Por Hugo Cox.- Cuando se publique esta columna ya se conocerán las resultados de las recientes elecciones y, por supuesto, se habrán escrito páginas explicando los datos. Pero Chile, en sus corrientes subterráneas, seguirá avanzando y el magma de la historia estará siempre presente.
El hoy es el de un país rocoso y con un lenguaje igual de rocoso, que va de un escándalo a otro (todos de grandes dimensiones) y parece olvidar los anteriores. Cada espectáculo parece opacar al anterior. Mientras, los dirigentes parece olvidar los compromisos primarios de la política, y nunca asumen sus culpas. Siempre está la posibilidad de culpar al modelo neoliberal o al patriarcado, o a quien sea.
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Sin ir más lejos, es cosa de escuchar o leer las declaraciones de Íñigo Errejón, el adalid del Podemos español. El político no pide perdón ni, menos, ofrece disculpas ni reparación del daño causado, pero manifiesta en a través de una carta que es él, en realidad, “la primera víctima de los abusos sexuales” que cometió. También se declara víctima de la política, del patriarcado y del modelo neoliberal.
Este líder español caído y victimizado es uno de los más escuchados por el Frente Amplio chileno, al punto que transmitió al conglomerado oficialista el modelo de las fundaciones, como un lugar donde cobijarse (políticamente hablando) cuando el poder se pierde y desde ahí seguir desarrollando actividad política.
En este estado de cosas es bueno ver la película “Ladrón de Bicicletas” (Vitorio de Sicca) es una película que, aunque se estrenó en 1948, sigue siendo muy relevante en la actualidad. Desde una perspectiva política y social, se puede interpretar como una crítica a las condiciones económicas y la lucha por la supervivencia en un contexto de pobreza y desempleo.
La historia de Antonio, quien necesita su bicicleta para trabajar y mantener a su familia, refleja la precariedad laboral que muchos experimentan hoy en día. La bicicleta se convierte en un símbolo de dignidad y esperanza, y su robo representa la pérdida de oportunidades y la desesperación que puede surgir en tiempos difíciles.
Además, la película también aborda temas como la solidaridad y la deshumanización en una sociedad que a menudo ignora las luchas individuales. En un mundo donde las redes sociales y la tecnología pueden crear una sensación de desconexión, la historia de Antonio y su hijo resalta la importancia de las relaciones humanas y el apoyo mutuo.
En resumen, «Ladrón de Bicicletas» puede interpretarse como un llamado a la empatía y a la reflexión sobre las desigualdades sociales que persisten hoy en día. Nos invita a considerar cómo nuestras acciones y decisiones pueden afectar a los demás, y a recordar que detrás de cada historia de lucha hay un ser humano con sueños y necesidades.
La historia de “Ladrón de bicicletas” en el contexto de un “desfonde de la política” puede interpretarse como una metáfora de una sociedad donde las instituciones y la clase política han perdido credibilidad y conexión con las necesidades de las personas.
Al centrarse en la lucha de un individuo por la supervivencia, la película expone cómo, en momentos de crisis, el sistema puede abandonar a quienes más necesitan su apoyo, dejándolos solos en un ambiente de desesperanza. En el caso de Chile, donde existe una desconfianza creciente hacia la política y sus instituciones, “Ladrón de bicicletas” puede leerse como un reflejo de esa misma ruptura entre la política y la ciudadanía.
Indiferencia de las Instituciones
En la película, Antonio no encuentra apoyo para resolver su problema. Los personajes que representan a la autoridad o quienes podrían ayudar se muestran indiferentes.
En el Chile actual, esta situación se ve reflejada en la percepción de que las instituciones políticas y el Estado no responden de manera efectiva a las necesidades de la ciudadanía. Este vacío genera una sensación de abandono, de que la política está desconectada de la realidad, y que las instituciones no cumplen su función protectora o reguladora.
En síntesis, el cine siempre nos adelanta escenarios. En Chile no se debe olvidar que reconquistar la democracia costó mucha sangre y sacrificio. La Democracia va de la mano de la libertad, la justicia, y la igualdad y, en eso, el país y la clase política están en deuda con Chile.
Es urgente que los sectores socialdemócratas laicos y cristianos propongan al país un programa básico que apunte a darle un cauce de solución a los actuales conflictos, en que la ética pública y privada vayan de la mano con la gestión y el compromiso real, para darle al país un sentido común.
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