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La angustia y el mundo post pandemia

Por Juan Medina Torres.- El pasado fin de semana cumplí dos semanas de una cuarentena en mi departamento ordenada por el Gobierno como una de las medidas para impedir que el coronavirus continúe contagiando a la población.  Ya se han superado las 2.200 personas contagiadas a nivel país y la cifra de muertos llega a 8.

El coronavirus y sus consecuencias es lo único que vemos, oímos, leemos en estos momentos.  La cuarentena te obliga a estar en un espacio limitado, es agobiante. Pienso, y pensar aumenta mis interrogantes para las cuales no tengo respuestas, trato de interpretar los datos entregados por los medios de comunicación y la realidad política, social y económica  que tengo hoy no era la de ayer y no será la de mañana. La realidad cambia vertiginosamente y la verdad se oculta detrás de apariencias.

Tenemos angustia y queremos saber qué es lo que pasa. Es la misma angustia del hombre del medioevo cuando la peste negra asoló Europa. La única diferencia es que actuamos de diferente forma porque partimos de plataformas de creencias culturales distintas.

El antropólogo Ralph Linton, en su obra “Cultura y Personalidad” dice: “Una tribu que trata de detener una epidemia de fiebre tifoidea por medio de una cacería de brujas en gran escala actúa lógicamente de acuerdo con la creencia impuesta por su cultura, acerca de que las brujas son responsables de la enfermedad. Cuando nosotros tratamos de lograr el mismo fin por medio de la vacuna, o hirviendo el agua para beber, también actuamos lógicamente basándonos en el conocimiento producto cultural, de que la enfermedad es causada por ciertas bacterias”.

Pero junto a la angustia, surgen las dudas: Los procedimientos adoptados ¿serán eficaces para terminar con la pandemia? ¿Que pasará con todo lo que era nuestro mundo?  Estamos en crisis, se ha roto algo, fallan las grandes creencias, las certezas esenciales y se nos hace difícil caminar. Lo único que sabemos en estos momentos es que debemos levantarnos, buscar las respuestas dentro de nosotros mismos.

El coronavirus nos obliga a pensar en lo que nos está pasando. De pronto hemos vuelto los ojos a nosotros y a los seres que nos rodean, analizamos cada una de nuestras conductas. Estamos tomando conciencia. Busco a mis seres queridos y cada día despertamos a nuevas realidades, aumenta el desánimo por la pérdida de miles empleos y los expertos señalan que las cifras de desempleo subirán. El Fondo Monetario Internacional informa que el mundo entró en una recesión igual o peor a la sufrimos el año 2009.

Poco a poco el miedo se va apoderando de nosotros y no sabemos cómo combatirlo. El miedo a morir, a perder lo que tenemos, a no poder ver a nuestros seres queridos, a no poder hacer lo que deseamos.

A nivel mundial, el panorama no es mejor, más de diez mil personas han muerto en Italia, cinco mil en España. En Estados Unidos hay miles de infectados y poco a poco comienzan a morir. En Nueva York, están construyendo morgues. Dicen que una de las zonas de mayor impacto de la pandemia será América Latina, por lo tanto, el panorama no es nada alentador, más bien pesimista.

Pero tenemos esperanzas, porque creemos en la inteligencia del ser humano y tenemos la fe que se encontrará la vacuna que nos permitirá superar estos momentos. Sin embargo, los paradigmas de una vida mejor ya no serán los mismos, lo material para mejorar la vida no será lo más importante sino valores como la resiliencia y la solidaridad que hoy tiene como grandes actores a los trabajadores de la salud. Son un ejemplo de resiliencia social y solidaridad.  Eso estamos aprendiendo y empezamos a abrirnos al otro, lo que nos permitirá entender los cambios sociales que necesitamos realizar para encontrar las soluciones que exigen los tiempos actuales, dejando de lado los intereses particulares.

Tengo confianza que esta crisis nos ayudará a cambiar nuestra mirada sobre el futuro teniendo presente lo que hemos aprendido. La inteligencia tiene que ver cómo nos adaptamos a nuevas realidades.