Por Hugo Cox.- En artículos anteriores he planteado que más allá de la crisis sanitaria, es necesario pensar cómo superamos las actuales condiciones sociales y económicas, y en esos escritos he planteado la importancia de la democracia y, por lo tanto, de la política, para darle conducción a un proyecto de desarrollo que supere las actuales condiciones.
“La crisis sanitaria (coronavirus de por medio) no hizo otra cosa que visualizar lo que se negaba durante el estallido social. Cuando se decide que la educación se debe entregar a distancia (para que el proceso educativo continúe), los sectores gobernantes se dan cuenta que el 40% de los niños y jóvenes no tiene internet. Cuando se determina el uso del seguro de cesantía, tenemos que dos millones de personas trabajan informalmente y que los fondos tienen un promedio 500 mil pesos por persona que alcanzan para sólo un mes. Cuando el gobierno solicita hacer un esfuerzo de no despedir a la gente, se dan cuenta que 80% de las pymes están endeudadas y deben ayudarlas. Cuando solicitan no usar transporte público, se dan cuenta que el 70% de las familias no pueden dejar de trabajar y se desplazan sin auto. Si piden no viajar a la segunda vivienda e instalan controles sanitarios, se percata que hay gente que tiene helicópteros. Cuando abren y cierran cuarentena, se dan cuenta que necesitan personas de comunas más pobres para vivir. Cuando piden usar mascarillas, se dan cuenta que no las compraron a tiempo, y nuevamente la gente solidaria salva, confeccionándolas. Cuando llaman al aislamiento social, se dan cuenta que las familias viven en 40 metros cuadrados con un baño. Cuando piden lavarse las manos varias veces al día, se da cuenta qué hay sectores del país sin agua potable. Cuando piden ser solidarios, empáticos y cuidar a los adultos mayores, se dan cuenta que el 90% de ellos está solo, viven aislados y no les alcanza la pensión para vivir. Cuando piden no salir, solo para lo necesario, se dan cuenta que los trámites están disponibles solo en forma presencial, la gente debe salir y hacer fila. En resumen, se dieron cuenta que deben gobernar la pobreza y mala calidad de vida, no el país soñado a las puertas del desarrollo. El país antes descrito, no es conocido por cierta elite, y además no lo quieren conocer, su mundo es otro.”
A partir de esta descripción, necesitamos pensar y discutir no solo de la administración, sino del país que deseamos construir, y es aquí donde la política juega un rol fundamental.
En el artículo anterior vimos lo planteado por la CEPAL y su propuesta frente a los nuevos escenarios que se abren. Cualquier propuesta debe considerar un piso (los bienes comunes) y un techo (el cuidado del medio ambiente).
La economista de la Universidad de Oxford, Kate Raworth, plantea el tema a partir de cuatro preguntas que son centrales para esa definición.
Estas interrogantes son cuestionadas y la lógica es cómo se distribuyen.
Entendiendo lo anterior se puede pasar, por ejemplo, al panel solar en cada casa, o minimizar a partir de las nuevas tecnologías los grandes centros productores.
O acentuar la tendencia que se manifiesta en algunos países especialmente en aquellos de Europa del Norte de la propiedad en términos comunitarios, propiedad de las empresas por parte de los empleados, el retorno a las cooperativas, el surgimiento de nuevos modelos de negocios, nuevas formas legales de regulación (por ejemplo, las empresas de interés comunitario en Inglaterra).
La forma de gestionar la economía debe lograr una justicia social con la integridad ecológica.
Pero desarrollar un camino de estas características significa que “hay mil cadenas que vencer” en donde el conflicto mayor está en la industria financiera, que está diseñada para crecer exponencialmente en una carrera sin fin y se da en un entorno vivo y cuyo equilibrio es precario o, a lo menos, delicado.
En síntesis lo que propone CEPAL no se contradice con la propuesta de esta economista sino, todo lo contrario, están en una misma línea, ya que el objetivo final es asegurar bienes sociales como educación, salud, vivienda, pensiones dignas, ingresos mínimos asegurados, y en momentos de crisis, el aseguramiento del agua. Pero lo anterior se debe dar en un marco del respeto al medio ambiente, ya que la tierra es la casa común, como queda demostrado con esta pandemia.
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