El periodista Juan Medina analiza el caso Hermosilla desde las características de una cofradía.
Por Juan Medina Torres.- ¿Cuánto poder e influencia política tenía o tiene la cofradía que integraba el abogado Luis Hermosilla? Definiendo “cofradía” para este caso, como “junta de ladrones o rufianes”, de acuerdo a la cuarta acepción del Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española.
Lo cierto es que la mayoría de sus componentes conocidos, hasta ahora, se formaron en los mismos colegios y asistieron a una misma universidad; sus apellidos se repiten en círculos políticos, judiciales, legislativos y económicos.
Ver también:
El celular de Luis Hermosilla
¿Quién novelará a Luis Hermosilla?
Entre sus características de funcionamiento destacan las relaciones afectivas entre sus miembros, el secretismo de sus vinculaciones y sus métodos para ejercer poder, a través de los cuales logró niveles de influencia extraordinarios para hacer valer sus intereses.
La corrupción fue su práctica habitual y aprovechando su fuerza política, social y económica alcanzaron poder y diversos beneficios para sus integrantes.
Lo investigado, hasta el momento, revela dinámicas interesantes que nos permiten acercarnos a la interacción de sus integrantes más connotados con las instituciones políticas, judiciales, legislativas y económicas de nuestro país, en busca de poder.
Todavía no se analiza en profundidad, por ejemplo, el grave daño provocado al Poder Judicial, donde, mediante una serie de maniobras, esta cofradía logró que representantes de dicho poder desprestigiaran la democracia constitucional de un poder base de la institucionalidad de nuestro país.
Lo que es más grave, es la desconfianza sobre el resultado de los hechos investigados, que permea nuestra sociedad: pocos creen que se haga justicia atendiendo al grave daño a nuestra democracia. También está el tema de la impunidad por los escándalos de corrupción que hemos conocido en los últimos años, lo que aumenta la desconfianza.
Sólo por nombrar algunos de dichos escándalos en los últimos años tenemos: el financiamiento ilegal de los partidos políticos que terminó en acuerdos con la Fiscalía y que finalizó con el cierre de los procesos y ninguno de los acusados en la cárcel; el caso del papel higiénico, donde una empresa reconoció haberse coludido, por años, con su competencia para aumentar el valor de este insumo y finalmente se acordó el pago de una multa y ninguno de sus ejecutivos pisó la cárcel.
El cuidado de la democracia es una de las responsabilidades principales de la clase política, pero en este momento enfrenta una grave crisis, que le impide asumir el liderazgo que se necesita y más bien se mantiene en posiciones marginales sin asumir sus responsabilidades.
Y una última pregunta: Esta cofradía, ¿es única o habrá otras que actúan en las sombras?