Por Abraham Magendzo.- Sin duda alguna que los resultados alcanzados por los estudiantes en el diagnóstico integral que realizara la Agencia de Calidad de la Educación en lectura y matemática son muy preocupantes. Pero no son sorprendentes. Este “terremoto” lo hemos sentido y vivido con anterioridad por años. No olvidemos que Chile en la prueba Pisa se ubicó en el lugar 43 de 79 países, situándose en un nivel más bajo que el promedio de la OECD en las tres pruebas (lectura, matemáticas y ciencia). En Chile ni los terremotos telúricos, ni los educacionales son desconocidos. Sin embargo, los impactos de los primeros son imprevisibles, los educacionales son previsibles y atendibles
Tampoco sorprende constatar que en general, los estudiantes de establecimientos particulares pagados que participaron en el diagnóstico, obtuvieron mejores resultados académicos que los estudiantes de establecimientos públicos y subvencionados. Sin embargo, a partir de sexto básico en todas las dependencias los resultados son insuficientes. La relación entre resultados académicos y nivel socioeconómico ha sido estudiada en nuestro país, observándose, en términos generales, la segregación educativa que refiere a una distribución desigual y homogénea de ciertos grupos sociales al interior del sistema educativo, que potencialmente favorece un desarrollo desigual de los estudiantes.
Lo paradójico, a mi parecer, es culpar a la Pandemia y al distanciamiento de los estudiantes de las escuelas de los malos resultados. Antes del covid-19, pese a que los estudiantes sí asistían a clases, sin embargo, los logros eran igualmente bajos, en especial en los contextos desventajados. Entonces, hay que tener cuidado de llegar a conclusiones muy osadas
Además, se suma a esta paradoja otra que es más incisiva. Antes, se imputaba, injustamente en mi opinión, a los profesores de los bajos resultados académicos. Se señalaba que muchos no son capaces de motivar a sus alumnos, que son incapaces de alimentar la autoestima y hacer sentir a todos sus estudiantes que son capaces, entregando mensajes positivos y de refuerzo. Ahora se sostiene, con justicia, que la presencia de los profesores es fundamental para lograr los aprendizajes. Que los estudiantes lo requieren, que es un modelo, que influye de una forma positiva
En mi opinión, todas estas sorpresas y paradojas inducen a pensar y repensar con altura de miras las políticas públicas que hay que generar, qué cambios, (no cosméticos) hay que introducir. Por sobre todo, hay necesidad de un apoyo académico y de recursos a las escuelas y sus profesores. Sin mezquindad. Ahora que estamos en el proceso de elaborar una nueva Constitución, la educación debe ser prioritaria.
Abraham Magendzo es doctor en Educación y Premio Nacional en Ciencias de la Educación 2017.
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