Por Pedro Rosas.- Cuando se habla de la “alta abstención” que caracterizó las elecciones de alcaldes, concejales, constituyentes y gobernadores regionales, hay que considerar este fenómeno como algo sintomático de la desconfianza de muchos sectores sociales con las institucionalidades. Si debiéramos buscar un hito, habría que atribuir este mérito a varios más desde las movilizaciones escolares del 2006 en adelante, no solo la revuelta de octubre, sino abarcar un proceso ascendente y de varios años en el que se encuentran gran cantidad de jóvenes y sectores sociales que se han incorporado a la actividad política por fuera de la institucionalidad.
Actualmente el país se encuentra cruzado por un repertorio de la acción colectiva bastante diversificado que representa a muchos sectores que no concurrieron a estas elecciones tal como no concurrieron al plebiscito anterior. Hay un gran descrédito de la clase política y una falta de acuerdos de gobernabilidad que superan la demanda ciudadana en cuanto a interés en la participación política expresiva en su sentido más amplio. En ningún caso este estado de desconfianza puede atribuirse a una “falta de participación política” en este proceso. El campo de acción política hoy se expresa en procesos de asociatividad, en construcción social más que en militancias. Esta construcción social que se concreta de modo periférico excede ampliamente los espacios institucionales y a veces la legalidad, incluso.
En este sentido, el rol de los independientes que asaltaron las preferencias en las elecciones, particularmente de constituyentes dentro de diversos pactos, no es algo reducible ni sintetizable a una identidad o perfil político determinado. Más que personas que adscriben a plataformas, programas o partidos políticos, se trata de ciudadanos con una activa participación en la esfera pública en lo cultural o acción no partidista, son parte de entramados sociales y tejidos societales que les han permitido competir y vencer ante grandes instalaciones mediáticas y proyectos funcionales a movimientos políticos más amplios.
Tal como cuesta perfilar estos sectores más específicos, también es complejo asegurar cómo los independientes van a votar en determinadas lineas. Es una condición que recién se está manifestando así que anticipar una conducta futura por la sola condición de independientes es algo que está por verse.
Finalmente, es crucial comprender que el proceso político constituyente es diferente al proceso constitucional. El primero es un proceso de la sociedad, con actores políticos organizados que piensan y debaten expresándose en torno a sus acuerdos. Un proceso constitucional como el que ya se ha establecido, con todas sus limitaciones, no va a tener destino si no incorpora el diálogo al proceso constituyente, que es algo que se desarrolla fuera de los espacios constituyentes.
Pedro Rosas es Doctor en Estudios Latinoamericanos, Magíster en Historia y Ciencias Sociales