Por Alejandro Félix de Souza, desde Panamá.- Pocos dudamos que “La Lista de Schindler” es una película que, por la hermosa y a la vez desgarradora y optimista historia humana que cuenta, es una de las obras preferidas del público, de su director, Steven Spielberg, y de muchos de nosotros. Lo fascinante es que, investigando sobre el tema, encontré que había una serie de historias en serie como las “Matrioshkas” (esas muñecas rusas donde hay una dentro de la otra).
Para empezar, fue tan improbable la sobrevivencia de los “Schindlerjuden” o “judíos de Schindler”, como les decían los oficiales nazis, como que la misma historia se supiera o pudiera ser contada. Pasaron casi 50 años desde 1945, cuando la fábrica de Schindler fue liberada por las tropas soviéticas, hasta que la historia fuera conocida por el gran público a fines de 1993, a través de la película de Spielberg. Y aquí, como en tantas peripecias humanas, jugaron su parte la casualidad y la persistencia.
En 1980, un australiano entró en una tienda de Beverly Hills para preguntar por el precio de unas maletas. El dueño de la tienda se puso a conversar con él, y cuando se enteró que el cliente era escritor, lo invitó a la trastienda, y le mostró dos archivadores donde tenía numerosos archivos sobre la historia de un alemán llamado Oskar Schindler, que había salvado a 1.200 judíos de los campos de exterminio durante la Segunda Guerra Mundial.
El señor Poldek Pfefferberg, sobreviviente del Holocausto y dueño de la tienda, trató durante casi una hora de convencer a Thomas Kenneally, que así se llamaba el escritor australiano, de que escribiera un libro en base a esos materiales. Este señor llevaba décadas tratando de convencer a guionistas, cineastas y periodistas de televisión de realizar una historia sobre Schindler y sus esfuerzos de salvar a judíos polacos de una muerte casi segura. Una vez que Kenneally se interesó, ambos viajaron juntos a la Cracovia y otros lugares asociados con la historia de Oskar Schindler. En su libro “El Arca de Schindler”, Kenneally hace la dedicatoria a Pfefferberg, “quien por su afán y persistencia hizo que este libro fuera escrito”.
Pfeiffenberg era, él mismo, una verdadera leyenda viviente, como podemos ver en esta (altamente recomendada) entrevista realizada en 1994 por (nada menos) que Branko Lustig, uno de los tres productores de la película (y siendo él también sobreviviente de un campo de concentración), realizada para la USC Shoah Foundation, que fue creada por Steven Spielberg luego de filmar “La Lista de Schindler”, y que contiene más de 55.000 archivos visuales sobre la historia de masacres contra contingentes humanos o, como lo menciona Spielberg, “cuando el odio pasa de ser algo individual, a hacerse en forma industrial”, como fue el Holocausto.
Es una entrevista conmovedora, con varios picos de emoción y positivismo, incluyendo la parte final, donde cuenta su entrevista privada con el Papa polaco Juan Pablo II, y un amigo judío común:
El personaje literario que creó Kenneally en base a la historia real de Schindler ha fascinado por muchos años a lectores y espectadores, porque, como él mismo lo dice, “no podrías decir donde terminaba el oportunismo y dónde terminaba el altruismo. Y me gusta el hecho de que el Bien va a emerger de los lugares menos previsibles”.
El libro tuvo que esperar por más de una década para que finalmente se tomara una decisión de convertirlo en una de las películas más famosas de la historia del cine. Y esta historia tiene toda una cadena de historias en sí misma. Comencemos entonces por la persona que inclinó el fiel de la balanza para que esta historia encontrara su lugar en el cine: Sidney Sheinberg.
Sheinberg era en 1982 el CEO de los estudios Universal, pero no era cualquier ejecutivo: es a quien se le reconoce haber apostado por el entonces jovencísimo (20 años) Steven Spielberg en 1968, ofreciéndole un contrato de 7 años, que duraría de 1968 a 1975. Y este último año es clave: en ese año se lanza la que luego se convertiría en la película con la mayor taquilla de la década: Tiburón (“Jaws”). Ese mismo director realizaría para Universal Studios muchísimas películas exitosas, incluyendo las que resultaron las más taquilleras de la década de los ochenta: El Extraterrestre (“E.T.”), y de los noventa: Parque Jurásico (“Jurassic Park”).
