Por Juan Medina Torres.- En el actual momento que vive nuestro país surge la necesidad de un periodismo crítico, ajeno a la jactancia y la estupidez, como el que reclama Albert Camus en una extraordinaria editorial publicada el 22 de septiembre de 1944 en el diario francés Combat, donde advierte los peligros que acechan al periodista.
En un ejercicio de autocrítica permanente, Camus hace un llamado a tener presente el peligro en que a veces caen los periodistas de dar a entender que “tienen el privilegio de la clarividencia y la superioridad de los que no se equivocan jamás”.
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Hoy, cuando las noticias falsas encuentran eco en nuestra sociedad, es urgente que en esta guerra de desinformación los periodistas no se dejen arrastrar por el insulto, la violencia ni los rumores, y asuman el compromiso de una información seria y veraz, sin olvidar, como dice el maestro, “el deber de reflexión y de rigor”.
Desde ese punto de vista, los periodistas deben ser los primeros en defender el derecho a una información veraz, que es la facultad que tiene todo ciudadano, como conciencia de un sistema republicano de gobierno, de acceder a la información. Ello mejora la democracia porque la información es imprescindible para que la opinión pública tenga conocimiento real de los hechos y actos y pueda influir positivamente en los procesos políticos. Es decir, contribuye a la transparencia y a un debate democrático.
Hoy es más necesario que nunca un periodismo honesto que permita recuperar la confianza de la ciudadanía en los medios de comunicación. Esa es la principal defensa del derecho a la información. Para ello se requiere que los profesionales de la prensa se apoyen en la reflexión dejando de lado la velocidad de la información. La oportunidad de la publicación decía Camus, “desaparece hoy por la omnipresencia voraz de la rapidez”.
En una reflexión sobre la prensa, Camus da a conocer la prioridades que hoy debería tener cualquier medio de comunicación, indicando: “Un diario independiente señala el origen de su información, ayuda al público a evaluarla, repudia el lavado de cerebro, mitiga mediante comentarios la uniformización de las informaciones, en suma sirve a la verdad, en la medida humana de sus fuerzas”.
Este marco ético, de honestidad intelectual, cobra vigencia en la actualidad frente a la crisis de identidad que viven los medios de comunicación provocada por la revolución tecnológica y la aparición de nuevos medios.