Mundo Académico

La moral de la visibilidad frente a la Inclusión

“La visibilidad sin derechos ni oportunidades es insuficiente” para una verdadera inclusión, afirma la doctora Carolina Becerra.

Por Carolina Becerra Sepúlveda.- En  marzo se conmemora el Día de la Inclusión y No Discriminación, fecha que nos invita a reflexionar sobre los avances en derechos de las personas con discapacidad. Sin embargo, en medio de discursos bienintencionados, rara vez se cuestiona la obligación moral de la visibilidad.

Hoy, la inclusión parece depender de la exposición constante de cuerpos y experiencias de personas con discapacidad. Redes sociales y medios exigen relatos de superación o integración «exitosa», convirtiendo la inclusión en un espectáculo que tranquiliza conciencias sin transformar estructuras. Como si la visibilidad, por sí sola, bastara para corregir desigualdades profundas.

Ver también:
Falta de inclusión a personas Down
Inclusión de personas con TEA en las escuelas: de la ley a la práctica

Este fenómeno, que podríamos llamar “moral de la visibilidad”, no es más que un imperativo: hay que mostrarse, contar la propia historia y demostrar que se merece un lugar en la sociedad. En este contexto, la visibilidad no es neutral: define quién es un ciudadano legítimo y quién queda abyecto.

Pero, ¿qué pasa con quienes no encajan en esta narrativa, con quienes no generan likes ni titulares? Nancy Fraser, filósofa estadounidense, advierte que la justicia social no puede reducirse al reconocimiento simbólico; también requiere de una redistribución de recursos. En otras palabras, la visibilidad sin derechos ni oportunidades es insuficiente.

Por lo tanto, la visibilidad no necesariamente equivale a justicia, sino que puede ser otra forma de regulación social. Si una persona con discapacidad tiene que exhibirse para ser considerada una ciudadana completa, se refuerza la jerarquía y transmite el mensaje de que solo a las personas “normales” les está permitido ser parte de la sociedad

Estos discursos vacíos enmascaran la falta de políticas reales. Un ejemplo es la exclusión de jóvenes con discapacidad intelectual del beneficio de la Tarjeta Nacional Estudiantil (TNE), negándoles tarifas reducidas en el transporte, a pesar de estar formalmente matriculados.

Aquí, la inclusión se celebra en el discurso, pero no en acciones concretas. Si el Estado apostara realmente por la educación inclusiva, no sólo se otorgaría la TNE sin trabas, sino que se implementarían apoyos económicos que facilitaran la formación técnica y sociolaboral.

En este Día de la Inclusión y No Discriminación, el desafío no es abrir más espacios de visibilidad, sino preguntarnos para quién y para qué. La inclusión no debería depender de que las personas con discapacidad se expongan para validar su existencia. Debería garantizar que, con o sin visibilidad, sus derechos sean reconocidos sin condiciones.

Alvaro Medina

Entradas recientes

La final por adelantado: perspectivas ante las elecciones

La elección presidencial se perfila como una disputa entre bloques tradicionales y nuevos electores obligados…

1 día hace

Los desafíos económicos del próximo gobierno

Chile enfrenta un escenario económico desafiante: bajo crecimiento, inflación persistente y alto desempleo delinean un…

1 día hace

Analizando la brecha entre la ciudadanía y el poder

Una democracia justa requiere más que participación: exige una ciudadanía crítica, formada en principios éticos…

1 día hace

Curiosidades de la historia: el paseo del Estandarte Real

La primera celebración del paseo del estandarte real en Santiago, en 1556, marcó el inicio…

1 día hace

Inclusión laboral: un derecho y un desafío pendiente

Aunque Chile ha avanzado en legislación para la inclusión laboral de personas con discapacidad, la…

1 día hace

Marketing con alma digital: inteligencia artificial y empatía estratégica

La inteligencia artificial puede aprender patrones, pero solo las personas pueden comprender significados. El marketing…

3 días hace