Fue Shinberg quien le envió a Steven Spielberg un recorte del New York Times Review of Books con la reseña sobre “La lista de Schindler”, y viendo que Spielberg no estaba convencido de hacer una película sobre el tema, le compró el libro y se lo envió a su casa. Spielberg y Universal estaban todavía disfrutando el fenomenal éxito de “E.T.”, y el Director no sentía que estaba listo para una película sobre ese tema, ya que estaba afirmándose como cineasta de cine de “entretenimiento puro”, y no había pensado todavía comenzar a hacer “cine de autor”. En palabras del propio Spielberg, le llevó hacer dos películas “sobre temas serios” como “El Color Púrpura” y “El Imperio del Sol”, hasta sentir que estaba listo para pensar en cómo llevar al cine la historia de Schindler y los judíos que trabajaron en su fábrica. Spielberg nos cuenta, en esta inteligente entrevista con Lester Holt, en el 25 aniversario de su estreno, cómo fue el proceso de hacer la película, y el impacto que tuvo en lo personal, en lo familiar y en su carrera:
Una de las mayores dificultades para poder hacer esta película (como cualquier otra con guion adaptado), era convertir un muy buen libro en un muy bien guion. Ese proceso llevó años; el propio Kenneally, que es un excelente escritor de guiones, no produjo un material que fuera satisfactorio para Spielberg, y el texto pasó por otras manos, hasta que Spielberg abandonó el proyecto por un tiempo mientras dirigía producciones muy exitosas como “Indiana Jones y la última cruzada”, “Always”, y “Hook”. Para que la historia no quedara sin contar, Universal Studios comenzó a ofrecerla a otros directores como Roman Polanski (que no quizo dirigirla por sus propias experiencias personales como sobreviviente del Holocausto), Sidney Pollack, Martin Scorsese (que tuvo el gran mérito de aceptar y de haber encargado a Steven Zaillian el redactar el guion, por el éste ganaría el Oscar en 1994). Scorsese sintió que estaba tomando el proyecto personal de Spielberg, y habló con él y con su esposa, les compartió el guion de Zaillian, y ambos cambiaron figuritas: Spielberg volvería a dirigir la película sobre Schindler, y Scorsese dirigiría “Cape Fear”, que originalmente iba a hacer Spielberg.
Una de las sorpresas de la película fue la solicitud de Spielberg de rodar la película en blanco y negro, algo que no fue fácil de que los estudios, productores y sponsors aceptaran. Muchos de ellos pensaban que no iba a ser fácil vender video-cassettes de una película en blanco y negro, y que esto, entre otros factores, iba a hacer que la película fuera un fracaso económico.
Esta situación no era fácil ya que Universal Studios estaba pensando, en palabras de Spielberg, que iba a asignar unos 19 o 20 millones de dólares para hacer una película en blanco y negro a ser rodada en Polonia, como un “servicio público”, con bajas expectativas respecto a la asistencia del público a las salas de cine, pero al menos esperaban cubrir costos y tener alguna ganancia en las ventas de video-cassetes. La solución propuesta por el estudio era: filma en color, expondremos la película en blanco y negro, y venderemos los video-cassetes con la versión en color. Spielberg resistió, argumentando que todos los materiales que se conocían del Holocausto eran en blanco y negro y que eso es lo que estaba en la memoria de quienes sabían alguna cosa del tema, por lo que eso haría que la película se sintiera “real”.
En 1993, una vez que terminó de filmar lo que luego sería un gran éxito de taquilla (“Jurassic Park”), Spielberg no demoró más el inicio de la filmación de “La Lista de Schindler”, realizando los dos filmes uno detrás del otro.
