Por Hugo Cox.- Entramos a un evento eleccionario que va a permitir elegir a 50 consejeros para que den forma a una carta jurídica que permita crear los bordes por donde debe caminar la sociedad chilena, una vez aprobada en un plebiscito.
La historia reciente nos entrega algunos datos que se deben tener en cuenta para la elaboración del nuevo texto constitucional.
La ciudadanía manifestaba la necesidad de cambios con carácter de urgente, pero muchos de los cambios propuestos no fueron aceptados por una parte importante de la sociedad. Los cambios que se solicitaban eran dentro de un modelo de sociedad que amplió el horizonte de miles de personas, por no decir millones. La cultura que nace en este modelo es de un liberalismo que dialoga intensamente con las tendencias sociales propias del siglo XXl, como el cuidado del medio ambiente, los temas de género y diversidades sexuales, inclusión y un mayor compromiso del Estado en temas como pensiones, salud, vivienda, educación entre otros.
Los sectores extremos de ambos lados vieron como excluyentes los modelos que imperaron en el país. Ambos estaban lamentablemente equivocados en su crítica.
El país se da una nueva oportunidad para lograr una constitución que con claridad meridiana indique que los cambios más profundos deben realizarse con altura de miras y moderación, en que el diálogo y la negociación sean instrumentos al servicio de la nueva carta constitucional; en que se cuiden las instituciones; y, por supuesto, se corrijan los errores; que se fortalezca la democracia y al mismo tiempo se la dote de demócratas que consagren la justicia social y la paz social. Este proceso debería mostrar lo mejor de los demócratas de este pais.
Pero el proceso político se ha decantado, generando dos listas en la alianza de gobierno. El que el PPD, la Democracia Cristiana y el Partido Radical vayan en lista a parte del PS, PC y el Frente Amplio es una decisión política de gran envergadura, con los riesgos que eso significa, pero que podrá marcar estratégicamente el rumbo de la centro izquierda, que ha estado casi una década renunciando a su identidad, su experiencia de gobierno y sus logros en beneficio del país.
El Partido Socialista, al decidir ir en una lista con el Partido Comunista y el Frente Amplio, retoma la política del frente de izquierda que fue su estrategia hasta 1973, en donde el eje PC-PS lideró el gobierno de la Unidad Popular.
Por otra parte, la centro izquierda hace tiempo que clama por un partido que sea capaz de asumir y liderar los retos que el país tiene por delante, esto es, sin renegar de los gobiernos de la Concertación -que con sus virtudes y defectos permitieron que el país avanzara- y sosteniendo valores que la acercan a la social democracia. Esta centro izquierda debe interpretar a un amplio sector que quiere dejar atrás la arrogancia, a los que creen tener superioridad moral, y a las trincheras de exclusión ideológica que una mayoría rechaza.
Por cierto, la decisión del PPD de ir en lista con la Democracia Cristiana y el Partido Radical, asumiendo su debilidad como partidos, abren una perspectiva, sin olvidar que deben reconquistar a un mundo que se alejó de ellos en su afán de izquierdizarse y entregarse a los nuevos eslóganes de un sector que, en su actuar, es muy similar los años 60 y 70, aunque en un mundo totalmente diferente.
Termino con un párrafo de Ricardo Brodsky, ex secretario general del PPD, que en un artículo de su autoría señala:
“Lo que es claro es que el gesto del PPD y especialmente de su presidenta que debió enfrentar no sólo los deseos del Presidente de la República, sino también de la nomenclatura partidaria, siempre disponible para asumir ‘nuevas responsabilidades’, abrió una esperanza para recomponer una centroizquierda con proyecto propio en el país, alejada del vanguardismo, de la superioridad moral y del espíritu refundacional”.