Croquis y texto de Patricio Hales.- El Gobierno del Pdte. Boric no usó la pillería de los resquicios reglamentarios que eludirían la exigencia legal de esperar un año para reponer su derrotado proyecto de Reforma Tributaria. Su alma más frontal buscaba insistir inmediatamente, pero los más hábiles propusieron esperar y desplegar durante 2023 una gran batalla ideológica. Quieren seguir a Gramsci en cuanto a conquistar la hegemonía cultural.
Este brillante y perseguido intelectual golpeó al revolucionarismo literal y amplió el concepto de fuerza de clase sacándolo del simplismo que reducía la conquista del poder a la violencia como “partera de la historia”. Gramsci promovió la lucha de masas más allá de la barricada y las armas, buscando conquistar las conciencias para sumar fuerza, ganar la supremacía de sus ideas en el pensamiento ciudadano. Un arma revolucionaria sería ganar culturalmente la opinión de las mayorías. La supremacía cultural, la hegemonía de la fuerza de las ideas otorga poder popular para aplicarlas.
En Chile, los arrogantes refundadores que hoy dominan el Gobierno, después de pretender saberlo todo, ahora, derrotada su Reforma Tributaria y rechazada su propuesta Constituyente en 2022 por el 70% del país, parecen descubrir que el pensamiento político se escribía mucho antes que ellos llegaran a la política. Así, dentro del mismo Gobierno, su alma más concertacionista, más transaccional le recordó a los del “avanzar sin transar” que estudiar la experiencia es herramienta indispensable para hacer cambios políticos. Se equivocan quienes atribuyen a la juventud gobernante sus malos resultados y la frecuencia de sus errores, pues lo que les falta no es edad, sino preparación. Porque no ha sido la juventud del Presidente y sus colaboradores amigos, la culpa de su amplio menú de torpezas errores y metidas de pata, sino su ignorancia empírica y sus confusiones ideológicas. Su novedad para presentar de nuevo su idea de Reforma Tributaria, es estudiar cómo conquistar previamente el apoyo de la conciencia popular.
Espero con pasión de izquierda ese debate porque mientras la derecha se resiste dividida, otros apoyamos con convicción aumentar impuestos pero de modo diferente al maximalismo gobernante porque ya está mundialmente demostrado que en vez de las inspiraciones expropiatorias, una tributación adecuada crea igualdad en educación, en salud, vivienda y beneficios sociales. Pero las propuestas del Gobierno parecen nostalgias de esos fracasados socialismos reales por los cuales hace años arriesgábamos la vida hasta que fueron derrocados por sus propios pueblos. Queremos fin al abuso de la elusión y de la evasión, sin estancar la economía, sin espantar la inversión, sin provocar cesantía.
No se trata solo oponerse a la repetición de torpezas de la Reforma, ya rechazada en el Congreso, sino debatir pedagógicamente aunque el gobierno nos estigmatice diciendo que no queremos financiamiento de los programas sociales. Comenzando su batalla gramsciana, ese izquierdismo que Lenin calificaba de acné juvenil del comunismo, hoy caricaturiza a quienes defendemos incentivos en ciertas áreas de inversión de la economía, franquicias que abaraten la construcción de viviendas, gradualidad y prudencia en medio de esta crisis económica que golpea siempre a los más pobres.
Los ideólogos del gobierno, como descubrieron que deben ganar el pensamiento y no aplaudir el incendio de iglesias ni monumentos, ahora ensayan conceptos para emocionar popularmente. Intentan sumar fuerza cultural y no “Molotov” a su propuesta. Así pretenden reponer el Impuesto Patrimonial que castigaría a profesionales medios, a las Pyme, a la clase media en ascenso, pues las propuestas del Gobierno no afectan a los super ricos, que saben bien eludir sus impuestos.
El paso táctico del Gobierno es volver al Congreso, habiendo ganado la batalla cultural. Y el terreno está abonado porque la mayoría de los chilenos desea aumentar impuestos, porque el “Rechazo” en el Plebiscito Constitucional no apagó las brasas del “estallido 2019”, sin embargo la idea en disputa es cuales y cómo deben aumentarse. Porque, junto con la justa indignación al abuso de los poderosos y a la injusticia social, permanece ese fuerte repudio popular a la imprudencia y la desmesura que dio el triunfo al Rechazo Constituyente de septiembre de 2022.
Quienes queremos justicia social y financiamiento de programas sociales, debemos participar vivamente del combate de las ideas por una reforma tributaria que no cree estancamiento, que no aumente el costo de las viviendas y no castigue a esa clase media que lucha por surgir, por mejorar sus vidas, sus patrimonios, sus bienes, sus finanzas.
Eso exige debatir públicamente en esta batalla por la hegemonía cultural para la Reforma Tributaria.