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La comunicación difusa y el panorama post 4 de septiembre

Por Hugo Cox.- Normalmente escuchamos desde distintas áreas que quienes intervienen en el debate político suelen emitir mensajes muy generales que se presentan en términos muy vagos. La falta de concreción significa la carencia de un mensaje central, lo que en la comunicación provoca dispersión y desconcierto entre las distintas audiencias.

Esta característica del mensaje (difuso) lleva a que las audiencias se alejen, debido a que la información que reciben no los guía en la toma de decisiones que impactan en su vida. En una sociedad cada vez más globalizada, la información es básica y debe ser clara para adaptarse a permanentes situaciones de cambio.

Dicho lo anterior, constatamos que la información que hoy circula en el país está dentro de este concepto de comunicación difusa. Los cambios que se observan en el país han llevado a situaciones de alta complejidad. Por ejemplo: cuando se instaló la Convención Constitucional, hace ya un año, nadie dudaba de que el resultado de su trabajo no se aprobara; pero los hechos fueron cambiando esa percepción, dando paso a una serie de mensajes contradictorios y poco claros, que provocaron desorientación en la ciudadanía, generando un paulatino aumento del rechazo del texto presentado por la Convención Constitucional. Este fenómeno obligó a cambios en la estrategia de quienes dirigen el Apruebo, ya que lo primero que hacen plantear y difundir los derechos que la constitución entregaría, como asimismo las distintas identidades que adquirirían su reconocimiento constitucional. Este discurso, en una segunda etapa, pasa a uno derechamente de desacreditación de quienes asumían las posturas del rechazo, a veces debido a mentiras o directamente a través de la descalificación del otro.

Esta estrategia tampoco funcionó, y el gobierno asume la conducción de la campaña con el eufemismo de estar informando. Pero a poco andar ocurre otro cambio en el mensaje, provocando desorientación en algunos grupos de ciudadanos. En esta etapa, el Presidente reconoce que puede que el triunfo del rechazo sea real, y ante esta constatación propone a los partidos políticos de su coalición que generen en un acuerdo los puntos en que el texto constitucional propuesto debe modificado. El presidente declara que impulsará con decisión los cambios, dándose la paradoja de que la Constitución, antes de ser aprobada ya recibe enmiendas. Entonces, por una parte, la actual constitución (la del 80) está desahuciada y la nueva -en caso de ganar el apruebo- debe ser sometida a cambios.

Después del 5 de septiembre se inicia un período de alta complejidad en que el Congreso, el gobierno, los partidos políticos y las instituciones deben estar a la altura de las nuevas exigencias.

Pero no se debe olvidar que la ciudadanía demanda soluciones concretas al estado tanto a los conflictos económicos y de seguridad.

Existen sectores medios cada vez más amplios, que surgen entorno al consumo, consumo que al día de hoy se mantiene y que no se ha ralentizado. Esos sectores no desean perder lo que han conseguido y aspiran a que esto se mantenga y, por lo tanto, no apuestan por formas que sientan que no les dan seguridad y no están dispuestos a lo que no conocen.

Por otra parte, las demandas al Estado van en aumento y éste no puede satisfacerlas, ya que son producto de lo heterogéneo de la sociedad, no son demandas de clase, a lo anterior se debe agregar que el país ha entrado en una anomia fuerte en que cada día se generaliza más. No solo es el Estado desafiado en el sur: es la basura en las calles, las paredes pintadas con símbolos y rayados, es el andamiaje que daba sustento a un orden que se ha volatizado.

Estos y otros problemas no se terminan el 5 de septiembre: continuarán. Y a eso agregamos que la discusión constitucional también proseguirá y transformará al país en un terreno bastante complejo que requiere de mucha conducción política   y de partidos políticos y Poder Legislativo que estén a la altura de las exigencias que se avecinan.