Por Hugo Cox.- Desde octubre de 2019, Chile ha presenciado una serie de sucesos que han ido desnudando un país que se trataba de esconder por todos lados.
Durante mucho tiempo los sectores marginados no ocupaban el espacio público de manera de hacer ver sus necesidades. Con el estallido social los sectores marginados o precarizados hicieron ver cómo eran violentados en sus derechos y expresaron a los cuatro vientos sus gritos de esperanza y cambio.
En marzo se hace presente la pandemia y Chile queda al descubierto en su precariedad, y en el país emergen con fuerza las debilidades y diferencias abismantes entre los distintos sectores.
La invisibilidad social es todo un proceso de no reconocimiento e indiferencia a los sujetos de la sociedad, situación permanente por parte de una elite que detenta el poder económico y político.
Hegel ha mostrado que ser miembro de una sociedad civil reviste para los individuos una importancia capital.
En los Principios de la Filosofía del Derecho, Hegel sostiene que solamente una vez que se ha transitado al ámbito de la sociedad civil, el hombre se hace tal, y por tanto es concreto solo como ser social. La vida social es el momento y el lugar de una experiencia fundamental, gracias al trabajo, los intercambios, la vida comunitaria, la cooperación y otras actividades en las que buscamos concretar nuestras aspiraciones y adquirir virtudes éticas. Pero nos encontramos que esto está vedado para un sector importante de la sociedad. A esto llamamos la violencia invisible que emergió con fuerza en el país.
La desigualdad es una ideología (Thomas Piketty, Capital e ideología) y, por lo tanto, el objetivo es no visibilizar la desigualdad como elemento de dominación. Esta desigualdad se funda en decisiones políticas, y es aquí que quienes dominan levantan una narración que es sofisticada para justificar dicha desigualdad.
A raíz de la medidas tomadas en primera instancia para enfrentar la pandemia se desarrollaron las cuarentenas “dinámicas” cuyo objetivo político era salvaguardar la economía y no al hombre. Si nos fijamos con detención, las últimas comunas que fueron incorporadas a la cuarentena son aquellas en que vive la fuerza laboral, el ejemplo más notable es cuando decretan la cuarentena en la comuna de Puente Alto, a la que dividen en el eje Vicuña Mackenna para dejar libre el tránsito hacia la Papelera que se encuentra ubicada al final de esa calle.
La decisión ideológica es tratar de contener la pandemia sin afectar la economía, pero esto fracasa y, por lo tanto, deben recurrir a lo que los especialistas y el sentido común decían.
Por otra parte, también en una decisión política, deciden decretar poderes extraordinarios con el objetivo de un mayor control sobre la población ya que este escenario se presta para todo tipo de abuso de poder, más aún en el contexto chileno al iniciarse la crisis sanitaria, con una credibilidad y legitimidad tanto de las instituciones de la democracia, que no alcanzan un 10%, como con un Presidente marcando un 6% de apoyo ciudadano.
Tampoco hay dudas de que los poderes excepcionales le otorgan una oportunidad incalculable a Sebastián Piñera para reposicionarse y recuperar apoyo ciudadano, sabiendo que, históricamente, en una crisis como la que afecta al país, la población tiende a unirse en torno a un liderazgo ya institucional, situación que no ha ocurrido aún por la falta de credibilidad del gobierno, y más con los mensajes llenos de contradicciones con la realidad objetiva.
La operación política (hasta ahora fallida) contra el plebiscito constituyente es un claro ejemplo del abuso y uso de la crisis por los que rechazan una nueva Constitución. Además, el manejo secreto de la información ocultándola a la comunidad científica, imprescindible para los modelos matemáticos en la cuantificación de la pandemia, es inexplicable salvo en la lógica del enemigo interno que hay que desinformar. Esto es inaceptable: entregar información a la comunidad científica es fundamental para tener un buen diagnóstico de la realidad. La transparencia de los datos es esencial si se exige responsabilidad ciudadana en la superación de la crisis sanitaria y unidad para resolver el conflicto.
A pesar de las irregularidades en el manejo de la crisis, la superación de la pandemia es responsabilidad de la clase política. El COVID-19 no reconoce convulsiones partidistas ni discrimina a quién contaminar o matar, aunque lamentablemente a priori sabemos que las desigualdades socioeconómicas se reproducirán en la atención a las víctimas, y los más perjudicados serán los más pobres, producto de un modelo de desarrollo neoliberal .En las capas internas de la sociedad existe una enorme tensión política que hoy está congelada por la pandemia.
El Ejecutivo hoy está incapacitado para llamar a un gobierno de unidad nacional bajo el mando del actual Presidente ya que su conducción personalista megalómana, lo inviabiliza para cualquier salida (no tiene credibilidad).
En un artículo pasado escribí que Chile debía solucionar tres crisis que eran profundas: económica, sanitaria y social. A lo anterior se debe agregar la restauración de la credibilidad y legitimidad de las instituciones de la democracia. Si no se cumple con los acuerdos en el marco del estallido social, Chile no tendrá ni cohesión ni paz social, dos componentes esenciales para el buen desarrollo del proceso económico en una sociedad de democracia desarrollada. El cheque de la oposición para apoyar la gestión de las dos crisis, debe incluir un Nuevo Contrato Social como carta de navegación que en forma gradual y garantizada vaya eliminando las asimetrías socioeconómicas
En conclusión: la crisis sanitaria y la crisis social que se ha producido, es una oportunidad para crear nuevas variables económicas y políticas de un entendimiento democrático que no pueden ser los de antes del 18 de octubre de 2019. Estas crisis que son de carácter histórico obligan al diseño de un modelo que visibilice a todas las personas que habitan este largo territorio y que sea solidario y sustentable donde la economía no funcione en detrimento de las grandes mayorías. De la salida en buenas condiciones tanto de la crisis sanitaria como de la económica, dependerá el éxito de las reivindicaciones estructurales que instaló el Estallido Social que, sin duda, se descongelarán rápidamente una vez superadas las dos crisis. O antes.
Ojalá que no surja la tentación autoritaria, siempre presente. Basta ver cómo en las calles de Chile, el mundo militar hace demostración de armas y carros sobre todo en las poblaciones. La solución de las tres crisis estarán presente en la agenda política, esta deberá ser honesta y responsable políticamente para solucionar los grandes conflictos que Chile deberá enfrentar.