Una nueva Curiosidad de la Historia relata una historia de amor que incluyó múltiples “raptos” y fuga de amantes en los albores de la República.
Por Juan Medina Torres.- El rapto y la fuga de mujeres fueron bastante comunes en el pasado. Así lo dan a conocer los archivos judiciales de nuestro país correspondientes a los siglos XVIII y XIX, celosamente guardados por el Archivo Histórico Nacional.
Lo curioso de los casos de rapto relatados, es que muy pocas veces las mujeres “raptadas” declararon en los procesos. En general fueron sus maridos, padres, madres o tutores quienes lo hicieron.
En las pocas oportunidades que declararon, las mujeres nunca señalaron haber sido raptadas, y la fuga, entonces, fue una posibilidad de hacer una nueva vida, un proyecto propio. Este pareciera ser el caso de Manuela Reinoso, quien huyó de su casa en busca del amor ideal.
Ver también:
Curiosidades de la Historia: el amor por un indio guitarrero
Curiosidades de la Historia: el amor en el origen de la calle Morandé
En la denuncia presenta por su padre, Gerónimo Reinoso de Zelaya, acusa a Manuel Meneses, panadero de 25 años de edad, de haber raptado en tres oportunidades a su hija desde la casa familiar obligándola a cometer adulterio.
En efecto, Manuela era casada con un militar que cumplía con sus deberes con el Ejército Libertador en Perú, en el año 1820 aproximadamente, y del cual no se sabía si estaba vivo o muerto.
Las declaraciones que se conservan en los archivos de esta causa indican, según testigos, que Manuela visitaba a Manuel en la panadería donde trabajaba. Además, el propio Manuel señaló que la criada de Manuela, María, le había dicho que ella «le quería mucho». A través de la misma criada se entregaban «papeles de amores» en los que se expresaban cariño mutuo.
La historia del primer “rapto”, pareciera haber sido planificada por la propia Manuela, quien mediante mensajes entregados por su criada le informo a Manuel «que en la noche se salía de su casa y que la esperase».
Así lo hizo: Manuela se fue sólo con un atado de ropa a la panadería a esperar a Manuel. Según Manuel, viéndose ante este problema, avisó de la fuga al mismo padre de Manuela.
Pero, Manuela insistió en fugarse, con la intención de «tomar estado«, es decir, casarse con Manuel y que si no lograba tal propósito se suicidaría, Manuel, entonces, decidió trasladarla a un rancho, donde finalmente fueron encontrados. En total, los amantes estuvieron 12 días fugados.
Manuel fue detenido y estando en prisión enfermó gravemente, por lo cual fue liberado 28 días después, previo pago de una fianza.
Sin embargo, la historia continuó porque Gerónimo Reinoso, padre de Manuela, volvió a acusar al ex reo por el mismo delito: rapto de la joven, además de hurto de unas ropas y adulterio y solicitó se le diera la pena de destierro al acusado y se pusiera a la joven en un monasterio donde él le suministraría lo necesario para que viviera en honestidad y recato.
En esta ocasión Manuel reconoció que estuvo con Manuela durante siete días en un cuarto ubicado en calle Merced de nuestra Capital. Manuel fue condenado a 6 años de extrañamiento en la ciudad de Concepción.
Pero cuando Manuel partía a cumplir su condena, fue a verlo Manuela y le propuso que se fueran juntos a Concepción. En estas condiciones se fugaron rumbo a Nancagua donde solicitaron a un cura que los casara clandestinamente.
El párroco se negó y llevó a Manuela a casa de un juez para ponerla en resguardo. Ella se fugó de esta casa y se encontró nuevamente con Manuel, con quien regresó a Santiago, donde fueron nuevamente detenidos.
Gerónimo Reinoso insistió que, para poner «fin al alboroto«, se dictara una condena definitiva contra Manuel y que la cumpliera en la cárcel de Valdivia. Su objetivo era «conservar el honor de su casa y de su familia».
Luego de las investigaciones judiciales pertinentes, la causa sufrió un giro radical, porque en la foja 57 del mencionado expediente Manuela Reinoso declara que las salidas de su casa fueron voluntarias y ella no podía permanecer en un monasterio por encontrarse encinta. A partir de esa declaración, el expediente se centró en la posibilidad de contraer o no matrimonio.
El padre argumentó que no era posible el matrimonio por estar ella aún casada y porque Manuel no tenía derecho al estar privado de libertad. Las diligencias se centraron, entonces, en la búsqueda de antecedentes para comprobar si Manuela era viuda o no.
El defensor de pobres, en representación de Manuel, dijo que «su principal defensa consiste en probar que la hija que se dice robada se unió al reo por su propia voluntad, sin diligencia, esfuerzo, persuasión ni engaño del acusado, y todo porque la mujer quería contraer matrimonio con el objeto de su cariño».
Así las cosas, Gerónimo Reinoso, al ver a su hija estaba embarazada consintió el matrimonio de los amantes.
Lo destacable de esta historia de amor es que el Defensor de Pobres mediante una apasionada defensa, alegó por el amor e igualdad entre las personas de diferentes estamentos.
Finalmente, se otorgó la libertad a Manuel con la condición de que esperara la sentencia definitiva sobre la viudez de Manuela y procediera, según informe, a contraer matrimonio con ella.