Sr. Director
En promedio, los chilenos y chilenas confinados en pandemia aumentaron de peso unos 6,5 Kg debido al desorden nutritivo de alimentarse y reducir sus alternativas de actividad física. Previo a la pandemia, el sedentarismo estaba causando estragos al punto de que la Encuesta Nacional de Salud, realizada por el Ministerio de Salud, demostraba que no se han conseguido progresos en la reducción en la prevalencia del sobrepeso y la obesidad en los últimos 15 años. En el mismo sentido, el índice de sobrepeso y de obesidad infantil ronda el 45%, una cifra considerablemente más alta que el promedio de la OCDE, que es de alrededor de un 25%.
Recientemente, el senado solicitó -por unanimidad- declarar la obesidad como una enfermedad y que se otorguen mayores coberturas a las prestaciones de salud asociadas a ella. Esto, a través de la aprobación de un proyecto que implemente un programa interdisciplinario para la promoción de hábitos saludables y que considere la prevención, la alimentación sana y práctica del deporte.
Estamos ante una extraordinaria posibilidad de que se considere la intervención de profesionales nutricionistas específicamente en todos los colegios del país. Las nutricionistas hemos estado insistiendo desde hace tiempo sobre esta necesidad que podría favorecer mucho la prevención y seguimiento de la salud alimentaria en niños, niñas y adolescentes.
La atención de los y las nutricionistas siempre se ha vinculado a la práctica de prescribir dietas, realizar trabajo en consultas de hospital o con personas que desean bajar de peso. Es tiempo de integrar miradas transversales y recoger una formación concordante con nuestros tiempos donde la atención primaria es el centro del modelo de salud junto al trabajo con los territorios en las comunidades, complementar la salud mental y física con aportes de la soberanía y la seguridad alimentaria que se ha visto tan amenazada el último tiempo por la pandemia y su crisis económica
Cordialmente
Ana María Neira
Psicóloga y nutricionista