Señor director:
Hace algunas semanas el connotado escritor y periodista Jorge Abasolo, ha propuesto una campaña para reconocer en vida por parte del Senado de la Republica al Dr. Fernando Monckeberg Barros, galardonado nacional e internacionalmente por su obra a los niños de nuestro querido Chile, logrando erradicar la desnutrición infantil.
En la década de los setenta en Chile nacían –cada año- más de 370.000 niños, y por lo menos la mitad estaba siendo continuamente lacerada a perpetuidad por la desnutrición, la ignorancia y la pobreza del ambiente familiar. El perjuicio comenzaba antes de nacer. A los nueve meses de embarazo, el 12% de los niños pesaba menos de 2,5 kilos (lo normal eran 3,5 kilos), lo que equivalía a una desnutrición de tercer grado, simplemente irreversible.
Otro porcentaje mayor nacía con déficit de peso variable, entre 2,5 y 3 kilos, lo que significaba que también ellos habían sufrido algún grado de daño intrauterino por subalimentación de la madre.
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¡Esta era la patética realidad de un Chile no tan pretérito! ¿Cómo logramos avances notables en pocas décadas hasta lograr erradicar la desnutrición?
El doctor Fernando Monckeberg pertenece a esa legión de chilenos con los cuales el país aún está en deuda. Alma, mentor y guía de una lucha noble y solitaria, hoy es reconocido hasta por una clase política que se mantuvo ajena a este desafío, de largo aliento y de tesón inquebrantable.
Su libro “Contra viento y marea” relata los obstáculos que tuvo que sortear para lograr un propósito tan noble como soñado por muchos años.
Se trata de una obra escrita en torno directo, ajeno a los afeites o piruetas literarias. En lenguaje directo y a ratos muy coloquial, con humor colindante con el sarcasmo, la piedra angular de esta suerte de Memorias
Gira en torno a un tema acuciante para la salud pública, el que hoy ha sido superado por la pasión de una recua de seres humanos propietario de una entrega hacia el prójimo que incita y conmueve.
“Contra viento y marea”, libro ganador del concurso literario de Revista de Libros, constituye una importante fuente documental para la historia social y política del Chile de la segunda mitad del siglo XX.
A sus 98 años, el doctor Monckeberg ha vivido en tensión de interés por los problemas nutricionales que afectan a la humanidad y a nuestro país; y en una de sus variadas propuestas, llega a formular un llamado para crear una verdadera conducta solidaria para salvar al hombre de su inmersión en el pozo del yo y elevarlo al aire pleno del nosotros. Noble intento que debemos atender, porque si es verdad que las ciencias permiten ser rey de la tierra, mar y cielo, aquí en su tierra, no es sino portavoz y captador de las necesidades humanas.
Atenderlas lo hace más humano. Y en esa misión tan digna como noble, la voz de Fernando Monckeberg se empina con peso específico propio. Este médico –que debiera inaugurar ganando el Premio Nacional de la Paz- es aún de las pocas personalidades del quehacer científico chileno que es requerido constantemente por los centros académicos de Europa y Estados Unidos.
Sabemos, aquilatamos y admiramos que el doctor Monckeberg haya liderado la lucha contra la desnutrición infantil, “ese mal oculto” que ya en 1950 mataba a más de un 40% de los niños chilenos menores de un año.
La ciencia chilena –en estado larvado y casi “desnutrida”- ha engendrado seres de una inteligencia excepcional puesta al servicio de los demás. La jerarquía moral del doctor Monckeberg rompe todos los moldes. Lideró una cruzada para erradicar la desnutrición “contra viento y marea” en un país de tantas lacras que omitió una que hería el corazón de su capital humano.
Y pudo salir adelante.
Un libro imperdible, necesario para entender que hay seres de antología –como Fernando Monckeberg- destinados a marcar surco y camino; y dejar una huella digna de imitar, recordar y perpetuar.
A la hora de trabajar en aras de su país, omitió su domicilio político, colaborando con gobiernos tan disímiles como los de Eduardo Frei Montalva, Salvador Allende y la dictadura o régimen militar encabezado por Augusto Pinochet.
Fue creador del INTA en 1972, CONIN en 1975, o la famosa Leche “Purita” que se entrega hasta el día de hoy gratuitamente en los consultorios a todos los niños de Chile. Un hombre que no tiene tendencia política, que sólo trabajó incansablemente por su país y a sus 98 años el Congreso de la Nación no le ha dado un homenaje en vida a un médico excepcional.
Lo escrito en esta carta es sólo una sinopsis de la labor de un hombre requerido internacionalmente.
Firmantes:
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