Otro de los aspectos más interesantes de la película fue el casting de actores, donde se combinaron nombres consagrados como Ben Kingsley, junto con actores aún no consagrados como Liam Neeson y Ralph Fiennes, a los que agregó un elenco internacional, con muchos actores provenientes de Israel. Spielberg ofreció el rol de Schindler a Harrison Ford, pero éste le dijo al Director que no creía conveniente aceptarlo, porque su fama como actor iba a quitarle protagonismo a la historia. Spielberg se quedó pensando, y mientras otras caras famosas declinaban el papel (hay una divertida entrevista a Dustin Hoffmann donde él se autocritica por haber tomado decisiones desastrosas en cuanto a qué papeles aceptar, incluyendo el no haber aceptado hacer de Schindler), se decidió a contactar a un actor nor-irlandés a quien había visto en una obra de teatro unos meses antes de comenzar a rodar, y quien lo había impresionado mucho: y Liam Neeson se llevó el rol de su vida.
Para el rol de Itzhak Stern, alter ego de Schindler, y el alma y conciencia de la película, Spielberg se decidió por un actor que a priori no parecía ser la opción “cantada”, pero que nadie duda que se metió espectacularmente y a la vez en forma sobria, cercana y “real”, al personaje: el inmenso Ben Kingsley, que nos cuenta muchos años después, en otra entrevista, las casualidades que le marcaron que este rol era para él (y no se pierdan en esta entrevista, cómo nos cuenta la forma en que Spielberg hace su “magia” con maestría y mano experta).
Un último capítulo lo merece la música principal de la película. El candidato era obvio: John Williams, quien había musicalizado todas (menos tres) de las películas de Spielberg, y que, después de Walt Disney, ostenta el récord de más nominaciones a Premios Oscar (nada menos que 51). Williams vio la versión no editada de la película, se emocionó mucho con lo que vio, y le dijo a Spielberg: “Steven, creo que necesitas un mejor compositor que yo para esta película”. A lo que Spielberg, con esa capacidad que tiene de “ver más allá”, le dijo: “Lo sé, pero están todos muertos, así que te toca”.
Williams produjo una melodía inolvidable, la que, en las manos de quien sea quizás el mejor violinista del mundo, Itzhak Perlman, nos entrega esta pieza donde el violín llora, y el alma también:
Y el momento del reconocimiento final y el triunfo para el Director y los productores que lucharon con él para hacer de esta idea una realidad, llegó en la ceremonia anual de entrega de los Premios Oscar en 1994, donde se llevó nada menos que 7 premios, incluyendo mejor película, mejor director, mejor musicalización, mejor guion y mejor fotografía, entre otros. Veamos lo que dicen tanto el Director (Oscar a la mejor dirección), como los productores (Oscar a la mejor película) nos transmiten en su momento de mayor emoción.
Comenzamos con el momento en que Steven Spielberg recibe el Oscar a la mejor dirección (su primero luego de muchos años de éxitos), con un campo muy competitivo (Jim Sheridan, Jane Campion, Robert Altman y James Ivory, que dirigió dos espectaculares actuaciones de Anthony Hopkins y Emma Thompson en “Remains of the Day”, una de mis películas favoritas):
Fíjense como Spielberg le dedica la película a Pfefferberg, quien hizo posible que se conociera esa historia, y que esa noche estaba de huésped en casa de Spielberg junto a Mila, su esposa.
Y seguimos con el punto culminante, cuando La Lista de Schindler es premiada con el Oscar a la mejor película:
Una nota interesante es que quien entrega el Oscar a la mejor película a Spielberg es Harrison Ford, quien, como mencionamos anteriormente, y en forma muy leal, había declinado el rol de Schindler (y por eso el abrazo y el beso, y el “gracias” de uno al otro); y otro detalle es que, cuando Spielberg va al estrado a recibir el Oscar como co-productor, Clint Eastwood le sostiene la estatuilla que había ganado como Director.
Hay mucha gente que todavía no ha visto este maravilloso monumento a la imposibilidad de la peripecia humana, y a lo grave que es el odio expresado en sus formas más extremas, por lo que, para sembrar la semilla para que volvamos a ver, o veamos por primera vez, esta película, les comparto la inolvidable parte final, donde veremos a los sobrevivientes junto a los actores que los interpretaron:
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