Por Rudy Carrasco.- Los coletazos del estallido social, la intensa sequía y el cambio climático eran algunos de los problemas que enfrentaba Chile al momento de la llegada del coronavirus. Hoy, a más de un año y medio de iniciada la emergencia sanitaria, la situación es aún más incierta. Hace algún tiempo el Fondo Monetario Internacional (FMI) proyectó una caída de 7,5% del Producto Interno Bruto nacional a consecuencia de la pandemia. En línea con lo anterior, las cifras de desempleo se sitúan por sobre los dos dígitos.
En momentos de confinamiento total, por ejemplo, en la Región Metropolitana, es inexplicable que más de un millón de permisos se tramiten en un día y que las ferias libres se encuentren abarrotadas de personas abasteciéndose de alimentos. Con una economía altamente deprimida, las familias chilenas se encuentran en un escenario de alto estrés y ansiedad. Y ante la escasez de recursos, los chilenos deben salir de sus hogares con el objetivo de asegurar los insumos básicos para sobrevivir, a pesar de las medidas sanitarias. Uno de los principales beneficios de la incorporación de la agricultura en las ciudades es el aseguramiento alimentario de la población.
En la década de los cuarenta y durante la Segunda Guerra Mundial, el miedo a la escasez comenzó a invadir Estados Unidos. Con el fin de disminuir la presión de la guerra se inició una campaña denominada “Jardines de la Victoria”, que promovía que las familias norteamericanas se autoabastecieran directamente de su jardín y así poder destinar parte de la producción a gran escala para alimentar a las tropas. Esto llevó a que casi 20 millones de hogares lograran producir el 40% de las frutas y verduras consumidas en el país.
Hoy existe un interés importante desde el punto de vista práctico y académico por el desarrollo de huertos urbanos. Las investigaciones evidencian beneficios económicos, sociales y ambientales potencialmente grandes. Uno de los principales beneficios de la incorporación de la agricultura en las ciudades es el aseguramiento alimentario de la población, permitiendo obtener comida fresca, saludable y de alta calidad, lo que conlleva en un aumento del poder adquisitivo de la familia, por medio del ahorro de parte o la totalidad del presupuesto destinado a la compra de estos productos, incluso en algunos casos, es posible la comercialización de los excedentes. Algunos estudios estiman que el retorno por peso invertido en cultivos urbanos alcanza los 6 pesos en verduras frescas. La agricultura urbana permite la reutilización de desechos orgánicos en la producción de compost para potenciar la producción y vigor del huerto.
Desde el punto de vista del medioambiente, hay una creciente preocupación y toma de conciencia por reducir el impacto del cambio climático a través de la adopción de un consumo más sostenible. Estudios cifran en cerca del 20% la contribución al cambio climático producto de la agricultura industrial, esto considerando la producción y transporte. Por ejemplo, en Estados Unidos los alimentos viajan, en promedio, 2.400 km para llegar a la mesa. Además, la agricultura urbana permite la reutilización de desechos orgánicos en la producción de compost para potenciar la producción y vigor del huerto. Y con ello, se reducen los costos sociales y ambientales derivados del manejo de basurales.
Muchas veces creemos que para desarrollar la agricultura es necesario disponer de enormes extensiones de terreno, pero en realidad es posible crear una huerta en un cajón reutilizado, en un pallet viejo o en el saco donde se compraron papas.
Hoy existen diversas técnicas que permiten cultivar vegetales en espacios reducidos y que pueden maximizar la producción por metro cuadrado. Los huertos verticales surgen como una alternativa altamente eficiente, inclusive estudios encontraron mayores rendimientos bajo esta modalidad que a campo abierto. Cercos, panderetas o muros pueden ser espacios ideales de cultivos, en los que se pueden montar huertas por medio de pallets en desuso.
Los espacios comunes como azoteas en edificios o plazas en condominios son zonas que permiten el desarrollo de lo que se conoce como granjas comunitarias, lugares en los que no sólo se fomenta la vida comunitaria, sino también se crean verdaderos pulmones verdes en medio de selvas de concreto.
Las alternativas de cultivo urbano, junto a la reutilización de desechos por medio del compostaje, tienen el potencial de generar significativos beneficios para la vida y salud de las personas. Además, proporcionan espacios donde los ciudadanos interactúan deliberadamente con la naturaleza, y que nos permiten, más aún en tiempos de pandemia, buscar alternativas de ocio y de enseñanza para nuestros hijos.
Rudy Carrasco es ingeniero civil industrial y secretario de Estudios de la carrera de Ingeniería Civil Industrial en la Universidad San Sebastián