Por José Orellana y Hernán García.- Mientras la candidata a la presidencia por el Partido Socialista de Chile participaba en un programa matinal de la TV chilena, se le observó una conducta que habitualmente no se evalúa de forma positiva en el ejercicio de la política. Esa conducta fue una emoción respecto del gesto de una vecina de escasos recursos que, sólo teniendo pocos alimentos para su propio sustento en la comuna de Pudahuel, los donó para la olla común que se estaba organizando en las cercanías de su hogar.
Más allá del escrutinio crítico que se le realice a la conducta de Narváez, más cuando, varios sectores políticos y ciudadanos, ¿con derecho?, puedan indicar que la conducta está vaciada de contenido, la misma, también podría entendérsele como la emoción e incertidumbre que viven miles de chilenas y chilenos, cuando constatan que su horizonte de sustento es estrecho respecto de los recursos básicos para el mismo. También, esta conducta y emoción se proyectan y entienden, cuando un gobierno ha sido incapaz de crear coberturas económicas que sean capaces de resolver en un estándar adecuado las dificultades de miles de familias, haciendo de la negación a los retiros de recursos de las AFPs, un eje argumentativo que nada resuelve en el fondo la situación, como tampoco lo hacen los IFE y los bonos que se encuentran sujetos a una serie de intricados procedimientos para su entrega, haciendo de la focalización, en tiempo de pandemia, una herramienta inaceptable, correspondiendo, por el contexto social, una cobertura universal, exigida no sólo por Narváez, sino que también por una mayoría de precandidato/as a la presidencia, partidos políticos, congresistas, centros de pensamiento, ciudadanía, entre otros.
Esa emoción veraz, ¿es la que sienten las mayorías populares y los sectores de la clase media cuando observaron el verdadero ‘sin sentido’ en el Congreso al discutir el retiro del tercer 10% de las AFPs?
La respuesta es sí, sin lugar a dudas, pues más allá de la técnica y la métrica que se puede colocar en justo valor por quienes defienden la idea de no comprometer las pensiones futuras, a propósito de las AFPs, junto con el anhelado ajuste o reforma de fondo del sistema de pensiones, que algunos aún lo enfocan desde el neoliberalismo, se contrapone a la realidad social, expresada en las ollas comunes que comienzan a crearse en cuanta población que precise de un complemento alimentario, que sin perjuicio del valor comunitario, solidario y de resistencia que tienen, dan cuenta de la ineficacia e indolencia del quehacer gubernamental, prioritariamente.
Digámoslo de este otro modo, acaso esa situación emocional, ¿no es la misma que se repite una y otra vez en cada una de las familias que se encuentran en la patria toda, en diferentes distribuciones y concentraciones geográficas, con más o menos segregación socioeconómica, incubando un sentimiento de no respeto por las normas sanitarias (también rabia) que intentan detener los contagios por coronavirus y por derivación, las muertes de chilenas y chilenos?
Recientemente, en Argentina, han intensificado las restricciones de desplazamiento, buscando disminuir los contagios, expresándose en contra alguna ciudadanía. Es más, desde Brasil Jair Bolsonaro, presidente brasileño, se ha burlado de las nuevas medidas trasandinas. Lo concreto es que las medidas sanitarias han afectado la economía de los trabajadores que viven de un sueldo, no así de quienes acumulan riqueza, la que han aumentado, según se ha conocido por estos días.
La comparación de la gestión de salud nacional con los países del barrio, siendo útil para reafirmar que se fue eficiente en adelantarse a la compra de las vacunas y posterior aplicación (junto con los ventiladores), no sólo molesta, porque los indicadores, contrario a lo esperado, han ido al alza en contagios y fallecidos, sino que también porque no hacen sentido en el “sentido común” de las personas provenientes de los sectores populares – clase media. Hay avances en la gestión, pero no resultados en la meta. Tanto así, que, sin ánimo de ser suspicaces, las cifras de aumento diario, con indicadores incluidos, fueron el argumento base para modificar la fecha de las elecciones (en dos oportunidades), pero las gestiones siguen sin dar resultados satisfactorios, lo cual desencadena sentimientos funcionales, para infringir las normas sanitarias y de expectativas de futuro.
A la luz de estas situaciones y atendiendo al primer ciclo electoral postergado a mayo (un agote más), donde los actores del sistema político incuban otros sentimientos y expectativas, relacionadas con sus intereses electorales (con complejas deliberaciones), provocan una nueva distancia social, contrastando con la emergencia sanitaria y social ya consignada. Situación que podría contribuir a reiterar la afirmación “es que no lo venimos venir”, ante un eventual levantamiento social, recordando el estallido social/revuelta y geografía de la multitud asociada.
Pues aquí aparece el ensimismamiento del sistema político, que podría contribuir a crear condiciones para que ello ocurra, siendo imperdonable la frase consignada otra vez, como también la creación de la condición para que, ante el hambre, la rabia, la frustración, desafección y desconfianza, se llene de voluntad a las mayorías para que salgan a la calle en contexto de pandemia, exigiendo y luchando, ahora, por el pan, entre otras varias carencias (ya enunciadas en octubre del 2019). Se sabe que ellas buscan resolverse vía convención constitucional, a propósito de la instalación de los derechos sociales como eje de organización centrados en la dignidad humana.
La emoción veraz descrita, siendo importante, es el reflejo de los ‘llantos en forma’ que miles de chilenos están viviendo, desde que la patria se encuentra tensionada por: a.– la partida de más de 24 mil de los nuestros (contexto pandémico); b.- por el hambre que deambula como en los años de dictadura donde las ollas comunes eran (hoy son) el refugio para encontrar alimentos y c.- por que las cifras oficiales de cesantía, no dan cuenta del aumento de la pobreza, aquella que costó más de 30 años disminuir. Pero dada la investidura de Narváez, es dable rescatar su empatía veraz, cercanía que hace sentido en el sufrimiento colectivo, en el entendido que, muy probablemente, la emoción veraz desde el ejercicio de la política práctica puede ser observada críticamente, pero desde lo social y popular se entiende y comprende cabal e íntegramente, implicando, por lo tanto, un liderazgo veraz.
Luego, la emoción, constatada en muchos, deriva en indignación e impotencia al ver cómo el gobierno pudiendo hacer bastante más para proteger a las personas, decide constreñirse indolentemente contra una mayoría de su pueblo, en favor de resguardar equilibrios macroeconómicos, mejores clasificaciones de riesgo internacional y de paso, las ganancias de los superricos, ¡por qué! no decirlo. Es esa emoción la que lleva al borde de las lágrimas a miles y miles, también a Paula Narváez, quien emplaza a todos para evidenciar que no es un problema aislado, conminando a todos a encontrar caminos de solución… ese es el desafío.