Opinión

Kast gana, Boric capitaliza, Jara mira

La campaña presidencial expone la polarización entre Kast y Jara y la debilidad en propuestas, mientras la ciudadanía vota más por temor que por convicción.

Por Miguel Mendoza Jorquera.- Sobre el papel, el 14 de diciembre Chile elige entre Jeannette Jara y José Antonio Kast quién ocupará la banda presidencial en marzo de 2026. En la práctica, la ironía es brutal: una campaña pobre en ideas, con dos candidatos que no logran articular un proyecto convincente, mientras en La Moneda muchos ya calculan otro desenlace. Un triunfo de Kast no solo parece probable, también le acomoda políticamente a Gabriel Boric: deja el costo del desgaste a la derecha y, desde marzo, se instala como líder natural de la oposición, por encima de la propia Jara.

Los números son lapidarios. En primera vuelta, Jara llegó primera con un 26,8%, Kast segundo con 24,0% y Franco Parisi tercero con 19,7%. Pero en casi todas las encuestas de balotaje el escenario se dio vuelta: Kast aparece claramente arriba, mientras Jara se mueve en un rango que huele a derrota más que a remontada. Y en la “encuesta real” que hoy manda en la conversación política –la de la expectativa– buena parte de la ciudadanía da por hecho que el próximo presidente será Kast, no Jara.

Con ese telón de fondo, la candidata oficialista entra a los debates con tono desafiante, pero de perdedora a la defensiva. Se planta, sube la voz, interpela, pero cada vez que le piden aterrizar sus promesas en cifras y plazos, el discurso se deshilacha. En vez de un relato propio, recurre al libreto del miedo: “todo, menos Kast”. En los últimos debates, su estrategia ha sido capturar al “anti Kast” más que convencer al “pro Jara”.

Kast no está mucho mejor armado intelectualmente; solo lo disimula con seguridad y frases cortas. En migración, por ejemplo, ha amenazado a cientos de miles de migrantes en situación irregular con plazos casi mágicos para abandonar el país, en una realidad donde la población migrante ya roza el 10% y ha crecido con fuerza en pocos años. Su receta para todo se resume en tres palabras: “uso de la fuerza”, “fronteras cerradas” y “cárceles de alta seguridad”. Sobre cómo encajan estas promesas con tratados internacionales, capacidades reales del Estado o el presupuesto disponible, poco o nada. Pero el detalle, al parecer, no gana likes.

Jara, por su lado, se aferra a las credenciales de “continuidad con cambios” del gobierno, olvidando que Boric llega al final de su mandato con una aprobación baja y una desaprobación alta. Su plan es defender lo hecho y “profundizar reformas”, pero en un entorno donde la derecha dura, los republicanos y el propio Parisi suman una mayoría incómoda, el oficialismo aparece políticamente en la UTI. Hablar de “profundizar” cuando una parte importante del país siente que no se ha cumplido lo básico suena más a consigna que a programa.

Aquí aparece la parte más incómoda para Jara: su principal problema no es solo Kast; también es el cálculo frío del propio boricismo. El mandato de Boric termina el 11 de marzo de 2026. Al día siguiente, independiente de quién gane, la pregunta será: ¿quién lidera la oposición?

  • Si gana Jara, sería “su” gobierno el que deberá convivir con un oficialismo fracturado, con el Partido Comunista y el Frente Amplio disputando cuotas, y con el socialismo reclamando espacio.
  • Si gana Kast, en cambio, Boric queda libre de culpas y se convierte automáticamente en el rostro mejor posicionado de la izquierda y el progresismo: expresidente joven, con experiencia, listo para rearticular fuerzas contra un gobierno de derecha dura impopular desde el día uno.

En esa ecuación, no es difícil imaginar a muchos en La Moneda pensando en voz baja que un triunfo de Kast “no sería tan malo”. El costo político de gobernar un Chile crispado entre 2026 y 2030 se lo come otro, mientras las dos colectividades más fuertes del actual oficialismo –el Partido Comunista y el Frente Amplio/entorno boricista– se trenzan por la jefatura de la oposición y por quién controla el relato del “resistir al gobierno de Kast”. Jara, si pierde, pasará de candidata presidencial a recuerdo incómodo en cuestión de semanas.

Y por si el cuadro no fuera lo suficientemente caótico, en la esquina aparece Franco Parisi, con su casi 20% de primera vuelta y un contingente parlamentario propio. No es ni de izquierda ni de derecha, pero sí un estorbo permanente para cualquiera que quiera ordenar el mapa político. Para Boric (y para quien aspire a liderar la oposición) Parisi es una pesadilla: un competidor directo por el voto anti-élite, con más llegada digital que cualquier partido tradicional y sin lealtad a ningún bloque. Hoy se declara prescindente, mañana puede negociar con quien le convenga, pasado mañana encabezar su propia cruzada “anti todos”.

Mientras tanto, los debates entre Jara y Kast se han convertido en un espectáculo predecible: ella recita que el país retrocederá décadas si gana la ultraderecha; él responde que la izquierda destruyó la seguridad, la economía y las fronteras. Las cifras que importan –delincuencia, informalidad laboral, listas de espera, crecimiento anémico– apenas entran como telón de fondo. En el caso migratorio, aunque los flujos irregulares han variado y se han tomado medidas de control, la percepción de conflicto y temor ha aumentado, alimentando el discurso de Kast. La realidad es compleja; la campaña, simplísima.

Así llegamos al final de campaña: una candidata oficialista que parece pelear contra las encuestas más que contra Kast; un candidato de derecha dura que promete milagros con un Estado que no tiene; un presidente saliente que, gane quien gane, ya está pensando en su rol desde marzo; y un outsider digital que se prepara para seguir molestando a todos desde su 20% de base.

¿Y el país? Reducido otra vez a una boleta con dos nombres, dos trincheras, dos miedos. La disyuntiva que se nos ofrece es brutalmente simple: Jara o Kast, continuidad deslucida o giro a la derecha dura. Dos alternativas binarias que, en el fondo, no corrigen el problema de base: un Chile dividido hasta el hueso, donde la mitad del país vota contra la otra mitad, más por temor que por convicción.

El 14 de diciembre sabremos quién se queda con la llave de La Moneda. Lo que ya sabemos es que, sea quien sea, gobernará un país fracturado. Y el 2026, mientras Kast o Jara den su primera cuenta pública, Gabriel Boric y Franco Parisi probablemente estarán tomando palco… y afilando sus estrategias. Pero esa, como se dice, será materia para otro análisis.

Miguel Mendoza Jorquera, Tecnólogo Médico – MBA

Alvaro Medina

Entradas recientes

Quien vive en paz, no jode a los demás

Entre el reconocimiento negado y la autoexplotación contemporánea, la filosofía recuerda que sólo vivir en…

3 horas hace

La banalidad del mal en la era de la postverdad

La banalidad del mal se muestra cuando se pierde la capacidad de juzgar y el…

5 horas hace

11 muertes violentas de mujeres se registran cada día en América Latina y el Caribe

Cada día once mujeres son asesinadas en la región por razones de género, un crimen…

5 horas hace

Marketing digital y Ley 21.719: el estándar que aún no cumplimos

La nueva Ley 21.719 redefine el marketing digital en Chile: del dato utilizable al consentimiento…

5 horas hace

Inclusión en la educación superior: un desafío pendiente

La inclusión en la educación superior exige más que acceso: demanda accesibilidad real, formación docente…

6 horas hace

Crónica de un verano anunciado

El verano 2026 traerá olas de calor y cambios bruscos de temperatura, un desafío que…

6 horas hace