Por Lillian Pérez.-Una reciente encuesta de Espacio Público y la consultora Ipsos reveló que una de las principales preocupaciones de los padres es el hostigamiento entre estudiantes. De inmediato uno piensa en las víctimas. Sin embargo, es necesario también centrarse en la persona que ejerce la agresión, pues ella requiere apoyo terapéutico, junto a su familia.
Cuando el niño está en casa, generalmente tiene una vida familiar, socialmente estable, con personas en las cuales confía. Cuando sale de ese espacio para ir al jardín infantil, colegio o club, requiere ser validado por los otros. Y, una manera natural de hacerlo es a través del respeto. Pero, hay situaciones que se relacionan con el estado anímico del niño, como abandono familiar, disfuncionalidad parental y elementos emocionales que hacen que perciba amenazante el entorno. Esto explicaría conductas explosivas, pataletas y agresiones, las cuales se replican en el mundo virtual.
Hay distintas formas de agredir. Generalmente, la agresión, cuando no es física, sino verbal o actitudinal, es aprendida. Generalmente ese niño burlón, aprendió a agredir de una manera solapada o a denostar al otro y, generalmente, lo aprenden al interior de la familia. Cuando me dicen este niño es mentiroso, lo más probable es que dentro de su familia sean comunes indicaciones como «no lo digas» o el famoso «Dile que no estoy’. En el fondo, se inculcan al niño patrones conductuales desadaptativos desde el hogar muchas veces. Pasa lo mismo con los apodos domésticos, comunicarse con groserías, maltrato o burlas, conductas que los niños replicarán en el colegio y también en redes sociales.
La capacidad intelectual, cognitiva (atención, memoria y todas las funciones ejecutivas), generalmente está determinada por la genética. Sin embargo, lo que tiene que ver con lo social, es aprendido a partir de la interacción con adultos. La buena noticia es que, con un trabajo sistémico que incorpore al niño y a su familia, se puede lograr que el agresor deje de serlo. Algo que favorece al colectivo que también sufre el impacto en la forma de relacionarse. ¿Por qué? Porque mientras habrá quienes buscan la protección del agresor (para no ser agredidos por él), hay otros que tendrán una actitud pasiva, que no querrán ir al colegio, generarán estados de ansiedad y se querrán cambiar de curso, tal vez. El hostigamiento es algo que afecta a todo el grupo curso.
El rol de los profesores es fundamental, puesto que son quienes deben detectar conductas agresivas entre los estudiantes antes de que se produzca el hostigamiento. Si hay bullying instalado en la sala de clases es porque no leyó a sus alumnos, porque para que se geste, debió haber momentos previos en los que nos se generó un clima afectivo sostenible o de confianza. El rol del profesor es clave para generar un ambiente afectivo, estable y de respeto mutuo. Es fundamental entregar herramientas a los profesores para que logren detectar las conductas de hostigamiento y así fomentar la cultura de la paz, que es responsabilidad de todos.
Lillian Pérez es neuropsicóloga y especialista en y neurociencias cognitivas.
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