. Lo nuestro es la creación de una plataforma de diagnóstico, de diálogo participativo permanente de la política con los otros dos actores que son las organizaciones sociales y la academia, porque no queremos repetir el mismo esquema de siempre, partiendo desde los problemas, porque eso ya hay. Pero lo que no existe es un diálogo habitual con la política un vínculo más cotidiano. Como tú bien dices, lo que existe es un diálogo episódico, un diálogo infrecuente que normalmente se desarrolla cuando hay temas legislativos en que la Cámara de Diputados o el Senado invitan a las comisiones en que se está discutiendo un proyecto de ley a algunas organizaciones académicas y algunas organizaciones de la sociedad civil. Y esa participación es muy efímera porque naturalmente en un proceso legislativo el parlamentario no tiene la posibilidad de estar hablando con 15 organizaciones de la sociedad civil y con 15 organizaciones de centro universitario o centros de investigación, no le da el tiempo al proyecto de ley, a una sesión semanal; es decir, tendría 30 semanas sólo para las audiencias públicas con estas personas para solo escucharlas, conversar, dialogar, producir algo en materia de ideas. Otro modo que hay es el modo de la urgencia. Claro, hay incendios, hay terremotos, hay reconstrucción, hay tomas de terreno, hay dificultades de acceso al crédito, hay problemas que tiene la Cámara Chilena de la Construcción, incerteza jurídica y reclamo ante decisiones arbitrarias, en fin. Ahí existe el diálogo con la política porque la política es la que manda, pero no es bueno para el país que la relación sea sólo en la urgencia, solamente episódica, porque además siempre es reactivo de parte de la política. Podría darse el caso que sea propositivo… Yo tuve esa experiencia cuando convocamos desde el parlamento a un debate sobre el tema de la plusvalía, o el tema del suelo. Pero también tiene una inspiración relativamente reactiva ese tipo de encuentro. Entonces el planteamiento es que hay que crear una dinámica participativa permanente de diálogo creativo que asuma los diagnósticos que están, que sobreabundan y que no es nuestro interés contribuir con un nuevo diagnóstico. Yo mismo con nuestro equipo, hemos detectado 49 grandes temas que podrían ser tratados, los hemos conjugado en ocho grandes temas, pero es imposible tratarlos de una sola vez. Entonces, vamos a hacer el primer ejercicio de construcción de una forma de una plataforma permanente… y digo plataforma no en el sentido digital, sino en el sentido de escenario, de que vengan a sentarse al mismo lugar ahora para hacer el ejercicio de crear una institucionalidad que a futuro ojalá estuviera con sede en el parlamento, en la Asociación de Municipios, en las municipalidades, en el propio gobierno, porque queremos cortar esta falta de diálogo habitual. Claro, hay materias que podemos conversar, que son las que suelen inquietar, que las hemos detectado a partir de los propios incumbentes a los que hemos invitado. Nosotros nos hemos contactado con alrededor de mil 200 personas a las se ha entregado nuestra información y comentamos sobre estas cosas, hemos visto en qué trabajan y qué tratan, y de esas conversaciones hemos hecho una planilla completa de toda la materia que a estas mil 200 personas les preocupan. Y de ahí sacamos estos 49 temas que están en las inquietudes principales de estas personas, y aún así nos parece que pueden no ser no ser todas. Entonces siempre volvemos al mismo entusiasmo original, que no existe un órgano institucionalizado ni siquiera promovido por una fundación, ni promovido por una ONG.
Que se necesite un Congreso Ciudades es como si el Estado hubiera perdido esa dendritas conectoras con la sociedad civil para poder recoger esa información y generar el diálogo articulado. Uno imaginaría, por ejemplo, que para eso debería estar la DOS, el ministerio de la Vivienda, al menos en las áreas que les corresponden. ¿No sientes que, de alguna forma, se puede estar llenando un vacío que le correspondería al Estado en términos de generar este diálogo con las organizaciones, con los que saben?
