Por Juan Medina Torres.- Más del 80% de la población de Chile vive en ciudades, es decir, más de 15 millones de personas, de las cuales más de 8 millones vive en Santiago.
Diversos estudios indican que el crecimiento de la población debe ser acorde con un desarrollo urbano sostenible que implique una mejor calidad de vida para los habitantes de las ciudades. Además, hay que considerar que hoy las ciudades tienen un rol importante en la lucha contra el cambio climático.
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Santiago: capital de la desigualdad ambiental
Las nuevas formas de desigualdad
Sin embargo, en nuestro país observamos profundas desigualdades en el desarrollo urbanístico de nuestras ciudades, especialmente en Santiago, donde en las comunas más vulnerables de los sectores poniente, sur y norponiente, se han impuesto las leyes de mercado, las que no implican una mejor calidad de vida para sus habitantes y además, reflejan la inexistencia de leyes urbanísticas con responsables de un modelo de ciudad acorde con las necesidades de los ciudadanos.
Si hacemos un recorrido por las comunas de los sectores mencionados, podemos observar proyectos inmobiliarios de viviendas sociales, que han privilegiado la construcción de “pasajes”, lo cual implica hacinamiento y mala calidad de vida para los residentes de esas poblaciones. Un pasaje impide, por ejemplo, la plantación de árboles, desplazamiento de vehículos de emergencia, genera contaminación y son propicios para acciones delictivas. Además, carecen de áreas verdes.
Bajo este contexto y a fin de disminuir las desigualdades anotadas creemos que deben buscarse caminos para lograr un modelo de urbanismo participativo, reduciendo el papel de las empresas inmobiliarias y poner en práctica la participación ciudadana la que nunca ha sido escuchada en estos temas.
La participación ciudadana
Se sabe que la participación ciudadana promueve el intercambio de opiniones, el diálogo, el debate y el aprendizaje mutuo, donde las iniciativas públicas y la sociedad civil pueden alcanzar los objetivos que permitan renovar el tejido urbano y luchar contra el cambio climático, tal como exige un verdadero urbanismo participativo.
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