Por Juan Medina Torres.- El 8 de octubre de 1788, en la Provincia de Maule, dos hombres se enfrentaron y uno de ellos resultó muerto de una puñalada, por lo cual se inició un juicio por homicidio.
Las investigaciones de este mortal enfrentamiento identifican a la víctima como Cipriano Martínez, y al hechor, como Pascual Lazo, quien en compañía de un amigo raptó a dos mujeres, una de ellas esposa de Martínez.
Es interesante señalar que en esos años eran habituales los raptos de mujeres, tanto concertados por amantes o a la fuerza, para luego irse a vivir a los cerros alejados de la rígida moral de la época.
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El caso es que Cipriano Martínez, al saber que los raptores se ocultaban en el cerro de los Gutiérrez, sin ninguna autoridad judicial, tal como se acostumbraba en esos años, convida a Juan José González, padre de una de las mujeres raptadas, y a otras personas, para ir a detenerlos y entregarlos a la Real Justicia. Pero al encontrarlos se produce el enfrentamiento con el resultado ya conocido.
Notificado de la sentencia, Pascual Lazo la tomó, la besó, y se la puso sobre la cabeza, diciendo que se conformaba con ella. El Alguacil Mayor de Corte, quien estuvo presente, hizo entrega de dicho reo al Sargento de Guardia de la cárcel.
Ejecución de la pena de muerte
El 4 de Julio de 1789 se ejecutó la sentencia sacando a Pascual Lazo de su celda entre las diez y las once horas, y llevado al cadalso, donde se puso en la horca hasta que naturalmente quedó muerto, manteniéndose colgado hasta cerca de las cuatro de la tarde, hora en que el Alguacil mandó cortarle la cabeza y las manos tal como lo ordenaba el fallo.
Estas partes del cuerpo fueron remitidas al Juez Diputado de Curicó para que las expusiera en la plaza pública de dicha ciudad en una picota, con un letrero donde se leía quien era Pascual Lazo y el delito por el que había sido condenado a muerte.
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