Sí en cuanto a que le corresponde al Estado en materia de ciudad, y no, en el sentido de que es equivocado y sería injusto decir que el Estado no lo ha hecho en otras materias que no son las materias de ciudad. Porque el Estado lo ha hecho y lo hace y lo tiene en muchas materias y tiene esa ramificaciones nerviosas para la comunicación con la sociedad en muchísimas materias. Por otro lado, existen otros canales que no son de instituciones, pero son de personas, y también están en la medida en que los parlamentarios son representantes ciudadanos, conocen su territorio, reciben las demandas de sus electores, de su ciudadanía. Y las llevan tanto en la iniciativa de ley como también como interpretadores a la autoridad del Poder Ejecutivo. O sea que existe esa comunicación a nivel del gobierno local y existe través de algunas organizaciones del Ejecutivo, pero en otras materias. En cambio en materia de ciudad es muy difícil y no existe en la totalidad de lo que es ciudad, porque cuando tú mismo dices que le correspondería al ministerio de Vivienda… tomemos un ejemplo, el más popular y conocido y dramático: el la crisis habitacional. Un país al que le ha ido bien gracias a los gobiernos de los últimos 20 o 30 años, que ha salido de las cifras de la pobreza brutales, que ha mejorado un estándar de vida, que ha mejorado un estándar de la vivienda, que la gente reclama en las viviendas sociales porque necesita estacionamiento (cosa que no existía en el curso de la historia de Chile hasta hace pocos años), un país que tiene hoy exportaciones de productos de distinto nivel, que hay conectividad digital, más de un celular por ciudadano… ese país que ha elevado su situación económica y que ha tenido éxito en los últimos años, en cambio, ha aumentado el déficit habitacional y de 400 mil pasa casi a 700 mil. Ahí hay un trauma brutal. Una cosa como esa es reductivo pensar que se resuelve en el ministerio de la Vivienda. Es un una materia del Estado de Chile, que tiene ver cómo trabaja en materia de suelo, qué legislación se necesita para castigar la especulación que existe, qué caminos se hacen para la recuperación de plusvalías… eso una conversación de muchas más áreas que sólo el ministerio de vivienda: ahí tiene que entrar Hacienda, tiene que entrar la ley, tienen que entrar los derechos constitucionales, cómo se resuelve la tenencia. Y solo estamos hablando de suelo, para qué decir lo que significa innovar en materia de materiales, en importaciones, en materia de la banca, de los costos, de los intereses, del apalancamiento para determinados proyectos de vivienda social, la facilidad de pagar, la inmobiliaria que vende el terreno, las facilidades para el sujeto que va a tener el crédito. Todo eso no lo resuelve el Ministerio de la Vivienda. Eso es un problema del Estado y de la sociedad.
Y respecto a las organizaciones sociales, uno pensaría que puede haber algún grado de asimetría en términos de la presencia y la representación en el Congreso Ciudades, por ejemplo, de quienes toman decisiones porque son gente conocida, frente a ciudadanos que quizás no estén suficientemente articulados en una sociedad civil.
En cuanto, por ejemplo, a los que les afecta la crisis habitacional, la cantidad de comités de vivienda es enorme y, por lo tanto, si hay alguien que está organizado son los que están postulando a tener vivienda, al punto que hay comités que tienen cinco, seis o siete años sin conseguir vivienda, pero cuentan con una organización férrea. Era tan notable que en nuestra inauguración uno veía que habíamos invitado al presidente del comité y llegaban ocho personas porque venía el presidente, la vicepresidenta, el director, el tesorero, el secretario de actas. Van donde se juega el destino de la posibilidad de la casa propia, por lo tanto es gente que tiene un apego a su organización muy querido, y además saben perfectamente que tienen puntaje en la medida que participan con el comité y eso determina la posibilidad mejor de poder acceder a la vivienda. Esas organizaciones no tienen mando político, no pueden tomar decisiones, pero existen y están presentes y presionan firme. A esas organizaciones nosotros las convocamos a través de los directores de Desarrollo Comunitario. Le mandamos una invitación a los 345 municipios de Chile y le escribimos a casi todos los directores de desarrollo comunitario diciéndoles que estábamos haciendo este congreso y que dado que los comités no disponían públicamente de mail ni celulares, le pedíamos a la municipalidad que a través de esta organización se contactara con los Comités de Vivienda, para supieran que aquí estábamos abiertos a trabajar con ellos. Muchos de ellos no hicieron el trabajo de contestar