ElPensador.io.- Una alarmante teoría sustentada en numerosas evidencias de investigaciones y publicaciones especializadas ha comenzado a circular sobre la posibilidad de que el Coronavirus (COVID-19) sea una versión del SARS fabricada en laboratorio para convertirla en un arma biológica, con trazas de VIH, robada por científicos chinos y llevada a ese país, desde donde se habría esparcido debido a algún tipo de falla en el control del resguardo del virus.
La versión ha sido difundida en numerosos medios por el abogado de derechos humanos y experto en armas químicas y biológicas, Francis Boyle, quien hila una serie de hechos para sustentarla.
De acuerdo a la versión de este conocido jurista (que trabajó para Amnistía Internacional y redactó la Ley Antiterrorista de Armas Biológicas para el gobierno de Estados Unidos), la historia comienza en junio de 2012, tras la muerte de un ciudadano saudí debido a una mutación agresiva del virus SARS, luego de una semana con fiebre, tos, neumonía y falla renal. El fallecimiento llamó la atención porque el paciente previamente era una persona sana, no fumadora y sin historial previo de enfermedades cardiopulmonares.
Extrañados, los científicos lograron aislar la cepa del SARS mutado y la llevan a un laboratorio en Rotterdam (Holanda), donde se obtiene la secuencia genética del virus.
Casi un año después, en mayo de 2013, esta secuencia y una muestra del virus se llevan al Laboratorio Nacional de Microbiología (NML por sus siglas en inglés), en Winnipeg, Canadá, que es -de acuerdo con Boyle- uno de las dos instalaciones en el mundo con el más alto nivel de seguridad para trabajar con agentes infecciosos (BioSafety Laboratory Level 4 o BSL-4). Otro laboratorio de esas características está en Wuhan, China.
En las instalaciones canadienses es el doctor Frank Plummer quien recibe el material. Se trata de un conocido microbiólogo, que ha liderado las batallas contra epidemias como el ébola, la gripe H1N1 (más conocida como gripe porcina) y, especialmente, el VIH. El doctor Plummer falleció el pasado 4 de febrero a los 67 años de un paro cardíaco.
Su participación es importante, pues científicos del Instituto Indio de Tecnología, Acharya Narendra Dev College y la Universidad de Delhi, descubrieron recientemente que el COVID-19 es una versión del SARS con inserciones de VIH, justamente aquello en lo que Plummer era especialista.
En julio del año pasado, dos científicos chinos que trabajaban con Plummer en Canadá -la doctora Xiangguo Qiu y su esposo el doctor Keding Cheng- fueron “expulsados” del NML en Canadá por haber “trasladado” a Wuhan material biológico del NML relacionado con el trabajo sobre el virus SARS (Coronavirus) del doctor Plummer.
De acuerdo con el relato de Boyle, una vez en China, el nuevo Coronavirus es almacenado en el Laboratorio Nacional de Bioseguridad, en Wuhan, desde donde se habría escapado el virus por una falla en los mecanismos de control, en noviembre del año pasado, lo que se habría “tapado” con la historia de la sopa de murciélago que se come en el mercado de Huanan, a solo 32 kilómetros del laboratorio de Wuhan.
¿Mutación o fabricación de SARS+VIH?
La posibilidad de que el COVID-19 sea en realidad un virus fabricado a partir del SARS con trazas de VIH (producto del trabajo del doctor Frank Plummer) se comprobaría, según la tesis de Boyle, por el tratamiento que -aparentemente con bastante éxito- los médicos chinos han dado a sus pacientes, a quienes les estarían administrando Lopinavir y Ritonavir, medicamentos que forman parte del cocktail farmacológico para tratar el VIH.
Un dato que resulta interesante, dentro del relato de esta versión posible, es que el pasado 18 de octubre de 2019 (un mes antes de que se “escapara” el virus desde el BSL-4 de Wuhan), la Universidad John Hopkins, junto con la Fundación Gates realizaron en Nueva York un simulacro de pandemia global, denominado Event 201, en que se simuló un nuevo brote de coronavirus que con capacidad de transmitirse de persona a persona y que derivaría en una pandemia global.
El simulacro termina con una pandemia que dura 18 meses y cuesta la vida a 65 millones de personas en todo el mundo.
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