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La Legitimidad de la Política y el Poder

Por Hugo Cox.- En cualquier sociedad, el poder político desempeña un papel fundamental, no sólo por su significado técnico, instrumental o normativo, sino además por su valor y capacidad relacional. A través suyo se establecen  relaciones prácticas entre las partes de la sociedad que participan en la actividad política.

En tal sentido, la legitimidad se erige como un atributo esencial para ejercer la acción del poder de una manera que se garantice la gobernabilidad política.

Las fuentes de legitimidad pueden ser varias. Max Weber afirma que la legitimidad surge de la tradición, la ley y el carisma; para Karl W. Deutsch, es a partir de la legitimidad del procedimiento, por representación y por resultados; y para Norberto Bobbio, surge del consenso, y es aquí donde muchos autores coinciden.

Dentro de la legitimidad, la confianza política es un elemento fundamental que sustenta el poder, y se da en la medida que los conflictos por intereses privados, sean parte de los colectivos individuales (política chica y su relación dialéctica con la política grande).

Toda democracia no puede poner en conflicto los intereses individuales con colectivos, sino que por el contrario la correlación de lo personal individualizado se  erige como lo personal en general, por lo tanto, para que el poder de las mayorías  supere las fuentes de legitimidad en la cotidianeidad, es condición fundamental que cada ciudadano confíe en sus propias potencialidades como sujeto político, a la vez que en los objetivos e intereses de sus propias potencialidades como sujeto político. Pero, además, que los objetivos e intereses conlleven y presupongan relaciones de confianza mutua entre los diversos actores de la actividad política democrática.

Por otra parte, la alternancia en el poder refuerza la legitimidad de un régimen, ya que supone adhesión de la mayoría de los ciudadanos al sistema político; además, no es menos cierto que los ciudadanos esperan que sus dirigentes le den sentido a la democracia.

Los ciudadanos ya asumieron que la globalización, la apertura de fronteras y la generalización de modelos de desarrollo basados en el comercio exterior son tendencias irreversibles, y asumen que el Estado ya no es el paraguas que fue durante el siglo XX, pero a su vez los ciudadanos desconfían de sus dirigentes políticos cuando estos no se oponen a quienes ellos sienten que violentan sus derechos. Esperan que el Estado responda ante una serie de necesidades esenciales, como la seguridad, la salud, la educación, la cohesión social, y unos servicios básico dignos, y sobre todo esperan de los políticos sean la imagen de sus electores, que sean receptivos a sus expectativas.

En síntesis: vemos que la legitimidad se da a partir de una serie de fenómenos sociológicos, que se vinculan fundamentalmente al consenso, por una parte, y por otra, al origen del mandato, y la confianza es el consenso gestado en la credibilidad de los actores participantes de la acción política y en pos de que las expectativas de la ciudadanía sean coherentes con las políticas públicas.

Finalmente, es necesario dar sentido a la palabra democracia en las prácticas políticas y públicas, y es aquí donde descansa la  legitimidad y la confianza.