e incluso no solo los comités vinieron, sino también los alcaldes a la inauguración. No todos van a participar en los distintos eventos que vamos a hacer, pero vamos a estar abiertos a esta creación de la dinámica de diálogo permanente. Entonces, no puedo aceptar la idea de que esa gente no tiene fuerza para participar. En cambio sí puedo decir que puede haber otras organizaciones que no son justamente las que se juegan la vida por la casa propia que tienen menos fuerza de representación, como son organizaciones que luchan por la conservación del patrimonio o las que buscan el desarrollo cultural en las ciudades o los que trabajan por el recurso del agua o los que están pensando en las cuestiones medioambientales o los que están agrupados y organizados para determinadas formas de humanismo urbano. Esas organizaciones no tienen el peso del drama de la crisis habitacional. Tampoco puedo decir que la participación del otro actor que hace ciudad de manera tan fuerte como el Estado (o más fuerte que el Estado) que son las empresas, la empresa privada, y las inmobiliarias, la Cámara Chilena de la Construcción, los empresarios de la construcción hacen mucha ciudad, sí, y no sólo un organismo débil ni son un organismo sin peso. De modo que en el ámbito de la organización hay muchísima gente bien organizada e interesada. Porque nosotros entendemos organizaciones de la sociedad civil a todos aquellos que trabajan sin fines de lucro conforme a su definición, independientemente de que se trate de los más pobres o de los más ricos: esos son organización. Ahora, en el caso de la academia, no solo están institucionalizados sino que tienen peso y poder cultural. Lo que no tienen (y esa es la razón de Congreso Ciudad) es potestad normativa. Aunque no estén encapsulados, aunque no estén encerrados entre cuatro paredes, aunque hablen por la radio, por las columnas, por los diarios, por todas partes, aunque sean escuchados, aunque sean entrevistados en la televisión… no tienen el mando que tiene la política. Es la política la que toma las decisiones, la política fija las reglas para las buenas ideas y las lleva a cabo a su realidad. A veces ideas revolucionarias remecen al mundo, pero no podemos hacer ciudad sólo en esa esperanza. Porque en mi opinión personal, de todos mis años de estudio en esto, es que lo más complejo que he inventado el ser humano es la ciudad. Porque la ciudad es el lugar que busca el ser humano para juntarse y asentarse hace diez u once mil años atrás, y lo hace a partir de abandonar la cacería y el mundo rural y decidir unirse por necesidad de progreso, porque descubren que unidos pueden lograr algo más. La ciudad es el organismo más complejo que se intenta; no hay nada tan complejo, no hay nada que tenga tantas relaciones entre los seres humanos, no existe nada que tenga tantas demandas y tanta tantos dolores y tanta esperanza, tanta búsqueda de oportunidades y tanto sufrimiento como la ciudad. Es un cuerpo que necesita un aparato circulatorio para poder funcionar. Es un organismo incomparablemente complejo, no hay nada igual en la historia de la humanidad. Porque la ciudad nace para unir a las personas. La única razón de ser de la ciudad es mejorar las oportunidades de las personas. Es para lo que se hacen las ciudades. Hay un solo verbo: “Encontrarse” es el verbo que define a las ciudades, las ciudades son para el encuentro de las personas. Por eso es terrible cuando se dice que las ciudades se han transformado en foco del problema, en foco de delincuencia, en foco tráfico de droga, en foco de violencia, en foco de conflicto. Pero la gente no deja de venir a la ciudad. El diagnóstico llorón sobre que las ciudades se han echado a perder o que las ciudades son malas o que en la ciudad se vive mal está contradicho por el desplazamiento rural-urbano. O sea, si esto fuera tan malo, el 90% de los chilenos no viviría en la ciudad. Chile y los países nórdicos son los más urbanizados del mundo. No es el caso de Alemania, repartido en muchas ciudades pequeñas; o el caso de Francia. Por supuesto que la ciudad, como un cuerpo, vive, tiene identidad. Hay algunas tienen más, otras menos identidad, y pierden su identidad, sufren por crisis de identidad. Por eso digo que el discurso llorón que habla que nuestras ciudades se han echado a perder, que están malas, todo eso es cierto, pero la ciudad sigue dando esperanzas. No hay foco cultural más interesante que lo que dan las ciudades en Chile, Desde el punto de vista de la vida social no hay nada más atractivo las ciudades, no hay más atractivo desde el punto de vista del espectáculo, de la diversión, del deporte, que lo que otorgan las ciudades en Chile. No existe ningún otro lugar.
Si miramos a las ciudades como un organismo, ¿significa que el Congreso Ciudades viene siendo algo así como una terapia donde las ciudades se van a mirar a sí mismas para poder entender cómo crecer mejor?
No, eso sería un desastre, porque sería una catarsis de desahogo y eso no es lo queremos. Estamos creando una instancia para promover el diálogo participativo con la política, no para tratar los problemas de las ciudades. Es el lugar de encuentro donde se hace el debate de todos los problemas también se van a hacer los debates y tenemos organizado los foros y tenemos organizado un simposio final, pero este no es lugar de terapia. No hincamos el pie, no ponemos como objetivo final del Congreso Ciudades el elaborar un listado de propuestas y soluciones con los temas de la ciudad. Nuestro objetivo es crear una forma de comunicación y de participación dialogante entre estos tres campos que intervienen en la ciudad, las organizaciones, la academia y la política. Si me preguntan a mí ¿qué debería salir de aquí? Una agenda de solución de problemas, ojalá un compromiso institucional de algún órgano del Estado para crear todos los años un Congreso Ciudades, donde haya este tipo de debate claro entre todos, que pudiera haber un compromiso de algún órgano del Estado de que va a crear un equipo de trabajo permanente del diálogo de la política con las organizaciones y con la academia; que ojalá hubiera una comisión, que como diputados y el Senado dijeran “hemos decidido en función del Congreso Ciudades crear una comisión permanente, ya no una comisión especial, no una comisión investigadora, no una comisión temática para un episodio, sino una comisión permanente con timbre y campanilla”. No es lo mismo que la Comisión de Vivienda y Urbanismo, porque la vida en la ciudad significan todos los temas de la complejidad de este órgano que es el más complejo de la humanidad. Cuando se hacen las ciudades, los que se juntan lo hacen para poder contar el trigo, para poder guardarlo, para tener las cuentas, para que haya un jefe, para que organicen las cuadrillas que van a salir a cosechar… Son las primeras cosas, pero después comienzan a descubrir que tienen que tener defensa militar, porque les van a robar el trigo. Entonces la ciudad destina los lugares de la defensa, la ciudad descubre que tiene que tener jefe, que tiene que tener un aparato de gobierno. La ciudad después descubre que tienen que organizarse porque tienen prisioneros, porque tienen esclavos, porque tienen fuerza de trabajo, porque tienen cultura y hacen teatro. Y son ciudades de hace 2.500 años que hacen teatros y hacen música y hacen escena. Sólo en la ciudad se da eso, no en el mundo rural ni el selvático. Es la ciudad compleja la que atiende a sus enfermos, la que dispone de muros para protegerse y nacen los burgos, donde nace la burguesía. Entonces la ciudad se amuralla y dice “nosotros tenemos que tener una ciudad amurallada”. Y pasan siglos de la ciudad amurallada que son los momentos de otro tipo de complejidad, donde la vida está al interior de los muros. Y nacen las universidades y después botan los muro y la ciudad se abre. Luego se habla de distintas formas de hacer ciudad y y se debate sobre debate sobre cómo deben hacerse las ciudades, salir incluso de la ciudad, el concepto de ciudad jardín, se habla de la ciudad de 15 minutos donde todos tus servicios tienen que estar en 15 minutos, se ha hablado de la ciudad inteligente. Y hubo gente brillante… nosotros hemos tenido un visionario como Vicuña Mackenna que fue el primero que se le ocurrió la idea de hacer un camino de circunvalación. A nadie se le había ocurrido, pasaba por Avenida Matta, por esa zona, se llamaba el Camino de Cintura.
Lo que esperamos, entonces, es que es que nosotros seamos dinamizadores de este diálogo y quienes muy bien lo han entendido han sido, por supuesto, los pobladores que ven la oportunidad de juntarnos con los políticos como algo formidable, y también los académicos. Los decanos ven que abrir una sistema de diálogo permanente con la política es muy interesante. Si me preguntas cuál es la primera tarea de ahora, bueno, poder convocar a los políticos a una tarea que no tiene una demanda de urgencia ni un episodio de tragedia que está en la noticia, y sentarnos a conversar cuando no hay una noticia.
Bueno, Patricio… Entonces voy a terminar diciendo precisamente eso… Ojalá que los políticos se sumen, pues yo creo que ellos van a ser los más difíciles.